Scanya. Academia de Artes Mágicas.

6. La cueva de los Acuosos

 

—   No, no me parece una buena idea, Áxel— dijo Mary después de escuchar el plan que Áxel tenía en mente—. No quiero entrar ahí. ¡No, no pienso entrar ahí he dicho!

 

—   Mary, no es para tanto. ¿Qué asco pueden darte unas babas de molusco? —dijo Víctor riéndose, le gustaba hacer rabiar a Mary.

 

—   Tú estarás bien ahí dentro con los de tu especie ¡baboso!

 

—   ¿Baboso yo?

 

—   Si tú estás todo el día babeando con cualquier chica que ves, eres de lo peor…

 

—   ¡Basta ya chicos! ¿No podéis llevaros bien por una vez?— dijo Axel ya exasperado de oírlos siempre discutir a ambos.
 

Mary y Víctor siempre estaban así como el perro y el gato. Se conocían de toda la vida porque sus padres eran grandes amigos y prácticamente se habían criado juntos, pero tenían una gran rivalidad entre ambos desde siempre y eso les hacía discutir por todo.
 

Los tres se dirigían a una cueva subterránea situada detrás del edificio Senn, llamada La cueva de los Acuosos. Allí vivían todo tipo de moluscos y criaturas viscosas, pero no unos moluscos normales y corrientes, sino que eran de un tamaño gigantesco y, además, desprendían gran cantidad de pegajosas babas. Áxel quería coger todas las babas que pudiesen de allí y bañar a Amanda Yuna con ellas en la ceremonia de inicio. En su mente se imaginaba a una chica de aspecto monstruoso llena de babas completamente, y ella intentaba dar unos pasos pero las babas ya secas actuaban como pegamento y no le permitían moverse, eso a Áxel le causaba mucha gracia cada vez que lo pensaba.
 

—   ¿Vais a entrar conmigo?— preguntó Áxel una vez que llegaron a la entrada de la cueva.
 

—   ¡Cuenta conmigo! — dijo Víctor entusiasmado.
 

—   Y tú Mary, ¿entras con nosotros?
 

—   Esta bien…— dijo Mary desganada—. ¡Pero no pienso andar por allí! Hay muchos charcos y pozos, sería mejor que entrásemos volando.
 

Áxel asintió complacido, sólo conocía a Mary y Víctor desde hacía un año pero se habían convertido en amigos inseparables, junto a su otro amigo Peter, que también era uno de sus mejores amigos allí en Scanya. Se sentía muy afortunado de tener unos amigos así, que siempre le apoyaban y en los que siempre podía confiar para todo. 
 

—   Esta bien ¡No os preocupéis!— dijo Áxel, quien había tenido una idea—. Usaré mi habilidad Dagma y Senn para comunicarme telepáticamente con algún animal volador del jardín de las Senn.
 

—   ¡Yo te ayudo Áxel! También tengo el poder Dagma, ya lo sabes— dijo Víctor mirando a Mary con suficiencia.
 

—   ¿Estáis seguros de que podréis hacerlo?— preguntó Mary no muy convencida del plan y mirando mal a Víctor—. A penas habéis practicado la comunicación con animales, eso se hace en segundo…
 

—   Claro que podemos, mujer de poca fe…¿Tan poco confías en nosotros?— le preguntó Víctor haciéndose el ofendido, a lo que ella respondió poniendo los ojos en blanco y negando con la cabeza.
 

Áxel y Víctor cerraron los ojos y se concentraron para intentar comunicarse con algún animal del jardín Senn. Ese jardín era un lugar mágico que estaba escondido dentro de la hermandad Senn. El jardín era un lugar enorme, repleto de muchas especies de animales diferentes, pero no animales normales, sino animales gigantescos, mucho más grandes que cualquier animal corriente. 
 

En ese momento, oyeron un revoloteo acercándose, eran tres animales voladores que hacían un ruido de aleteo bastante desagradable y ruidoso. Eran tres grandes insectos azules de cuerpo alargado, alas transparentes y ojos saltones.
 

—   De verdad, ¿esto es en serio? ¿De todos los animales que hay en el mundo, vais y os comunicáis con tres libélulas?— preguntó Mary bastante alterada.
 

—   Bueno querías volar y las libélulas vuelan, así que…
 

—   Me refería a algún ave, no a insectos…
 

—   Mary, por favor, se que no es lo que querías, pero tenemos que entrar ya en la cueva, se nos acaba el tiempo…—le suplicó Áxel.
 

—   Esta bien, lo haré, pero somos demasiado grandes para las libélulas, no podrán con nuestro peso…— dijo Mary pensativa—. Tendremos que lanzar un hechizo Tamaxmus.
 

—   Eso no se me da demasiado bien y a Áxel está claro que tampoco —dijo Víctor.
 

—   Yo lo haré—dijo Mary decidida, a la vez que se colocaba enfrente de las libélulas y hacia una especie de círculos con sus manos— ¡Tamaxmus!
 

En ese momento, salieron unas luces de sus manos que se dirigieron hacia las libélulas y, de repente, empezaron a aumentar de tamaño hasta tener el adecuado para que Mary, Áxel y Víctor pudieran montarse sobre ellas.
 

Áxel y Víctor estuvieron intentando comunicarse con las libélulas para que los llevarán al interior de la cueva y pareció funcionar. Los tres insectos bajaron a la altura del suelo y se quedaron quietos para que los tres chicos pudieran montarse sobre ellos.
 

Entonces, entraron en la cueva. Era un lugar oscuro y húmedo en el que olía muy raro. Conforme se adentraban en aquel lugar, más húmedo y cargado estaba el ambiente. Vieron muchos tipos de moluscos por todo el camino que recorrieron mientras se adentraban en la cueva. Llevaban un buen tramo recorrido cuando empezaron a notar que les caían unas gotas de algo líquido y pegajoso encima de ellos.
 

—   ¡Cuidado chicos, son plantas salpicadoras!— gritó Áxel.
 

Las plantas salpicadoras eran unas plantas subterráneas con una flor de color verde que expulsaban un líquido muy pegajoso y apestoso que salían de ellas en forma de chorro. Justamente pasaban por una superficie repleta de esas flores y tendrían que tener cuidado de no ser rociados directamente con uno de los chorros de ese líquido, o corrían el riesgo de quedarse pegados. Además, el olor pestilente que desprendía ese líquido no seria fácil de quitárselo de encima.
 



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En el texto hay: hermanos, magia, academia

Editado: 29.01.2023

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