Se ama pero no se compra

Capítulo XIII. Volver a empezar

Es común escuchar decir que existen múltiples verdades sobre un asunto, dependiendo del punto de vista; otros, sin embargo, afirman que la verdad es una sola y luego existen infinidad de opiniones sobre el hecho en cuestión. Sea como fuere, la realidad imperante era que Martina había comenzado a desandar el universo laboral sin más avales que los que otorga la propia voluntad, y lo que sería admirable o digno de ser resaltado, solo trajo un vendaval de conflictos y discusiones que no hicieron otra cosa que agrietar, aún más, las tensas relaciones en la vida de los Nielsen.

Con las emociones a flor de piel, y la templanza pendiendo de un hilo, Ricardo exigía de su hermano una explicación, una excusa valedera que justificara el pésimo consejo que, a su juicio, había hecho que su hija se desviara del camino diagramado para ella.

—Ella es una mujer adulta, ya tiene 18 —se excusó—; no puedes decirle qué hacer; o mejor dicho, obligarla a desfilar por el sendero de rosas que desperdigaste para ella.

—¿Con qué autoridad tú…

—¡Soy su tío! —interrumpió vehemente.

—Pero esta es mi casa y abusaste de nuestra confianza —le reprochó furioso—; te dimos una mano y nos agarraste el codo como siempre lo haces.

—¿Cuál es el problema con que Martina haya empezado un trabajo de medio tiempo? Debieras agradecerme que tomará las riendas del imperio de su madre, con más experiencia de la que hubiera tenido si solo se sentaba a esperar la oportunidad.

—Tú no decides eso —insistió—. Con Amalia estuvimos de acuerdo en que primero debe terminar los estudios.

—Ya sé lo que sucede aquí —sonrió ladeando la cabeza para todos lados—, no confían en mí, como siempre, y creen que de algún modo estoy aprovechándome de Martina…

—Si creyéramos eso, ya te hubiera sacado a patadas de mi casa.

—¿Entonces por qué no puedes ver que ella es feliz ganando su propio dinero?

—¿Qué ganas tú con todo esto?

—¡Lo sabía! —gritó tomándose la cabeza, haciendo todo tipo de ademanes al viento, ofendido hasta las entrañas—. Siempre se trata de lo mismo, no pueden evitar mirarme de reojo por los errores del pasado.

—¿Ahora resulta que eres una víctima?

—Desde que puse un pie en esta casa, Maby me trata como un criminal y tú siempre me regañas, como cuando éramos chicos, sin siquiera molestarte por conocer los hechos.

—¿Quieres saber por qué mi esposa duda de tu buena voluntad? —preguntó con ironía—. ¿Quieres una lista de las veces que te tendimos una mano?

—¿Me lo echas en cara?

—Nos molesta que seas un desagradecido y tropieces ciento cincuenta veces con la misma roca, y luego vengas aquí a pintarnos como ogros…

—Entonces siempre estaré bajo la lupa —interrumpió apenado—, condenado de antemano, sin importar lo que haga.

—¿En serio usas ese artilugio de piscología inversa para hacerme sentir mal?

—De acuerdo —suspiró—, calmémonos un poco, no llegaremos a buen puerto gritando como desquiciados.

—Sinceramente me da gusto que estés en mi casa, que seas un tío presente para mis hijas; pero por favor consulta conmigo antes de alentar a alguna de ellas a hacer algo, aunque tengas las mejores intenciones.

—Martina estaba muy enojada por tu proceder con su amigo de la escuela.

—Sí, lo sé.

—Dijo que la tratabas como si fuera una niña; quería demostrarte que era una adulta, que podía tomar sus propias decisiones.

—¿Por eso le conseguiste un empleo? —sonrió—. Si lo que quería era independizarse, yo pude haberle conseguido un trabajo.

—De ese modo hubiera continuado atada a ti.

—Por como lo veo, no llevó su curriculum a una empresa y esperó ser entrevistada para calificar a un puesto; entró directamente gracias a tus contactos; no hay mérito verdadero en eso.

—Solo necesita sentirse libre, lejos de tus garras.

—Quiero lo mejor para mi hija —dijo con un nudo en la garganta.

—Todo el mundo sabe eso, pero debes darle tiempo.

Luego de un momento de máxima tensión, donde los gritos y reproches acapararon la escena, la reflexión y el entendimiento por fin parecían hacerse presentes. No obstante, si después del huracán llega la calma; después de la calma, irrumpió el huracán Martina y todo se desmoronó más rápido de lo que tardaron en construirlo.

—Le daré algo de espacio —suspiró—, pero necesito que te vayas cuanto antes de esta casa.

—De acuerdo, lo entiendo; nunca debí haber venido.

—¿Qué sucede? —irrumpió Martina al regresar de su primer día laboral.

—Tu padre está echándome de su casa —respondió Gerardo con las manos en jarra y la mirada en el techo.

—¿Disculpa?

—Al parecer no soy bien recibido, ni soy buena influencia para ti y tu hermana.

—Jamás dije eso —se apuró Ricardo.

—¿Qué sucede contigo papá? —preguntó con los ojos desorbitados.



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En el texto hay: jovenes, pasion, desamor

Editado: 02.08.2020

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