Se Busca un Papá de Ensueños

Capítulo 3

Unos días después de la desastrosa cita, de su madre. Valeria había traído a un amigo de la universidad a casa. Quería que las pequeñas lo conocieran, había ido en la tarde para tomar un café con ella.

—Niñas, ¿Pueden venir aquí un momento.

Mía y Lili se miraron las dos, su mamá sin decir nada habia traído un hombre a casa, y no era uno de los candidatos de la hoja que tenía mía guardada.

—Ya vamos mamá. —dijo Mía al lado de Lili.

Lili mordiéndose el labio, mira que su madre les presentaría a un nuevo amigo, que ella no tenían en la lista.

—Niñas quiero presentarles a Javier es un viejo amigo de la universidad, lo invite a tomar un café en casa.

Las mellizas, estaban emocionadas de ver a Javier, era la primera vez que su mamá traía a alguien a cosas, en mucho tiempo.

—¡Lili tengo una idea! ¿Qué te parece si le hacemos una broma a Javier?

—¡Sí! Pero tiene que ser algo divertido. ¿Qué tal si le ponemos sal en su café en lugar de azúcar?

—¡Genial! Vamos a hacerlo.

Mientras Valeria y Javier conversaban en la sala, las mellizas se escabulleron a la cocina. Con mucho cuidado, cambiaron el azúcar por sal en el azucarero y regresaron a la sala, tratando de no reírse.

—Javier, ¿quieres un poco de café?

—Claro, Valeria. Me encantaría para eso estoy aquí.

Valería se levantó y fue a la cocina a preparar el café, sin sospechar nada. Las mellizas observaban desde un rincón de la sala. Javier al mirarlas les dice.

—No me ven como un bicho raro, cuando me casé con su madre. Se van a un internado.

En ese momento le responde Mía con altivez y el ceño fruncido.

—Mamá nos tiene a nosotras, no necesita marido. Menos uno como tú bicho feo.

—Son dos enanas así que mejor es que se lleven bien conmigo, sino las voy a meter en un internado.

—Y quien le dijo a usted señor que va a quedarse con nuestra mamá.

—Porque lo digo yo. Además su mamá me invitó un café y ella fue mi novia en la universidad.

—Me imagino que será el pobrecito que mamá dice siempre, que prefirió a nuestro padre en ves de ti.

—Son dos pequeñas insignificantes, así que mejor vayan dándose a las idea.

En ese momento Valeria regresó con las tazas de café, Javier tomó una cucharada de "azúcar" y la mezcló en su taza, tomando una sorbo.

—¡Puaj! ¿Qué es esto.

—¿Qué pasa, Javier?

—¡Esto sabe horrible! Creo que alguien puso sal en lugar de azúcar.

Las mellizas no pudieron contenerse más y estallaron en carcajadas. Su madre al darse cuenta de lo que había pasado, miró a sus hijas con una mezcla de desaprobación.

—Mia, Lili, ¿fueron ustedes?

—Sí, mamá. Solo queríamos hacer una broma.

—¡Fue muy divertido!

Javier, aunque sorprendido, no pudo evitar verlas con desagrado, y cuando Valeria fue de nuevo a la cocina a buscar más café y azúcar.

—Esto no se queda así, pequeñas brujas me la van a pagar.

—¿Quisiéramos saber como? —pregunto Mía mirándolo con desafío.

—Ya lo verán cuando me casé con su madre.

—Pues creo que eso no va hacer, primero te quedarás sin cabellos.

—Que quiere decir con esos pequeñas brujas.

—Averigualo.

Las pequeñas salieron de la sala a escabullirse a otro lugar. Se pusieron hablar entre ella no querían que aquel hombre que las amenazó estuviera con su madre. Asi que comenzaron a tramar otra travesura para que Javier se alejara.

—Oye, Mía, ¿no crees que Javier está aquí para alejarnos de mamá? ¡Ni siquiera podemos podemos pasar la tarde con mamá !

—Sí, tienes razón. ¿Qué te parece si le hacemos otra broma para que se vaya?

—¿Qué tal si usamos esas hormigas que encontramos en el jardín? A Javier no le gustan los insectos me imaginó.

—¡Buena idea! Vamos a hacerlo.

Las mellizas se dirigieron al jardín y recolectaron cuidadosamente un frasco lleno de hormigas. Luego, esperaron el momento perfecto para llevar a cabo su plan.

—Ok, Lili, vamos a poner esto en el sillón donde siempre donde está sentado Javier.

—¡Sí! Cuando se siente, las hormigas comenzarán a picarle y se asustará.

Con sigilo, las niñas vertieron las hormigas en el cojín del sillón y se fueron a la cocina con su madre, tratando de actuar con naturalidad. Poco después, Javier entró en la sala y se sentó en el sillón, sin notar nada extraño. Al momento que el se sienta las niñas con su madre venían de la cocina con tazas de café.

—Es tan agradable estar aquí con ustedes. ¡Este sillón es muy cómodo!

De repente, Javier comenzó a moverse inquieto en el asiento.

—¡Ay! ¿Qué es esto? ¡Ay, Dios mío, hormigas!




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