Se ama pero no se compra

Capítulo I. El día después

—¿Señor Lario, entiende los motivos por los que fue citado esta mañana?

—A decir verdad, no me dieron ninguna explicación —carraspeó—, pero el tono de voz de la secretaria en el teléfono, me dice que no son buenas noticias.

—Recibimos una denuncia gravísima en su contra.

—Si usted me permite…

—Según varios testigos —interrumpió vehemente—, irrumpió en propiedad privada sin invitación y le propinó una golpiza, cual salvaje, a otro estudiante de esta Universidad.

—No fue así.

—¿Entiende los valores que pregona esta institución?

—Sí, pero…

—Entonces sabrá que nos resulta inadmisible su comportamiento —interrumpió enseñándole un video grabado con un celular que dejaba escaso margen para defender su accionar.

—Me gustaría dar mi versión de los hechos; le aseguro que todo tiene una explicación racional.

—¿Racional, resolver los conflictos con los puños? —preguntó la vicerrectora con un gesto adusto.

—Hernán Fuentes Marcol me tendió una trampa y no podía quedarme de brazos cruzados, viendo cómo se salía con la suya.

—¿Esa es su defensa?

—Él está obsesionado con Martina Nielsen —suspiró—; me utilizó para conquistarla y luego, cuando me harté de ayudarlo, me clavó un puñal por la espalda, dejándome muy mal parado; haciéndome ver como un inescrupuloso a los ojos de todos mis amigos.

—¿Entonces se pelearon por una chica? —sonrió.

—Es más complejo que eso —se excusó, resignado.

—Como yo lo veo, usted no pudo ni supo tolerar que el señor Fuentes Marcol iniciara una relación sentimental con la mujer en cuestión, y reaccionó como un despechado, queriendo con los puños solucionar lo que no pudo por otros medios más civilizados.

—Está divagando —sonrió nervioso.

—¿Le dice loca a la vicerrectora?

—Solo digo que Hernán debiera estar sentado aquí, dando explicaciones de sus actos, y no yo.

—¿Está diciendo que interroguemos y castiguemos al sujeto que fue brutalmente agredido mientras disfrutaba de una fiesta de cumpleaños?

—¿Brutalmente agredido? —preguntó frunciendo el ceño—. Solo fue un arrebato.

—¿Se escucha señor Lario? Si no lo conociera creería que se ufana de su accionar.

—¿Todo esto es porque soy becado, cierto?

—Será mejor que no continúe por esa vía —amenazó el rector—, no me gusta lo que insinúa y haré de cuenta que no lo dijo.

—¡Es cierto! —vociferó abriendo los brazos de par en par—. Si tuviese dinero como Fuentes Marcol, de seguro me harían una leve reprimenda y me enviarían a casa a reflexionar; pero como soy apenas Lario, entonces debe caer el apocalipsis sobre mí.

—Por mucho que se enoje con el mundo, la Universidad se enorgullece de tenerlo como estudiante —dijo el rector mientras revisaba la planilla de calificaciones—; es sin duda de los mejores que han pasado por aquí; sin embargo, no podemos obviar su completa falta de disciplina.

—¿Y qué sucederá conmigo?

—Antes que nada, déjeme decirle que la denuncia no fue hecha por la víctima directa de su desidia, sino por el propio Ricardo Nielsen; el padre de Martina —señaló el rector, mostrándole una queja firmada por el denunciante—. Me temo que equivocó el oponente para iniciar una guerra.

—No inicié nada.

—Es un berrinche que le costará caro, eso se lo aseguro.

—Ni siquiera ocurrió dentro de la Universidad —se quejó.

—¿Entonces debemos aceptar ladrones y asesinos porque cometen los delitos fuera de nuestros muros?

—Fue solo una pelea —se lamentó.

—De la que usted no parece arrepentirse —le recriminó la vicerrectora.

—¿De eso se trata? —preguntó frunciendo el ceño—. Puedo disculparme con Hernán y con Martina en este preciso instante, si eso los hace felices.

—Ya es tarde para puestas en escena.

—¿Entonces?

—De momento será suspendido —dijo el rector, reclinándose sobre el respaldo de su silla—. Los directivos se reunirán en tres días para tratar su caso y determinar los pasos a seguir.

—Supongo que no puedo apelar esta injusticia…

—Que tenga buen día señor Lario.

El horizonte pintaba oscuro para el niño prodigio, que no hacía más que acumular escándalos desde que abandonó el perfil bajo que supo lucir con elegancia, para mezclarse en el fango siempre turbio de la popularidad, sin estar listo para sobreponerse a las ineludibles salpicaduras.

Así, mientras luchaba por no ser visto como un hedonista, sin miramientos, aprendía de la peor manera que, en cuestiones del corazón, no se puede confiar en nadie y mucho menos en aquellos que no dudan un instante en sacar provecho de las debilidades ajenas para volcarlas a su favor.

En ese contexto, a punto de ser despojado de toco cuanto le importaba en la vida, Santino solo podía lamentarse –y reprocharse- haber ocultado sus sentimientos y quedar, a los ojos de Martina, como un engatusador profesional.



#8844 en Joven Adulto
#34696 en Novela romántica

En el texto hay: jovenes, pasion, desamor

Editado: 02.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.