La batalla estaba siendo cruel y despiadada. La lluvia caía de manera descontrolada y solo se olía el sabor a sangre.
Las fuerzas del Amanecer cada vez eran menos en números, mientras que la Noche engullía todo a su paso. Bestias sin vida convertían cuerpos en pequeños trozos de carne, flechas imbuidas en Oscuridad penetraban las placas con facilidad y las máquinas de asedio destrozaban la torre Alta Esperanza donde se forjó la resistencia; armado con su armadura de placas de tonos blancos y dorados, Glorian el Grande daba órdenes desde la sala de mando.
Cada vez que un batallón de la Noche acababa con uno del Amanecer, quitaba una pieza del tablero que tenía delante donde pequeñas figuras de ajedrez representaban a los dos ejércitos que hoy combaten. Su cara lo mostraba todo, desesperación y rabia, pues el gran estratega militar estaba completamente sin ideas.
Pegó un puño a la mesa haciendo que todas las piezas cayesen al suelo, armando un escándalo que solo los Generales del ejército del Amanecer pudieron notar. A su diestra se encontraba Selaria, General de las tropas élficas del Pacto Dorado, delante suya estaba Khruznir, General de las tropas enanas del Cónclave del Martillo y al fondo de la sala estaba Grammosh, Caudillo de los clanes orcos del Colmillo Sangriento.
“Mi señor, debemos de hacer algo pronto.”- comentó Selaria al notar el estado de ánimo de Glorian.- “Si fallamos aquí, toda Fendaria caerá. Eso lo sabe de sobra.”
Grammosh, asintió con la cabeza y un gruñido al escuchar a la elfa, mientras que Khruznir se acercó a la mesa para recolocar las piezas de ajedrez que Glorian había tirado.
“Si hacemos que los Caballeros Dorados marchen por el flanco izquierdo, otro podrá atacar por el derecho y con una resistencia en el centro, podremos llegar a la Noche y acabar con él gracias a la daga de Torziver.”- comentó el enano.- “Perderemos muchos hombres, pero es eso o nada.”
Glorian de mientras hablaban se paseaba por la sala de mando. Su mano derecha se encontraba en su mentón, mientras miles de planes pasaban por su mente pero con una palabra escrita en ellos.
“Fracaso”.
Al cabo de un rato, suspiró para acercarse a un cofre que se encontraba en la habitación. Este era de una madera de roble oscuro, con pequeños adornos de color grisáceo y una cerradura singular, pues en ella solo cabía una pequeña llave que le fue otorgada a Glorian desde el inicio de la cruzada. Hurgó en sus bolsillos sacando la diminuta llave introduciendo la misma en la cerradura, para sacar una daga con una hoja de color dorado y un pomo con idioma rúnico escrito seguramente por enanos.
“¿Confías en ese plan tanto para dar tu vida, General Khruznir?” - preguntó Glorian mientras observaba la daga.
El enano suspiró mientras sus ojos pasaban por el tablero de ajedrez. Tomó su doble hacha con determinación para mirar a Glorian.
“No hay otra manera. Si queremos que haya otro Amanecer, debemos de hacer sacrificios.”- comentó el enano con decisión.- “No lo haga por usted, hágalo por sus hijos.”
Glorian cerró su mano en la empuñadura de la daga. La guardó en su vaina correspondiente para así tomar su espadón y cargarlo a la espalda. Tomando con rapidez un papel húmedo, escribía en tinta un mensaje que solo unos pocos podrían descifrar. Llamó a un mensajero para que lo entregase a su amada en Vallis Lucis, y le explicó que no mirase atrás.
El rey humano miró a sus Generales, para así afianzar su armadura y hacer señas para que les siguieran fuera de la tienda. Unos soldados dejaron paso al notar a Glorian mientras le seguían como si fuesen guardaespaldas a la vez que escuchaba los gritos de horror y sufrimiento de aquellos que luchaban a lo lejos.
“¡Kruhznir, toma a los que te quedan y ve por el flanco derecho! ¡Selaria, toma a los Caballeros Dorados y ataca el flanco izquierdo!”- sus gritos eran con fuerza y poder, no se vería amedrentado por nadie en ese momento.- “¡Grammosh, tus contingentes orcos atacarán el centro! Haremos un ataque a la vez para acercarnos a la Noche y acabar con ella. Haré una señal con un hechizo lumínico.”
“A su orden.”- exclamaron los tres juntos.
El general enano se dirigió a por sus escasas tropas restantes montadas en jabalíes y carros, dirigiéndose hacia el flanco derecho como le fue ordenado. Grammosh rugió con la fuerza de mil guerreros para amotinar a sus tropas y llevarlas hacia el centro de la masacre mientras que Selaria reunía al escaso número de Caballeros Dorados que quedaban al flanco izquierdo.
Glorian caminaba con pasos pesados mientras sus guardaespaldas lo seguían. Siempre había sido alguien con esperanza, con una luz que destruiría toda Oscuridad, pero esta vez esa luz que tanto lo seguía se había desvanecido. Se montó en su corcel mientras lo acariciaba gritando a sus tropas que permanezcan unidas.
Una vez todos estuvieron en posición, Glorian dió el pistoletazo de salida con el hechizo lumínico. Las tropas restantes de Amanecer cargaron contra el ejército de la Noche y se abrieron paso poco a poco, hasta llegar a la Noche en su interior, no sin antes perder buenos hombres en el camino.
Justo en el centro, se encontraba un ente alto, mucho más alto que un elfo promedio. Parecía un caballero, pero estaba cubierto por telas andrajosas sobre una armadura de color negra y púrpura con filigrinas grabadas.
Tenía dos espadas, una más grande y brillante, otra más pequeña en la izquierda ubicadas en el lado derecho con dos brazos retorciéndose y una daga en el brazo izquierdo. Su presencia estaba envuelta en un aura púrpura etérea, con un casco de diseño aviar sin rasgos faciales visibles. Al acercarse, ese ente conocido como la Noche giró su cabeza lentamente hasta observar a Glorian.
Con mucha lentitud, se acercaba al humano hasta aproximarse lo suficiente para abalanzarse contra él. Glorian no tuvo más remedio que saltar de su corcel, siendo el caballo empalado en el proceso.
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Editado: 16.07.2025