Sealtiel

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Una risa angelical en la oscuridad...

Deva

Dios, el cielo, el infierno, cosas que se creen verdaderas pero no hay pruebas de ello, tampoco las hay de los duendes, las hadas o las brujas, son todas leyendas, mitos, creencia popular. Aunque sería feliz de que si existiese Hogwarts y poder ir y ser maga...mi fantasía frustrada.

Me encuentro en la vieja casa de mi abuela, en el pequeño pueblo dónde me crié, Cold Spring, junto con mi querido Adriel.

─Cariño ¿estás segura de querer hacer esto?

No, no lo estaba, pero necesitaba la plata.

─Es lo que tengo que hacer...

Bueno, para ponernos en contexto, mi vida ha sido una tragedia constante, perdí a mis padres cuando tenía siete años, hoy tengo 18, viví con mi abuela desde entonces y ella me crió, lamentablemente hace unos años su salud empeoró y fue un constante vaivén entre hospitales y clínicas, nadie supo explicarme que fue lo que la deterioró a tal punto, sólo de un día para otro su cuerpo se debilitó y una mancha en su pecho comenzó a crecer, fuimos a varios dermatólogos y hasta a supuestos curanderos, pero nadie sabía que decirnos, hace un mes entró en coma y en cuestión de días su corazón no aguantó más, no había vuelto a la casa desde entonces, luego del funeral tomé algo de ropa y me mudé temporalmente a New York con Adriel. Si bien ya estoy mejorando y superandolo, su partida tan extraña aún duele. Por eso hoy vine a la casa a empacar mis cosas y las cosas de mi abuela, donaría su ropa, y algunos muebles, vendería la casa. Me iré a estudiar a New York y rentare un departamento, la beca completa ya la conseguí por mis notas y la mejor parte es que mi querido vive allí. Su padre es policía y lo trasladaron a una departamental ahí a mitad del último año, mi querido Adriel se quedó conmigo y mi abuela viviendo unos meses hasta terminar la escuela, y por suerte estuvo ahí cuando todo pasó.

─ ¿Te dejarás algo? Aparte de las fotos...─ Adri pasaba a mi lado cargando unas cajas con ropa.

─Si, un alhajero, eso quiero de ella...─la nostalgia me invadía, me había preparado para deshacerme de sus cosas pero eso no impedía que doliera 

Mis pertenencias ya estaban empacadas, así que decidí ir a la habitación de mi abuela.

En un viejo y maltratado mueble quedaban un par de cajones con sus cosas por empacar, tenía un gran espejo repleto de polvo, fueron demasiados días sin venir a casa.

Toqué sus perfumes, sus cremas y hasta ese bonito alhajero que tantos recuerdos bonitos me traía, recordé las veces que yo, de pequeña, me ponía sus collares y sus pendientes, me pintaba y hasta su ropa usaba y desfilaba ante sus risas y aplausos tratando de no caer por el largo de los vestidos. La voy a extrañar tanto...

Abrí un cajón, saqué medias y ropa interior, las puse en cajas, pero cuando estaba por cerrar el cajón algo en el fondo brilló.

─Deva...─ mi querido apareció por la puerta mirándome raro─ Encontré esto...─ era un diario viejo, arrugado, y con un candado extraño. ─Es muy raro.

Me acerqué a él y lo examinamos juntos intentando abrirlo en vano, ya dándonos por vencidos lo pusimos en una de las cajas con las cosas que conservaría junto con el alhajero. Luego buscaría la forma de abrirlo.

....

─Y ese mueble con el espejo y los cajones ¿lo regalaras? A mí me encanta, con una renovación quedará genial.─ Adriel y yo estábamos tomando unas cervezas agotados por el trabajo. Nos había tomado todo el día enpacar así que dormiríamos aquí para mañana regresar a New York.

─Si tú lo restauras, se queda...─ di otro trago a mi cerveza.

─Acepto el reto.─ dijo serio chocando su botella con la mía.

 

.....

Estaba en mi cama dando vueltas sin poder dormir, estaba agotada físicamente pero mi cabeza no paraba de maquinar, la puerta de mi habitación se abrió lentamente y mi corazón comenzó a acelerarse hasta que entre la oscuridad divise la cabellera rubia de mi amigo.

─No puedo dormir tampoco...─susurró.

─Ven, quizás juntos lo logremos. Sólo debemos sobrevivir una última noche...

─Si...─ se metió en mi cama, tapándose y acurrucándose. Sentí sus pies fríos y acerqué los míos para dale calor.

─Abrázame por favor...─ le pedí, me sentía triste y sola.

─Claro, cariño, pero recuerda que soy demasiado gay cómo para darte algo más que un abrazo...─susurro al tiempo que sus brazos me pegaban a su pecho y ambos comenzamos a reír.

A la mañana siguiente los camiones llegaron temprano, uno iría con nosotros a NY, el otro se quedaría en el pueblo, con donaciones que enviaré a la iglesia dónde el padre Rogert se hará cargo, él les dará un buen destino. La agencia inmobiliaria ya había colocado afuera de la casa el cartel de "se vende". 

Más allá de que necesito el dinero, no tiene ningún sentido conservar la casa, pues sin mi abuela en ella pierde toda su magia, su alegría, hasta se la ve solitaria, tétrica y triste.

Un largo viaje. Largo y agotador.

Apenas llegamos a casa de Adri, en New York, sus papás estaban de pie en la puerta esperándonos para ayudarnos a descargar las cosas, mis cosas, y guardarlas en el garaje. Mañana iría a ver un departamento, que por las características del mismo, es justo lo que ando buscando. Pero primero debo poder vender la casa de mi abuela, según la inmobiliaria hay varios interesados, pero un comprador muy decidido.

─Ya casi...─ susurraba llevando el pesado mueble con el espejo que mi amigo insistió en traer. Mis manos ya no daban más y faltaban unos metros para llegar al lugar que queda en el garaje.

─Cariño, bájalo, yo le ayudo a Adri...─ el señor Collins dio fin a mi sufrimiento. Obedecí sin protestar.

Los seguí hasta que lo dejaron en el piso y se oyó algo. Como un sonido metálico y constante pero a la vez armonioso, como...campanillas.

─ ¿Y eso?




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