Se ama pero no se compra

Capítulo XVII. Desafíos y desafiantes.

—¡Estuviste fantástica ahí adentro! —dijo Leandro estrechándose en una abrazo intenso con Martina.

—¿Tú crees? —preguntó incrédula.

—Quedaron fascinados con tus ideas. Confía en mí, conozco a esos tiburones y no se impresionan con facilidad.

—Me alegra haber ayudado —sonrió.

—¿Qué harás al mediodía?

—Supongo que trabajar en la próxima campaña con el resto del grupo.

—¡Tonterías! Deja que ellos se ganen el pan, tú a partir de ahora trabajas para mí.

—¿Disculpe? —preguntó frunciendo el ceño.

—Me refiero, a que estarás codo a codo conmigo, secundándome en cuestiones de mayor relevancia.

—Señor, le agradezco un montón tamaño halago y consideración pero mis compañeros van a odiarme.

—Martina… —suspiró—. Esta es una empresa multinacional, la competencia es atroz y descarnada; ya no estás en la escuela discutiendo las calificaciones con un profesor.

—Entiendo eso pero…

—¿Almuerzo entonces?

—Por supuesto —dijo con una sonrisa fingida, sin dejar de mover sus manos.

—¡Excelente! Ahora ve al primer subsuelo y dile a Anthony que te envié a buscar las carpetas de Bronson Air.

—¿Anthony?

—Es un sujeto calvo, con cara de pocos amigos y voz de locutor frustrado que se ocupa de almacenar antiguos contratos, recibos, tendencias y campañas de años anteriores.

—Pensaba que vivíamos en un mundo digital —dijo mordaz.

—Hay cosas demasiado valiosas como para dejar a merced de los hackers.

—Sí, solo bromeaba.

—Que te dé las carpetas; se las dejas a mi secretaria y nos vemos a las 12hs en punto en el restaurante de la esquina.

—Enseguida.

—Ah, casi lo olvido —dijo antes de ingresa a su oficina—, tienes mucho potencial Martina, en serio lo tienes.

—Gracias señor.

Todo estaba pasando tan rápido que era difícil de asimilar. Por un lado, al fin era la protagonista del sueño que había estado persiguiendo hacía tiempo, pero a la par también, no conseguía desligarse de la tediosa manía de convertirse en el foco de atención con todo lo que ello implica.

—A ti te estábamos buscando —dijo Fernanda Campos, acorralando a Martina a la salida del ascensor en el subsuelo, en compañía de Estefanía Mileti, su ladera fiel.

—Pues, parece que me encontraron.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Acaso piensas que eres la primera que se hace la mosquita muerta para escalar posiciones de modo poco decoroso?

—No sé de qué estás hablando, pero no me gusta nada lo que insinúas —dijo Martina tragando saliva, literalmente entre la espada y la pared.

—Los pasillos murmuran…

—¿Y qué dicen?

—¡Imagínate! Una don nadie sin ninguna experiencia ni talento aparente, de pronto, de buenas a primeras, en un pestañar, se transforma en la favorita de uno de los jefes más influyentes de la marca.

—Lamento que Leandro me haya elegido por sobre ustedes para trabajar con él —tiró sin filtro—; fue su decisión, no mía.

—Y tú simplemente acatas órdenes —dijo Estefanía con sorna, roja de rabia—. Encima tienes el descaro de llamarlo por su nombre.

—Lo siento, de ahora en más, le diré señor Constantino.

—¿En serio pensaste que ibas a pasar desapercibida, que puedes tomarnos por estúpidas?

—Si tanto les molesta, hablen con él ustedes mismas o presenten una queja en Recursos Humanos —dijo antes de pretender marcharse para ser estampada con violencia contra una columna.

—Sabemos quién eres Nielsen y no estamos dispuestas a cruzarnos de brazos mientras te apoderas de lo que es nuestro. ¡Trabajamos duro para obtener lo que tú conseguiste con una sonrisa!

—Creo que me juzgan mal, yo…

—Conocemos de sobra a las niñas mimadas que vienen de cuna de oro como tú —interrumpió Fernanda vehemente, amagando con golpearla en la cara pero estrellando la palma de su diestra contra la pared, a centímetros de Martina.

—¿Por qué lo están haciendo personal? Solo soy una más, como cualquiera de ustedes.

—Eres hija de Amalia Klishenko y Ricardo Nielsen; no eres una más.

—Sí, tiene razón, eres una acomodada, una portadora de apellido inmunda que pretende apropiarse de todo —remató Estefanía sin superar la excitación.

—¿Acaso no había sitio para ti en las cientos de empresas de tu madre? —preguntó Fernanda abriendo los brazos de par en par—. ¿Por qué estás aquí?

—Quiero hacer algo por mí misma.

—Pues déjame decirte que te contrataron por tu apellido y que Leandro, a quien piensas que cautivaste por tu talento, te quiere cerca porque tu sangre es un imán para los negocios.



#8845 en Joven Adulto
#34710 en Novela romántica

En el texto hay: jovenes, pasion, desamor

Editado: 02.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.