Se ama pero no se compra

Capítulo XV. Conflicto en puerta

Se sabía que estaba nervioso, que nunca había hecho nada parecido en su vida; y era consciente de que no era normal golpear la puerta de un completo extraño y decirle que has venido a ayudarlo, en son de paz, por mera humanidad.

Si a la estrambótica situación, se le añade la timidez innata de Santino; y el hecho de conocer de antemano el carácter poco amistoso de su anfitrión; entonces se comprende mejor por qué, a pesar de que el viento corría furioso y el ambiente gélido penetraba impune la carne, permaneció frente a la casa, inmutable, atónito, temeroso; pensando las palabras certeras que le permitieran ganar en confianza y entregar de movida la mejor impresión.

Luego de un par de minutos que parecieron horas, llevó las manos a su boca para entibiarlas un poco y emprendió el camino con decisión, derrochando en cada paso un poco de la altanería que no tenía pero se ufanaba de simular. Sin embargo, cuando nada parecía alterar el destino y echar atrás una decisión tomada, el frío estremecedor de un objeto pesado oprimiéndole la espalda, lo puso al borde del paro cardiaco, justo en el instante en que se disponía a tocar el timbre.

—Y un día nos conocemos —dijo la voz recia de un hombre mayor—. Llevaba largo tiempo ansiando este momento.

—¿En serio? —preguntó Santino dándose vuelta despacio, con las manos en alto en señal de rendición.

Ahí parado, vestido apenas con una vieja sudadera blanca, soportando estoico las adversidades climáticas, un anciano de pelo canoso despeinado, apuntaba su viejo rifle directo al pecho de Santino que permanecía inmóvil, sin palabras, sin reacción.

—Ya perdí la cuenta de todo lo que robaste de nuestro jardín, pero te sorprendí infraganti, a punto de cometer un nuevo atraco, y voy a cobrarme cada una de tus fechorías.

—Señor… —dijo tragando saliva, tartamudeando—, me parece que hay un mal entendido; me confunde con otra persona.

—¿Acaso crees que voy a caer en ese viejo artilugio? —preguntó frunciendo el ceño—. Le prometí a mi esposa que te atraparía y por fin he cumplido la promesa.

—Yo no le he robado nada, yo solo vine porque…

—¡Porque te sorprendí! —interrumpió vehemente, presionando más y más el cañón de su escopeta contra el pecho de Santino—. El único motivo por el que no has sustraído ningún objeto, es porque te sorprendí en el acto.

—Solo iba a tocarle la puerta —se excusó.

—¿Por qué traes esos bolsos? ¿Acaso desvalijaste a otros vecinos y te proponías continuar en mi humilde morada tu raid delictivo?

—Si tan solo dejara de decir pavadas y bajara su rifle, estoy seguro de que puedo convencerlo de que todo se trata de una terrible confusión.

—¿Te atreviste a insultarme? —preguntó abriendo enormes sus ojos color avellana.

—Solo déjeme explicarle.

—Yo te lo explicaré a ti —tosió en forma de catarro seco—. Pensaste en aprovecharte de la indefensión de dos viejos que no opondrían resistencia, pero ya ves, no te saldrás con la tuya.

—Señor Nielsen, debiera entrar a su casa y abrigarse.

—¡No me digas qué hacer!

—¿Sabe Mirna que usted está aquí afuera, congelándose vivo?

—No te atrevas a mencionar el nombre de mi esposa —respondió apoyando su escopeta en la frente de Santino—. El solo hecho de que continúes respirando, contamina nuestro hogar.

—Estoy aquí porque su nuera me envió con provisiones.

—¿Cómo? —preguntó frunciendo el ceño.

—Me llamo Santino Lario y vengo de la capital, solo para ayudarlo a pasar el invierno.

—Mientes…

—¿Acaso Maby no le dijo que vendría?

—Ella no…

—Pues, le hubiera encantado venir como todos los años, pero tuvo un imprevisto de último momento que la obligó a permanecer en su casa.

—¿Cómo sé que no es el guión bien estudiado de un ladrón que busca hacerme bajar la guardia?

—Puedes revisar los bolsos y constatar que traje provisiones —respondió deprisa—, o mejor aún, puede llamar a Amalia y preguntarle usted mismo.

—¿Cuál es el apellido de mi nuera?

— Klishenko.

—¿Cómo se llaman mis hijos?

—Ricardo y Gerardo —respondió esbozando una sonrisa—. ¿En serio en necesario este interrogatorio?

—Mis nietas, di sus nombres.

—Martina y Ema.

—¿En qué escuela estudiaron?

—Rolloway.

—Bien —suspiró bajando su rifle—, pasaste la prueba.

—¿Entonces me cree?

—Claro, Maby llamó para decir que vendrías —sonrió malicioso—, pero te esperábamos hace varias horas.

—¿Me está diciendo que todo se trató de un juego? —preguntó con los brazos abiertos de par en par y el rostro desfigurado.

—Solo no le digas a mi esposa —se apuró mientras tomaba su estómago acalambrado de tanto carcajear—, o me enviará a dormir con las ovejas.



#8842 en Joven Adulto
#34682 en Novela romántica

En el texto hay: jovenes, pasion, desamor

Editado: 02.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.