Se Vende

Regalos inesperados

— ¿Jules, quieres salir de la cama de una vez?— está boca abajo en mi lecho con los brazos extendidos, el taxista me ayudó a subirlo y lo pusimos en mi cuarto que era el más cercano, lleva todo el día en la misma posición. 

— Déjame morir en paz— dice en tono lastimero.

— Venga Jules, no creo que sea tu primera ni tu última borrachera— gime.

— En mi vida me he encontrado peor— su voz suena amortiguada por las sábanas.

— Te he preparado un café de los que me regalaste— le acerco la taza para que huela el delicioso aroma que desprende.

— Tráeme arsénico mejor— sigue en su posición— o una botella de whisky para ahogar este dolor— no puedo evitar sonreír de lo exagerado que es.

— Tómate el café y luego date una ducha, te sentirás mucho mejor.

— ¿Te duchas conmigo y me enjabonas la espalda? — se recupera en un momento sentándose en la cama con mirada libidinosa.

— ¿Pero no estabas medio muerto?

— Ummm— me desnuda con la mirada mientras se le abulta el pantalón con el que ha dormido, sólo pude quitarle la chaqueta y con bastante esfuerzo.

— ¿Así quieres solucionar las cosas con tu amorcito Carlo? ¿El amor de tu vida?

— ¿Qué? ¿Carlo? ¿Pero qué dices?

— Te vi corriendo detrás de él desesperado, no tienes que ocultar nada.

— Mira, no te voy a negar que he toreado en esas plazas en mi juventud y que fue muy agradable— dice recordándolo— pero definitivamente prefiero a las féminas.

— Pero yo te escuché.

— No lo suficientemente bien, parece— su mirada se enturbia— Carlo me descubrió con su mujer.

— No quiero escuchar más— me marcho de la habitación— no tienes remedio.

— No es lo que tu crees— me sigue— Susie me tuvo que echar algo en la bebida, yo no quería acostarme con ella y de repente me despierto con ella encima de mí y a Carlo gritando.

— Que sí, que sí— no me creo nada de él.

— De verdad Mel— me detiene y me mira fijamente a los ojos— no quería acostarme con ella, Carlo es un buen amigo, no podría hacerle eso. Aunque no lo creas soy de confianza, no traicionaría a un amigo. Por eso quería entrar en la fiesta.

— Tienes razón, no te creo— me suelto.

— ¿Pero porqué me tienes tanta manía? Desde que te conozco he intentado ayudarte, fui a hablar con Dave cuando te enfadaste con él, incluso lo arreglé y me lo pagas dejándome en pelotas en la sauna, por tu gracia me han echado del club de campo.

— ¿Arreglar? ¡Por tu culpa perdí la oportunidad de arreglar las cosas con él!—grito— No tienes idea de lo que hiciste.

— Cuéntamelo, porque te juro que yo sólo quería ayudarte, confía en mí— sus ojos verdes parecen no mentir, aparto la mirada incapaz de confiar en él— Muy bien, creo que lo has dejado claro— toma su chaqueta— Adiós Mel.

 

 

— ¿Y ahora qué quieres?— suena el timbre a los pocos segundos de irse. Me alegro de que Jules haya vuelto, aunque es peor que un dolor de muelas hay algo en el que me enternece.

— Me parece que no soy a quién esperabas— Billy aparece con una brillante sonrisa cuando abro la puerta. Lo miro cautelosa ¿Cómo sabe dónde vivo?— Toma— me entrega mi móvil.

— ¿Dónde lo has encontrado?— no me había dado cuenta de que lo había perdido.

— El taxista cuando vino a recoger a otro invitado me dijo que te habías dejado el móvil en el coche, le dije que yo te lo traería, y aquí está— debió caerse cuando vacíe el bolso.

— Gracias— me quedo sin saber que decirle, no sé si me ha traído el móvil porque es una buena persona o porque quiere algo conmigo, eso de filirtrear no se me da muy bien. Los dos nos miramos incómodos.

— No hay por qué darlas, me coge de camino al trabajo— da un paso para irse, pero cambia de opinión y me habla claramente nervioso— Me preguntaba si te gustaría tomar algo un día de estos— ¡Oh! ¿Que hago? No parece mal chico, y sólo es quedar para conocernos un poco.

— Me parece bien— decido, quién no se arriesga no gana.

— ¿Paso por ti mañana a las seis?— sonríe.

— De acuerdo.

— Hasta mañana— se va.

— Hasta mañana— me quedo mirando su ancha espalda y cintura estrecha y ¿Porque no decirlo? Su prieto culo ajustado en los pantalones del uniforme.

 

 

— ¿Así que hoy es tu cumpleaños?— camino de la mano de Billy por el mercado de San Peter después de haber cenado, es nuestra tercera cita— ¿Por qué no me lo has dicho antes? Podríamos haber hecho algo especial— acaricia con el dedo índice mi mano, sin ser brusca la aparto.

— Es un día como cualquier otro— encojo los hombros.

— A las chicas siempre os encanta que os regalen algo— Billy de vez en cuando hace comentarios que no son de mi agrado haciendo que no consiga estar cómoda con él.

— Pues has tenido suerte, a mí no— le contesto molesta, él no parece notarlo.

— Podríamos celebrarlo en tu casa— ya hemos llegado a la puerta y busco las llaves en el bolso.

— Estoy cansada, otro día— lo he intentado, entre Billy y yo no ha surgido la chispa, no lo volveré a ver— Gracias por la cena...

Billy toma mis labios sin avisar con tanta fuerza que sus dientes chocan con los míos produciéndome un escalofrío que el interpreta cómo excitación e intenta intenta introducir su lengua en mi boca

— No, Billy— vuelvo la cara e intento apartarlo.

— No seas tímida, lo deseas tanto como yo— se lanza a besarme otra vez acorralándome con la pared.

— No— lo empujo y me escabullo.

— ¿Pasa algo?— Dave junto con Kyle entran en el oscuro callejón.

— Me estaba despidiendo de la señorita— dice chulesco.

— ¿Mel?— me pregunta Dave.

— Ya se iba— miro fijamente a Billy.

— Adiós preciosa— pasa entre los dos hombres golpeándolos con los hombros. Kyle sujeta a Dave para que no vaya detrás de Billy.

— Tu gusto con los hombres va de mal en peor— Dave hace una mueca de asco.

— Estoy de acuerdo totalmente contigo, me gustabas tú— Kyle sonríe.




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