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Capítulo 1: Otro día miserable

Capítulo 1: Otro día miserable

El sol se levanta en todo su esplendor recordándome que inicia un día más en el cual seré miserable. Me remuevo en la cama con pocas ganas de levantarme aferrándome a mi cobertor. Si algo no puedo criticar de la casa de mi jefe —porque sí, vivo con mi jefe — es que me asignó una buena habitación que tiene todas las comodidades básicas.

La verdad, es que cualquiera en mi lugar podría amarlo. Claro, es simple verlo de lejos y fantasear con ese hombre de pelo castaño y brazos tonificados, pero, vivan con él para que entiendan mi martirio. No solo tendrán que aguantarlo a él, sino también a su pequeña de cinco años, Annalise.

Aquel engendro de sonrisa radiante se oculta en el cuerpo de una frágil e inocente niña, pero la verdad es que se trata de un pequeño demonio berrinchudo. Hace pataletas a diestra y siniestra demostrando que es una copia fiel de su padre. La historia de Ian —mi jefe— en el amor es algo extraña.

En resumen, se enamoró de alguien, tuvo un hijo con esa persona, pero dicha mujer se casó con otro. Aparentemente, él no ha tenido nada serio con nadie luego de eso y por sus escritos se le conoce como un hombre torturado que sufre por amor. Más que torturado, tengo la idea de que nadie lo soporta.

Me acomodo mejor en la cama cuando mi teléfono suena con el característico sonido del despertador. Se me escapa un gruñido y me levanto con pereza. Inhalar profundo no me ayuda a relajarme porque últimamente he tenido mucho estrés. He tenido más responsabilidades en la empresa en la que trabajo, estoy en proceso de divorcio y por cosas de la vida terminé viviendo con mi jefe.

¡Es todo un lío! Actualmente no me puedo dar el lujo de renunciar dado que también tengo problemas de dinero y la dueña de la empresa para la que laboro es nada más y nada menos que mi mejor amiga. Sé que actualmente ella anda en muchas cosas, así que no quiero generarle complicaciones. Por eso, me he callado mis problemas y he pretendido que todo está bien, cuando nada está bien.

Hago un llamado de auxilio, no sé si alguien me escuche, quizá mis palabras no lleguen a ningún lado. Pero hay momentos en los que tengo la sensación de que no puedo más. Esta vida sobrepasa mis fortalezas y capacidades. Pero ¿Qué puedo hacer? No soy ninguna niña, tengo 30 años y se supone que a estas alturas ya debería velar por mí misma.

Lo cierto es, que mi vida ha sido una desgracia tras otra y hoy me he levantado con una sensación de pesadez que nubla mis sentidos. Nada está bien, estoy al borde. No puedo resistirlo. Por otro lado, mi habitación tiene su propio baño, así que me aseo tan rápido como puedo. Tras alistarme y verme presentable, abandono mi alcoba topándome con dos de las personas que amargan mi existencia.

Ian ayuda a Annalise a atarse la cuerda de los zapatos. La pequeña de cabello castaño con destellos dorados pone sus manitas en el rostro de su padre. La escena resulta bastante tierna, pero de un modo u otro a mí me genera cierto vacío en el pecho, así que desvío la mirada y voy con paso confiado a la cocina tras decir un “Buenos días”.

—El desayuno está listo, la cena te toca a ti —me avisa mi jefe haciendo que ruede los ojos. Es insufrible.

—Lo sé.

Llevamos tres semanas viviendo juntos y nos hemos compartido las tareas del hogar. En cuanto a la comida, nos turnamos, pero lo cierto es que cocina mucho mejor él que yo. Como no tengo carro, cuando Ian lleva a su hija a la escuela me pasa dejando por el trabajo. Cualquiera lo vería raro, hasta yo lo vi extraño, pero parece que él solo peca de ser amable, al menos cuando quiere serlo.

Porque el hombre en cuestión nunca ha dicho algo raro, no me ha lanzado indirectas y tampoco lo he pillado mirando mí escote. Se supone que soy su editora, así que él no debería quitarme tanto tiempo, pero cuando se trata de escribir, Ian genera muchísimo contenido y yo tengo que estar revisando parte por parte. Por eso lo detesto, solo me genera trabajo y cuando edito un texto, resulta que él lo cambia todo y debo revisarlo de nuevo.

Como rápido el revoltillo que él preparó y me tomo mi café, mientras Annalise comienza a cantar y a correr de un lado a otro.

—Apresúrate Cate, por tu culpa llegaré tarde a la escuela —me regaña la niña cruzando los brazos rechonchos. Lo confirmo, es igual que su padre.

—Ya voy terminando —respondo con desgana al momento en el que me meto bocados más grandes de comida. Estas dos personas me terminarán matando en cualquier instante y lo peor es que no tengo a donde ir. No hay muchas opciones para mí ahora.

Cuando termino de comer los tres partimos a la escuela de la niña, ambas vamos en el asiento trasero puesto que así la sostengo ya que quiere estar de un lado a otro. Ella comienza a gimotear cuando no la dejo asomarse por la ventana.

—No te quiero —chilla —quiero a mi mami.

—El sentimiento es mutuo —respondo y por el espejo retrovisor veo la mirada de reproche que me dedica Ian.

—¿Qué es mutuo? —pregunta ella sin comprender.

—Que las dos sentimos lo mismo.

Annalise parece pensarlo durante un rato.

—No te quiero —dice de nuevo estudiándome con sus ojos castaño claro.

—Yo tampoco.



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En el texto hay: familia, escritor, pareja

Editado: 05.11.2021

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