Se Vende

Dave

— No he vendido la casa— le digo a Sandy antes de que empiece a preguntar.

— Ya lo sé, Bob ha llamado para decir que lo siente, pero que no podría vivir en esa casa después de lo sucedido. ¿Se puede saber que has hecho?

— ¿Yo? ¿Por qué tengo que tener yo la culpa?— me pongo indignada por su suposicion.

— ¿Quizás porque estás totalmente empapada y poniendo perdida la oficina?

— Pues esta vez no he sido yo— pongo los brazos en jarra enfadada.

— Claro, y voy yo y me lo creo— dice tan tranquila mirándose sus largas uñas color sangre.

— Han sido Tiffany y Stella, las dos tienen un lío.

— ¿Y no lo sabías? Se veía desde lejos que esas dos eran más que amigas.

— No, no lo sabía, ni yo, ni sus maridos, ni su hijo, ni la novia de su hijo— estoy que trino— nos hemos enterado al encontrarlas medio desnudas en la caseta del jardín.

Sandy empieza a reírse a carcajadas, parece que se le va a desencajar la mandíbula.

— ¿Y tú porqué estás...?— me señala sin poder hablar por la risa.

— Yo quise mediar entre ellos, no sabes la que se armó, todos discutiendo y gritando, Phill me tiró sin querer a la piscina— Sandy se dobla de la risa— ¡Y ni siquiera me ayudaron a salir! Siguieron discutiendo hasta que apareció la policía— las lágrimas caen por las mejillas de mi secretaria— ¡A mí no me hace ninguna gracia! ¡Ya tenía el contrato firmado cuando me tiró con él a la piscina! ¡Ahora es papel mojado!— estoy a punto de llorar.

— Chica, compras un circo y te crecen los enanos— sentencia limpiándose las lágrimas— ¿Y qué vas a hacer ahora? Porque ya sabes que así no podemos continuar— se pone seria.

— No lo sé— las lágrimas empiezan a asomarse a mis ojos.

— Si lo sabes— me señala con una lima de uñas— Es sólo una casa, véndela.

— Déjame en paz— me voy dando un portazo.

 

 

Sentada en el coche con la radio a todo volumen empiezo a sollozar, no es sólo una casa, es Nico, es parte de él, mi amigo, mi hermano. Ella no tiene ni idea de lo que él ha sufrido en el poco tiempo que ha vivido. Primero una madre alcohólica que nunca lo quiso, si no fuera por el dinero que le daba el padre de Nico, un hombre casado, lo hubiera abandonado en cualquier callejón, en el colegio pronto empezaron a ver qué algo no iba bien, el chico iba sucio y desaseado, no llevaba almuerzo y siempre tenía moratones por todo su cuerpo, entonces los asuntos sociales se lo llevaron, su madre, si se puede llamar así, sin sentimientos ni empatía no lo dió en adopción porque perdería el dinero de su amante, un pobre hombre que no tenía ni idea de lo que pasaba, o así se lo dijo muchos años después. Al no poder ser adoptado estuvo toda su infancia en casas de acogidas, en cada una tuvo una historia peor que la anterior.

—¡Toc, toc, toc!— alguien llama al cristal del coche asustándome.

Entre lágrimas puedo ver a un hombre de unos treinta años sonriéndome. Es bastante alto, muy rubio, anchos hombros, sus bonitos ojos azules me miran preocupados cuando ven mi estado, veo sus sensuales labios moverse pero no lo escucho por la música tan alta. Bajo el volumen y abro un poco la ventana.

— ¿Está bien?— pregunta intranquilo.

— Sí ¿Qué quieres?— no estoy en mi mejor momento y contesto cortante.

—Verás...— duda— la he visto salir y...— toma aire y empieza hablar con seguridad— He venido por el puesto de agente inmobiliario del anuncio, al salir de la inmobiliaria la he reconocido y he decidido  entregarle el currículum a usted  personalmente— intenta meter una carpeta por el hueco de la ventana quedándose atascada a medio camino, al ver que no entra, bajo la ventanilla y la carpeta empujada por el desconocido me golpea fuertemente en la cara.

— ¡Ayyy!— me llevo la mano a la cara, entre el golpe de esta mañana y éste me está empezando lo que va a ser un fenomenal dolor de cabeza.

— ¡Lo siento! ¡Lo siento!— abre la puerta del coche y mira la mitad de mi cara que se está empezando a enrojecer— ¿Cómo puedo ser tan torpe?— saca una botella de agua de un maletín, nervioso toma un pañuelo y vuelca la botella para mojarlo y ponérmelo en la cara.

— ¡Llevo un spray de pimienta!— escucho la voz de Sandy— ¡Suéltala!— oigo sus tacones repicar en el asfalto.

— ¿Qué?— se gira el desconocido, lo hace tan rápido que la botella de agua se le resbala sobre mí, mojándome otra vez.

Yo al verlo empiezo a reírme un poco histérica, miro hacia fuera y veo a Sandy con el spray en alto apuntando al rubio.

—¡Apártate que te disparo!

— ¡Señora, que yo...! ¡Ayyy!— se refriega los ojos al disparar mi secretaria la pimienta.

— ¡Llama a la policía idiota!— me grita.

El hombre se agacha buscando la botella para ver si queda algo de agua dentro y Sandy llega corriendo pegándole una patada en el estómago.

— ¡Sandy, para!— me bajo del coche saltando por encima del desconocido y la paro a lo justo de que le dé una patada en el boca— ¡No me estaba haciendo nada! ¡Me estaba pidiendo trabajo— Sandy se queda quieta y baja el spray de defensa— ¿Y porqué me estaba pidiendo trabajo?— me doy cuenta de que yo no he puesto ningún anuncio.




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