En el colegio San Martín, había una pequeña sala de ciencias donde los estudiantes podían observar diferentes animales y aprender sobre ellos. Uno de los animales más fascinantes era una serpiente que vivía en una caja de cristal. Mía y Lili siempre curiosas y traviesas, decidieron que era el momento perfecto para hacer una de sus bromas.
Un día, durante la clase de ciencias, las mellizas notaron que la profesora había dejado la sala de ciencias abierta mientras iba a buscar unos materiales. Aprovechando la oportunidad, Mía y Lili se acercaron a la caja de cristal.
—¿Qué tal si hacemos que parezca que la serpiente se ha escapado? —sugirió Lili, con una sonrisa traviesa.
—¡Sí! Eso asustará a todos —respondió Mía, riendo.
Las dos niñas encontraron una cuerda delgada y la ataron a la tapa de la caja de cristal, dejándola ligeramente abierta. Luego, colocaron una serpiente de juguete en el suelo, justo al lado de la caja. Con todo listo, se escondieron detrás de una estantería para ver el espectáculo.
Cuando la maestra regresó con los niños, notaron de inmediato que la tapa de la caja estaba abierta y que había una serpiente en el suelo. Los gritos y el caos no se hicieron esperar.
—¡La serpiente se ha escapado! —gritó uno de los niños.
La maestra, tratando de mantener la calma, se acercó con cuidado a la serpiente en el suelo. Al darse cuenta de que era de juguete, suspiró aliviada y miró alrededor del salón.
—Lili y Mía, sé que fueron ustedes —dijo, con una mezcla de exasperación.
Las mellizas salieron de su escondite, tratando de no reírse demasiado fuerte.
—Lo sentimos, maestra. Solo queríamos hacer algo divertido —dijo Lili, con una sonrisa inocente.
La maestra no pudo evitar sonreír ante la creatividad de las niñas.
—Está bien, chicas. Pero la próxima vez, asegúrense de que su broma no cause tanto pánico —dijo, guiñándoles un ojo.
Las mellizas asintieron, prometiendo ser más cuidadosas en el futuro. Mientras se alejaban, Mia susurró a su hermana:
—Creo que nuestra próxima travesura debería ser aún más grande.
Lili sonrió, sabiendo que con Mía a su lado, siempre habría una nueva aventura esperando. Pero está vez la maestra las llevo a la dirección, ya que eran demasiadas las travesuras que habían hecho en la semana.
— Te dije que no sacarás la serpiente de la caja de cristal. —le decía Mía a su hermana Lili.
— Hay si cuidado, entonces para que tienen a esa culebrita allí metida.
— Hay no Lili, sabes que solo es para observar y vienes tú.
— Tú... Tú... Bueno pobrecita culebrita, además ya está en su caja de cristal, no la sacamos del todo solo la pusimos en otra caja, para hacer la travesura con la de goma.
— Claro, ero igual estamos aquí.
— Ahh... Bueno pobrecita culebrita igual y solo la cambiamos de sitio.
— Lili, por está travesura sabes que ahora mamá va a venir por nosotras y la directora le contará lo que hicimos.
— Qué le cuente, además tengo un sorpresa para ella.
— Lili que hiciste.
Pues ese día Lili decidió que era la hora de hacerle una broma a la directora, la señora Martínez, quien siempre parecía tan seria y estricta.
Mientras que la directora no estaba en la oficina las mellizas traviesas, tenían un plan que haría de ese día sería inolvidable. Habían decidido hacerle una broma a la directora, la señora Martínez, conocida por su seriedad y su estricta disciplina. En ese momento las mellizas sabían que la directora tenía una reunión importante y querían hacer algo que la sorprendiera.
—¿Estás segura de que esto funcionará? —preguntó Mía, mirando a su hermana con una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Claro que sí. Solo necesitamos un poco de pegamento y estas serpentinas —respondió Lili, mostrando los materiales que habían traído del salón de clase.
Las dos niñas trabajaron rápidamente, pegando las serpentinas en la parte superior de la puerta de la oficina de la directora. Luego, colocaron un pequeño ventilador en el suelo, apuntando hacia la puerta. Cuando la señora Martínez abriera la puerta, el ventilador se encendería y las serpentinas volarían por toda la oficina.
—¡Perfecto! Ahora solo tenemos que esperar —dijo Lili, sonriendo.
Las mellizas se escondieron detrás del escritorio, esperando a que la directora regresara. No tuvieron que esperar mucho. La señora Martínez llegó pero no estaba sola con ella estaba su madre Valeria. En cuanto la puerta se abrió, el ventilador se encendió y las serpentinas volaron por toda la habitación, cubriendo a la directora y a su madre con una lluvia de colores. La señora Martínez se quedó congelada por un momento, sorprendida por lo que acababa de suceder.
—¡¿Qué es esto?! —exclamó, tratando de quitarse las serpentinas de encima.
Su madre no pudieron evitar reírse, sabía que sus hijas eran un caso perdido. En cambio la directora estaba molesta, quitando la serpentinas de su cabello y traje.
—Bueno, parece que alguien decidió alegrar nuestro día —dijo su madre, mirando alrededor.
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Editado: 30.12.2024