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Capítulo 4: Relaciones del pasado

Capítulo 4: Relaciones del pasado

Mi ex o bueno, esposo aún puesto que aún no está oficializado el divorcio, tiene una barba de semanas, el cabello despeinado, ojeras y una gorra mugrienta que va con su atuendo igual de descuidado. ¿En qué se ha metido? ¿Por qué parece prófugo de la justicia? Sin embargo, eso no es lo que más me preocupa. ¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Me siguió?

—¿Qué haces aquí? —interrogo tratando de que no se muestre el temor en mi voz.

—¿Podemos hablar en otro lugar?

Miro inquieta de un lado a otro. No creo que vaya a matarme puesto que él fue quien me envió los papeles de divorcio. ¿Querrá dinero? Solo se me ocurre eso. Miro mi reloj, no tengo tiempo para invertirlo en él, así que solo le digo:

—Sube. —Una vez que está en el auto añado —tienes 15 minutos en lo que llego al trabajo —explico para luego comenzar a conducir.

—¿Estás viviendo bien no? —cuestiona recorriendo el vehículo con una mirada cargada de envidia —te molestas porque embarazo a otra, pero tú no esperas ni a que el divorcio sea oficial para meterte con otro tipo.

Trago saliva y aprieto el volante con fuerza.

—¿Es sobre eso que quieres hablar? —Replico —porque si quieres que suelte la lengua créeme que no la pasarás nada bien Joaquín. Si seguirás hablando mierda mejor bájate del puto auto.

Busco un espacio para estacionarme y tras apagar el vehículo me giro hacia el furiosa. Si algo no tengo, es filtro y créanme si digo que le aguante mucho a este zopenco.

—Y antes de que lo preguntes, —aclaro —no tengo dinero.

Joaquín eleva sus manos y noto la preocupación en su rostro.

—Estoy en problemas Cat —admite decaído. —No tengo a quién más recurrir.

— ¿Es por lo de la hipoteca no? —pregunto sintiendo lastima por él. Me hizo daño sí, pero me ayudó en cierto momento así que me sentiría mal si le doy la espalda del todo. Al menos puedo escucharlo ya que dinero no pienso darle.

—Es más grande que eso. Estoy en peligro. —se rasca de forma compulsiva el brazo —bueno, estamos.

—¿Estamos? Eso me suena a poliedro y te recuerdo por si se te olvidó que ya no soy tu esposa.

—Ante la ley lo sigues siendo, para ellos lo sigues siendo.

—¿Quiénes son ellos? —inquiero. Pero él le quita el seguro al auto para bajarse.

—Cuando llegue el momento espero que estés lista —es todo lo que dice antes de marcharse a paso veloz. Me quedo estática con la vista perdida en la nada. ¿A qué se refiere? ¿De qué “ellos” habla? Solo se me ocurre que mi ex, mejor dicho, por desgracia mi esposo, anda metido en líos bastante grandes. ¿Les deberá dinero a más personas? ¿Será que no es solo la hipoteca?

Con aquellos pensamientos en la cabeza me dirijo hasta el trabajo. Pluma Digital C.A está en pleno auge, así que la mañana se me pasa en un parpadeo. Durante estos días Ana y yo nos hemos vuelto cercanas, así que planeamos ir hasta un restaurante cercano, cuando mi teléfono comienza a sonar. No necesito ver el remitente para recordar algo que se me había olvidado: Annalise.

—Lo siento Ana, debo hacer algo ahora —me excuso y comienzo a trotar hacia el estacionamiento. Tomo mi teléfono en medio del trote y le respondo la llamada a Ian.

—¿Ya buscaste a Anna?

—Estoy cerca —miento, aunque si lo ponemos en perspectiva, mentira no es, estoy cerca del carro después de todo.

—Ok, gracias Cateherin.

—De nada —digo y le cuelgo. Entro en mi modo “Toretto” un personaje de “The Fast and the Furious” y abandono la compañía en medio de rugidos del motor.  Los semáforos no parecen estar de mi lado (todos los que encuentro en el camino están en rojo), así que llego a la escuela con retraso.

Retirar a la niña del colegio es todo un proceso. Me hacen algunas preguntas y luego llaman a Ian. Una vez que se aseguran de que no soy una secuestradora de niños traen a la pequeña consigo quien tiene los ojos llorosos y una mirada furiosa.

—Llegas tarde —me recrimina haciendo un puchero.

—Había mucho tráfico.

—¿Qué es tráfico? —interroga mientras caminamos al auto.

—Cuando hay muchos autos en el camino —explico con toda la paciencia del mundo.

—¿Qué comeremos hoy?

Tomo aire implorando calma, los niños y sus preguntas que nunca terminan.

—Comida —respondo solo por molestarla.

—¿Qué comida?

Me detengo a pensarlo. Si Ian sigue mal del estómago no debería hacer pasta… ¿Quizá una sopa? Las pastas y las sopas son lo único que me queda bien. Del resto, mis habilidades culinarias van en picada. Claro, a eso le sumamos freír un huevo, tostar un pan y cosas así, ese tipo de cosas me quedan 10/10.

—Sopa.

—Guácala —hace una mueca de desagrado —odio la sopa.

—Tendrás que comerla igual.

Antes de llegar a la casa, paso comprando algunas verduras y ya por fin cuando vislumbramos la vivienda me percato de que Ian nos está esperando afuera. Se ve más pálido aún. Ni siquiera me he bajado del vehículo cuando ya comienza a hacerme reproches.



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En el texto hay: familia, escritor, pareja

Editado: 05.11.2021

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