Se ama pero no se compra

Capítulo XXI. Para bien o para mal

—El jefe aceptó tu pago de buena fe, pero quiere que sepas que estás muy lejos de saldar tu deuda.

—Es todo lo que puedo pagar por el momento.

—¿Crees que a Palarski le importa tu situación financiera? —sonrió—. En unos días, reclamará la segunda cuota y no tolerará retraso alguno.

—¿Tienes idea de lo que tuve que hacer para pagarle? —preguntó Gerardo frunciendo el ceño—. ¡Tuve que estafar a mi propia sobrina! He traicionado a la sangre, no tengo perdón.

—Ese es problema tuyo…

—Mi hermano va a matarme cuando se entere que fingí invertir los ahorros de Ema y los utilicé para llenar las arcas de un usurero inescrupuloso.

—¡Cuidado señor Nielen! —vociferó el matón—. Nadie lo obligó a solicitar un préstamo al que luego no podría hacer frente.

—Fracasó mi negocio —se excusó—, ya no tengo de dónde sacar dinero.

—Pídale a su hermano; él tiene de sobra.

—No puedo hacerlo —respondió con las manos sobre la nuca, pensativo—. Me mataría antes de que pudiera brindarle cualquier explicación.

—Conoce las reglas…

—¿Qué quieres decir con eso?

—Si no hay efectivo, el señor Palarski querrá cobrar en especies.

—Que venga por mí, ya no voy a continuar huyendo.

—¿Qué ganaría con arrebatar tu miserable vida? —sonrió—. Asesinándote, solo te libraría de la deuda y él no obtendría más que una satisfacción pasajera.

—¿Entonces?

—No debería decir esto, pero el jefe posó sus ojos sobre Martina.

—Dile que se aleje de mi sobrina —respondió apretando los puños, impotente.

—Se acabaron los acertijos; pagas o verás a la jovencita sacrificarse por ti.

—Tal vez pueda golpear un par de puertas; todavía me quedan algunos amigos a los que puedo pedirles prestado…

—¿Y alargar la agonía? Ambos sabemos que no puedes afrontar el monto total.

—¿Entonces me siento a ver cómo martirizan a mi sobrina? —preguntó frunciendo el ceño.

—Solo hazte a la idea de que en esta partida perderás; ahora tú decides qué es menos doloroso: ser desterrado o cargar con la sangre de una inocente.

Mientras en la oscuridad se tejían los pormenores de un futuro trágico y siniestro, en la Universidad Rolloway, el grupo más mentado continuaba paseando sus penas por los pasillos e inundando las cafeterías de lágrimas adoloridas que, sin embargo, no esperaban algo más que compañía para evitar la pesadilla de transitar en soledad el gélido páramo de la desesperanza.

—A ver si entendí bien —dijo Úrsula mientras revolvía incesante su capuchino— ¿Captaste la atención de un portentoso y apuesto gerente comercial, pero decidiste no trabajar a su lado porque dos mujeres despechadas y envidiosas te amenazaron?

—Era difícil saber si me eligió por mi capacidad o por el apellido.

—¿Vas a disculparte por ser la heredera de un imperio?

—No, claro que no —suspiró—, pero en mi primera experiencia fuera de las empresas de mi familia, esperaba ser una más, iniciar de abajo, construir mi propio camino sin que nadie tuviera conmigo un trato especial.

—¿Al menos sigues en contacto con el tal Leandro?

—Tengo muchas cosas en mi cabeza ahora mismo…

—¿De verdad estás enamorada de Santino, cierto? —preguntó Ludmila esbozando una sonrisa tibia.

—Sentí algo por él, desde que volví a la escuela luego de mi reclusión forzada —añoró—. Jamás quise admitirlo, pero sabía que me pasaban cosas; no sé cómo explicarlo, pero de repente, un chico invisible, al que nunca había mirado ni para saludar, se colaba en mi almohada todas las noches y no me dejaba en paz ni por un segundo.

«Sabe Dios que traté de borrarlo de mi mente; incluso llegué a pelearme con él una docena de veces solo para sentir que estaba en control de la situación cuando, en realidad, solo alimentaba el sentimiento que crecía fuerte dentro de mí.

Por eso, cuando Hernán me hizo creer que Santino estaba interesado en Sofía, enloquecí. Llevaba tiempo esperando que nuestras estrellas se tocaran y esa noticia me quitó por completo de balance, pude sentir el corazón envejeciendo cual pasa de uva.

—Pero tú lo echaste de tu cumpleaños…

—¿Qué podía hacer? Estaba muriéndome por dentro, deseando otorgarle el beneficio de la duda, pero para el mundo, no podía mostrarme vulnerable ni dubitativa; tenía que ser la Martina Nielsen fuerte que no se deja avasallar por ninguna situación, por desbordante que fuera.

—Sin embargo, cuando se descubrió toda la verdad, tampoco lo perdonaste.

—Quise hacerme la difícil —sonrió—, jamás pensé que se iría al otro lado del país.

—Hablando de eso ¿Qué fue a hacer a las montañas?

—No me lo dijo…

—¿Y no te da curiosidad?

—Hace un par de noches me llamó, de la nada, y dijo que me extrañaba…



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En el texto hay: jovenes, pasion, desamor

Editado: 02.08.2020

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