Sayre's Chronicles: Un nuevo Amanecer

Capitulo V - Unión

-“Creo que has herido a Amelia, Isabelle. No debiste decirle esa mentira.”

Celestine e Isabelle se encontraban cerca del timón del barco. Estaban teniendo una discusión sobre lo ocurrido con Amelia hace tres días, y Celestine quería mediar el asunto para estar en paz.

-“Bueno. ¿Y qué? Ya sabes como siempre ha sido. Sigue poco las órdenes de padre. Y le dije eso precisamente por que quería que subiese aquí con todos”- explicó Isabelle mientras se peinaba el cabello.

-“Igualmente, no es el camino. ¿Qué harías tú si te hiciera alguien lo que le has hecho a ella?.

-“¿Pedir perdón? Lleva tres días y ni siquiera lo ha mencionado por llegar tarde. Es una impresentable.”

-“Cada día te pareces más a la abuela.”- replicó Celestine mientras suspiraba - “¿No vas a ir a hablar con ella?”

-“Me niego” - dijo Isabelle mientras negaba la cabeza - “La abuela me enseñó a que si no haces lo que te dicen, pierdes el respeto de la gente. Que se disculpe ella primero”

Celestine chasqueó con la lengua al notar esa parte de Isabelle que no apreciaba, pero sí que a veces era necesaria. La diferencia entre hermanas era bastante clara. Mientras Amelia era una especie de espíritu libre, Isabelle acataba a rajatabla toda orden que le dijesen; mientras, Celestine era un balance, un poco de cal y otra de arena.

“Iré a ver como está. Ahora vengo” - se despidió Celestine mientras entraba al interior del barco.

En su camino, saludaba a los marineros que manejaban el barco. El mínimo error costaría la vida a muchos de estos hombres y mujeres, pues si el barco se perdía en el mar, todos morirían. Celestine pisó con cuidado las escaleras que dirigían al interior del barco. Por dentro era algo claustrofóbico. No había mucho espacio para moverse, así que dejaba pasar a los sirvientes y marineros del lugar antes que ella misma.

Finalmente llegó a su objetivo, la puerta de Amelia. Previamente a tocar, Celestine pensaba cómo debía abordar el tema. Ella era la mediadora de las tres. Mantenía a las hermanas unidas siempre que pasaba algo, pero a veces le molestaba hacer estas tareas. ¿Por qué no venía Isabelle con ella? ¿Quizás su orgullo se lo impedía? Cada vez que lo pensaba, eran como una gota de agua y otra de aceite. Completamente diferentes una de otra, ya no solo por el físico sino por el carácter.

-“Amelia, ¿cómo te encuentras?” -preguntó Celestine mientras tocaba la puerta. “¿Todo bien?”.

Amelia abrió mínimamente la puerta de su camarote para observar a Celestine. Ya no tenía las ojeras del primer día, pero su aspecto sí que era algo deplorable.

-“¿Puedo pasar?” - preguntó Celestine.

-“Si. Adelante”- dijo Amelia mientras abría la puerta algo desganada.- “Perdona que esté todo así, es que.”

-“Tranquila, no pasa nada.”

La habitación de Amelia estaba ciertamente desordenada. La cama no la hacía. El maquillaje estaba tirado por ciertas partes de la habitación y el suelo estaba parcialmente con polvo. Celestine no es que odiase a Amelia ni mucho menos, pero sí que a veces notaba cierto muro delante de ellas que no podía romper.

-“He venido a escuchar lo que pasó contigo e Isabelle, si quieres comentarlo.”- dijo Celestine mientras la tomaba de las manos y la sentaba en la cama.

-“Celestine. ¿Tú me odias?- preguntó Amelia con los ojos ligeramente rojizos.

-“Odiar es una palabra muy fuerte, Amelia.” - le dijo Celestine - “Para mí, eres mi hermana.”

-“Eso es un sí” - sentenció Amelia.

Celestine suspiró mientras acariciaba el pelo de su contraria. Sus manos pasaron por sus cabellos rubios hasta llegar a las orejas y hacerles un pequeño masaje.

-“¿Te molesta, verdad?” - preguntó Celestine mientras la miraba con una pequeña sonrisa.

-“¿El que me molesta?”

-“Tus orejas. Tus vestidos. Tus motes” - dijo Celestine mientras acariciaba las orejas de su hermana - “Piensas que no eres como nosotros.”

Al decir esas palabras, Amelia agachó la cabeza y suspiró. Estaba cansada de sentirse así. Siempre se veía no como una segundona, sino como una terciaria. La aparición de Celestine la hizo calmarse y quitarse un poco las legañas de los ojos.

-“Tranquila Amelia. Somos hermanas, esto aquí para ayudarte, ¿si?” - le dijo Celestine.

-“Supongo.”

-“Ven, acércate.”

Amelia se acercó a Celestine y le dió un abrazo. Aunque la diferencia entre ellas fuese abismal, ese abrazo significó mucho. No solo para Amelia, que ahora tenía una figura en la que apoyarse, sino para Celestine. Años sin una charla profunda, hicieron que las dos se sintieran más cercanas.

-“Cualquier problema. Acude a mi, ¿vale?” - le comentó Celestine terminando el abrazo. “Dale tiempo a Isabelle. En el fondo, te quiere, igual que padre y madre.”

Amelia asintió con la cabeza y sonrió a la contraria. Esa charla breve seguro hizo sentir a Amelia mejor, así que salió de la habitación para dejarla en paz por un rato. Como ahora no tenía mucho que hacer, quiso ir al diminuto salón del interior del barco. Con la puerta entreabierta, iba a tocar la puerta y abrirla hasta que afinó el oído para escuchar una conversación en su interior.

-“No creo que haya que preocuparse, Eydolon. Deberían de tener todo bajo control.” - la voz era de una mujer, la reconocía, su abuela Aeliana. - “Hay que confiar en ellos.”

-“Lo sé, madre. Pero Aleksandre ha avisado a todos aquellos que quieran venir que tengamos guardias extras. Son escurridizos” - comentaba Eydolon por lo bajo.

-“Sean quienes sean, no se atreverán a hacer nada en el festival. ¿Sabes la cantidad de seguridad que habrá? Inmensa.”

-“Igualmente. No me fío. Contrataré cuatro guardaespaldas para Celestine e Isabelle y dos para Amelia. Veinticuatro horas al día. De lo mejor.”

-“¿Por qué tan pocos para Amelia? Esa niña forma parte de tu linaje lo quieras o no”.- decía Aeliana.

-“Solo me interesan más mis dos hijas de sangre, no esa humana. Encontraré un lugar seguro para ellas.” - espetó su padre con autoridad.




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