Días después de la inesperada llegada de su abuelo, Kiryl decidió buscar a una mujer que pudiera hacerse pasar por su prometida, pero nunca se imaginó que dos pequeñas niñas negociarán con el, un contrato. La idea era sorprender y confundir a su abuelo, quien siempre había sido extremadamente crítico y controlador.
—Buenos días señora Valeria, la llamamos del colegio San Martín, es para que por favor venga por sus hijas.
—Por Dios... Que hicieron ahora.
—Solo venga por ellas, la directora en estos momentos no puede atenderla.
—Déjeme pedir permiso en el trabajo y voy de inmediato.
Cuando Valeria va a recursos humanos a que le den el permiso, se topa con Kyril, este enojado le grita.
—A caso lo ve por donde camina.
—Deberia de fijarse usted, que viene como toro enjaulado, para no decir bestia.
—Vaya... Hasta grosera es.
—Mire señor ahorita no tengo tiempo para entrar en discusiones así que con permiso.
Valeria salió deprisa se allí a buscar a sus hijas, luego de pedir el permiso para ir al colegio. Estaba pensado en el camino que no tenía con quién dejar a las pequeñas en casa, así que tendría que llevarlas a su trabajo.
Horas antes en la mañana en el colegio de San Martín. Las risas y el bullicio de los estudiantes llenaban los pasillos. Entre todas esas voces, se podían distinguir las risitas cómplices de Mía y Lilí, dos hermanas inseparables que siempre estaban buscando nuevas maneras de divertirse.
Mía, con un brillo travieso en los ojos, se inclinó hacia Lilí y susurró:
—¿Estás lista para la gran sorpresa?
Lilí asintió con entusiasmo, aunque con un poco de nerviosismo.
Habían pasado semanas planeando la broma perfecta. Habían conseguido unos pequeños petardos y los habían colocado estratégicamente en la oficina de la directora, la señora Martínez, famosa por su carácter estricto e inflexible.
A la hora del recreo, cuando todo el colegio estaba en el patio, las niñas se escabulleron hacia la oficina de la directora. Se aseguraron de que no hubiera nadie cerca y activaron los petardos, corriendo rápidamente de vuelta al patio para unirse a sus compañeros, tratando de disimular su emoción.
El sonido de las explosiones resonó en todo el colegio, seguido de un grito de sorpresa de la señora Martínez. El silencio se hizo en el patio y todos voltearon hacia las ventanas de la oficina, donde vieron el humo saliendo y a la directora saliendo apresuradamente, con la cara roja de ira.
Al enterarse de lo ocurrido, la madre de las mellizas, Valeria Buchanan, llegó al colegio con una expresión de preocupación.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó, alzando la voz. —¡Esto es inaceptable!".
La directora Martínez todavía furiosa, explicó lo sucedido.
—¡Sus hijas han hecho una travesura que ha causado un gran alboroto y peligro! Deben aprender a comportarse
Valeria, avergonzada, se giró hacia Mía y Lilí.
—¡Ustedes dos están en un gran problema! No puedo creer que hayan hecho algo así. Vamos ahora las tendré que llevar a mi trabajo, y más vale que piensen bien en lo que han hecho.
Las niñas, con la cabeza gacha, siguieron a su madre. Sabían que tendrían que enfrentar un castigo y, lo que era peor, la decepción de su madre.
Lilí, con voz temblorosa, susurró a Mía.
—Creo que nos pasamos esta vez...
Mía asintió, mordiéndose el labio.
—Sí, no debimos hacerlo. Pero... fue un poco emocionante, ¿no?
Lilí no pudo evitar una sonrisa a pesar de todo.
—Sí, pero espero que mamá y la directora nos perdonen algún día.
Su madre no hablo con ella por todo el camino hasta llegar a la empresa, allí las llevo a la oficina donde ella trabajaba y les dice.
—Espero que se queden aquí tranquila, no quiero que hagan un desastre, saben que están castigadas y suspendidas por una semana.
—Esta bien mamá ya sabemos. —dice mía.
—Si, mamá no vamos a hacer más travesuras. —la mira Lilí inocente.
—Eso espero, ahora se quedarán aquí, yo tengo que seguir en mi trabajo.
—Esta bien mamá. —dijeron al uníson las dos pequeñas.
Mientras su madre estaba trabajando. Mia y Lilí descubrieron un laptop encendida en la oficina, donde su madre las había dejado allí. Las gemelas decidieron sentarse frente a la pantalla y curiosear un poco. Pronto, abrieron el sitio web de citas, donde habían conversado anteriormente con el Señor X que en ese momento estaba conectado.
Lilí, siempre la más valiente, comenzó a escribir.
—Hola, Señor X. ¿Cómo estás?
Kiryl, respondió rápidamente, sorprendido de recibir un mensaje de inmediato.
—Hola, Dulce Candy. Estoy bien, gracias. ¿Y tú? ¿Qué has hecho hoy?
Mia, riendo por lo bajo, susurró a su hermana que respondiera.
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Editado: 04.02.2025