El hombre sombra está aquí...
DEVA
Luego del encuentro con el extraño tipo en el restaurante nos fuimos a casa de Adriel, vimos Netflix un rato y luego tuve que bañarme y alistarme para ir al encuentro con el comprador misterioso de la casa de mi abuela. Adri no podría acompañarme por qué debe hacerse chequeos médicos. Sufre de anemia por falta de hierro, es muy grave pues lleva años con eso, mejora un tiempo pero vuelve a ella y así, por eso debe inyectarse hierro cada cierto tiempo. Suelo oírlo quejarse a diario por su alimentación estricta, pero casi nunca come lo que debe y por eso no mejora...créanme que he intentado hacerlo entrar en razón pero es demasiado terco hasta para mí que lo amo con todo mi ser. Por ejemplo hoy, debía comer almejas, una fuente muy alta de hierro, pero prefirió llevarme al restaurante italiano y me dijo que el tomate es igual de bueno. El tomate de la salsa de su lasaña ¿pueden creerlo? Encima bebió gaseosa de cola, junto con la comida, y no puede mezclar cafeína con el almuerzo, no le permite absorber el poco hierro que ingiere, puede recién consumir cafeína una hora después. Y así a diario. Cuando nos conocimos en secundaria fue porque a la salida de la escuela me rogó que me comiese una bolsa de pistachos secos, yo jamás los había probado, lo hice y me encantaron así que rápidamente me guarde unos en los bolsillos y me comí otros. Luego, cuando comencé a conocerlo mejor, supe que ese día su mamá le revisaría la lonchera para asegurarse que haya comido esos malditos pistachos. Y así fue a diario, el compartía sus cosas conmigo, granada, naranjas, maní, galletas de avena y, mi preferido, jugo de frambuesa. Yo lo obligaba a comer sus cosas al principio de nuestra amistad pero con el tiempo me cansé y ya sólo lo regaño o me enojó y se las come, enojado también en algunas ocasiones, sino sólo me ignora y come cualquier cosa. No veo la hora que se enamore y esa persona lo haga entrar en razón y obedecer su dieta alimenticia. Por su bien.
Caminaba siguiendo a Google Maps, pues aún no me ubico bien en ésta ciudad. Ya casi llegaba a la cafetería pero un idiota, de pelo rubio, muy rubio, pantalón negro y chaqueta de cuero me empujó.
─Damn puella*...─Murmuró, sea lo que sea que eso signifique.
El rubio en vez de pedir disculpas se rio de mí, totalmente divertido, al saber que hizo que tirara los papeles que debo darle al comprador y al escribano de la inmobiliaria quien haría el traspaso de titularidad de la propiedad, o algo así, yo sólo sé que debo hacerle caso, pues la inmobiliaria es del tío de Adriel así qué son de confianza. Sinceramente la familia Collins me ha ayudado tanto desde que los conocí que hasta la siento propia. Levante los papeles y los sacudí colocándolos dentro del sobre de papel algo desordenados, el tipo claro está se fue de inmediato, otro idiota más de ciudad.
Entré al café donde un hombre trajeado y de cabeza cana me saludaba sonriente desde una esquina, era el único de traje así que asumí que era a quién buscaba, así que caminé hasta él, por suerte se encontraba solo, el comprador aún no había llegado.
─Hola Deva, soy Richard, John me mostró una foto tuya para que sepa reconocerte...─John es el padre de Adri, el señor Collins, el hombre con su traje negro estiró su mano para apretar la mía.
─Oh, lo siento por la tardanza, un idiota motociclista chocó conmigo haciéndome tirar todo esto...─ sonriente estreché su mano y seguido a soltarla comencé a ordenar los papeles, él ayudándome.
Ya habíamos pedido unos cafés y unas donas cuando el escribano saludo a alguien que entraba por la puerta vidriada del lugar, limpie mi boca con la servilleta y acomode con mis manos mi cabello, quería darle una buena impresión al comprador, pues lo peor que podría pasarme es que se arrepintiese por algún motivo, sonreí poniéndome de pie a la vez que el escribano.
─Gracias por venir Engel...─ el escribano estrechaba esa mano, y el sólo dirigir mis ojos al reloj tan particular, y el color de camisa que sobresalía de su chaqueta me sentí terriblemente confundida. Miré su rostro y sí. El comprador de la casa de mi abuela es el mismo raro y sexy tipo del restaurante italiano. Jamás creí en las coincidencias y ésta no sería la excepción miré fijamente su rostro a la espera de que me reconociese pero no se inmutó. ─Ella es la Señorita Deva Meier, la vendedora de la casa en la cual usted está interesado, tome asiento...
─Un placer, señorita...─ estiró su mano y la estreche. Sus ojos estaban en los míos pero no expresaba nada, o no me reconocía o el encuentro en el restaurante no fue una casualidad.
─Un placer...de nuevo. ─ Ésta vez mi rostro ya no era amable, dudaba totalmente de él y de su fiabilidad, es un loco, o eso parece. La venta de la casa de mi abuela a éste tipo es un grave error.
─ ¿Ya se conocían?─ el señor de traje lucía sorprendido y confundido con la situación.
─Si, la señorita me recomendó un platillo en el almuerzo, que por cierto, fue una muy buena recomendación...─ el tipo soltó mi mano tras decir aquello y yo quedé boqueando como pez fuera del agua sin saber que decir. Si sabe quién soy, pero ¿fue casualidad que nos encontramos allí? No lo creo.
─Bueno señor, aquí tiene los papeles si desea mirarlos...─ el escribano seguía haciendo su trabajo pero yo no podía dejar de mirar al chico quien no se sentía incómodo al ser observado, o si lo hacía no lo demostraba, un completo robot sin expresión.
─No necesito hacerlo. Confío en la señorita.─ su voz gruesa y determinada me sorprendió ¿Confía en mí? Pues yo no confío ni en mi sombra.
─ ¿Seguro señor Engel? Mire que éstos son documentos legales que una vez firmado no podrá interponer queja alguna, se supone que debe leerlo y...
─No es necesario, sólo diga dónde firmar.─ Engel no dejó al escribano ni terminar de hablar.
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Editado: 27.08.2020