Se Busca un Papá de Ensueños

Capítulo 2

Al llegar a casa su mamá estaba cansada, hasta molesta por las cosas que hacían sus hijas ese día. Pero sabía que era por la falta de una figura paterna. Así que las sentó en el mueble de la sala y se puso a su lado para hablar con ellas.

—Se que necesito decirles algo, se que todo esto lo hacen porque no tiene una figura de un padre en casa. Y la verdad que necesito hablarle de su padre.

—¿Qué pasa, mamá? —dice Lili tomando su mano.

—¿Por qué estás triste? Es por lo que hicimos hoy.

—Tal vez un poco, pero debo de contarle que pasó hace cuatro años cuando apenas tenían dos años y que le ocurrió a su padre.

— Nunca has hablado de nuestro padre. Solo dices que está con diosito en el cielo.

—Si pero deben de saber, que su papá tuvo un accidente muy grave. Estaba manejando de regreso a casa cuando otro coche lo chocó.

—¿Un accidente? ¿Por eso ya no está con nosotros? —dice Mía triste.

—Sí, mi amor. Fue un accidente muy fuerte y, aunque los doctores hicieron todo lo posible, no pudieron salvarlo.

—¿Él estaba sufriendo? —le dice Lili con lágrimas en los ojos.

—No, cariño. Los doctores me dijeron que no sintió dolor. Se fue muy rápido.

—¿Por qué no nos lo dijiste antes?

—Porque eran muy pequeñas. Pero ahora que son un poco más grandes, pensé que era importante que supieran la verdad.

—¿Papá nos amaba mucho, verdad?

—Sí, muchísimo. Siempre hablaba de lo orgulloso que estaba de ustedes y cuánto las amaba. Él siempre estará en nuestros corazones.

—Lo extrañas mucho, mamá.

—Yo lo extraño, mis amores. Pero siempre podemos recordar los momentos felices que pasamos juntos y saber que él siempre nos cuida desde el cielo.

En la tranquilidad de la noche, las mellizas Lili y Mía estaban en su habitación, tramando su próximo plan. Habían escuchado a su mamá, Valeria llorar por su padre. Valeria era una mujer trabajadora y amorosa, pero desde que se había quedado viuda, no había vuelto a salir con nadie. Las niñas, preocupadas por la felicidad de su mamá, decidieron que era hora de encontrarle un novio. Y un papá de ensueños para ellas.

—¡Vamos a buscarle un novio a mamá¡ —exclamó con entusiasmo Lili, siempre dispuesta a seguir a su hermana en cualquier aventura, asintió con una sonrisa traviesa.

Primero, hicieron una lista de las cualidades que debía tener el candidato perfecto: amable, divertido, trabajador y, sobre todo, que quisiera mucho a su mamá. Luego, comenzaron a observar a los vecinos y a los papás de sus amigos en busca del candidato ideal.

Un día, mientras estaban en el parque, vieron a un hombre que parecía encajar perfectamente en su lista. Se llamaba Carlos y siempre jugaba con su perro, Max. Las niñas decidieron que él sería el elegido.

El siguiente paso del plan era hacer que su mamá y Carlos se conocieran. Así que, con la ayuda de Max, el perro, idearon una estrategia. Un sábado por la mañana, llevaron a su mamá al parque con la excusa de que querían jugar con Max. Cuando llegaron, soltaron a Max, quien corrió directamente hacia Carlos, ladrando alegremente.

Carlos, sorprendido, se acercó a devolverles el perro.

—Hola, parece que Max ha hecho nuevos amigos. dijo con una sonrisa. Valeria, un poco avergonzada, le agradeció y comenzaron a charlar.

Las niñas, escondidas detrás de un árbol, observaban con satisfacción cómo su plan empezaba a funcionar. Pero no todo lo que brilla es oro. Carlos al principio había demostrado una actitud agradable a su madre, pero siempre la invitaba a salir de noche, y las pequeñas siempre se quedaban con una niñera.

—Lili, no me gusta ese Carlos. Mamá merece a alguien mejor. Además nosotras necesitamos a mamá cerca de nosotras y el siempre la aleja de nosotras.

—Tienes razón, Sofi. ¿Qué podemos hacer para sabotear la cita?

Después de unos minutos de deliberación, las niñas idearon un plan perfecto. Decidieron que harían todo lo posible para que la cita fuera un desastre.

Esa noche, mientras Valeria se preparaba para salir, las mellizas se pusieron en acción. Primero, cambiaron el perfume de su mamá por uno que olía a fuerte. Luego, escondieron sus zapatos favoritos y los reemplazaron con unos viejos y desgastados.

—Niñas, ¿han visto mis zapatos negros?

—No, mamá. ¿Por qué no usas esos marrones? Se ven bien. —con una sonrisa traviesa.

Valeria, sin sospechar nada, se puso los zapatos marrones y salió de la casa. Las mellizas se quedaron en la ventana, observando cómo su mamá se encontraba con Carlos, y la vieron subir al auto.

—Quiero mirar la cara de Carlos, cuando huele el perfume.

—¡Esto es genial! —riéndose las dos.

Durante la cena, Carlos no dejaba de fruncir el ceño y de mirar a su alrededor, claramente incómodo por el olor. Laura, sin darse cuenta de lo que estaba pasando, trataba de mantener la conversación, pero todo parecía ir de mal en peor.

Al final de la noche, Carlos se despidió rápidamente y Valeria regresó a casa, confundida por lo que había salido mal. Sus hijas la esperaban aún sin irse a dormir.




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