Esa noche Ada no durmió, había estado muy preocupada con el tema de las mordidas. Le dio muchas vueltas al asunto, y al final, llegó a la conclusión de que debía investigar, debía llegar hasta el final de aquel sospechoso caso. Y así lo hizo, al día siguiente a la hora de comer, Ada no se dirigió al comedor, si no que se fue directa a la enfermería, ella pensaba que la enfermera tenía algo ver con todo esto ¿y por qué?, no había un porque, simplemente es lo primero que se le ocurría, tampoco tenía información, ni pruebas de nada, estaba perdida.
Al llegar a la enfermería ella no sabía por dónde empezar a buscar. Había una camilla blanca, un escritorio sencillo y también un armario con todos productos de primeros auxilios.
A lo primero que se acercó Ada, fue al escritorio, había un par de cajones, y ella los abrió, para su mala suerte se encontraban vacíos, y llenos de polvo, a si que los volvió a cerrar, luego se fue hacia el armario, empezó a rebuscar, aunque ni siquiera sabía lo que estaba buscando, tal vez algo que delatara a la enfermera de las mordidas, ¿pero qué es lo que iba a encontrar? ¿un papel dónde ponga que es ella la que muerde a los alumnos?, no, eso no tenía sentido.
Encontró unos papeles, pero no tenía nada que ver por lo que ella estaba ahí, a si que los volvió a guardar.
Salió de la enfermería.
Al siguiente lugar donde pensó en ir era a la sala de profesores. ¿Qué tenían que ver los profesores en todo esto? Ada tampoco lo sabía, simplemente que no sabía por dónde buscar, estaba claro que necesitaría ayuda.
Silenciosamente caminó por los pasillos del instituto. Se suponía que ella no podía estar allí.
Hubo un momento en el que Ada escuchó unos pasos a lo lejos, parecían acercarse a donde ella estaba, lo primero que se le ocurrió hacer, fue abrir la puerta que tenía a su derecha, y sin ni siquiera mirar que había dentro, o si había alguien, se escondió dentro.
En el momento que ella estuvo dentro notó el olor de una habitación que se encontraba la mayor parte del tiempo cerrada, la humedad, el polvo y la suciedad que se encontraba por todos lados, el suelo, las paredes, e incluso los pocos muebles que habían dentro estaban roñosos.
Era donde el conserje guardaba los productos de limpieza.
¿Podía ser el conserje culpable de las mordidas?
Lo había visto pocas veces, normalmente cuando sucedía algún incidente en los pasillos, y el pobre hombre, que ya estaba bastante mayor, debía ir a limpiarlo. Normalmente el trabajaba cuando finalizaban las clases.
Rebuscó entre los botes de limpieza, buscaba algo que lo pudiera delatar, tal vez una camisa llena de sangre, ¿quién sabe?. Cualquier cosa mínimamente sospechosa servía.
Al final se cansó de buscar, pues no encontraba nada.
En el momento que ella intentó abrir la puerta, no pudo, lo volvió a intentar, pero la puerta estaba cerrada, no podía ser, ¿alguien la había encerrado?
Empezó a ponerse nerviosa. Daba golpes a la puerta con los puños cerrados mientras gritaba que la sacaran de ahí.
— ¡AYUDA! ¡ME HE QUEDADO ENCERRADA! —dio más golpes — ¡SACARME DE AQUÍ!
Empezó a hiperventilar, no le asustaban los lugares pequeños, pero sí le asustaba quedarse encerrada en ellos.
Se sentó en el suelo apoyando la espalda en la puerta. Quería calmarse, debía calmarse, pero aún así gritó de nuevo.
— ¡SACARME DE AQUÍ!
— ¿Hola? —escuchó tras la puerta.
Rápidamente se levantó de un saltó y se giró en dirección a la puerta, no tardó ni un segundo en volver a golpear la puerta con fuerza.
— ¡SACAME DE AQUÍ PORFAVOR!
— ¿Ada? —ella se quedó parada en su lugar. Conocía esa voz, la había escuchado antes. Empezó a pensar con rapidez.
— ¿Dajjal?
— ¿Qué haces ahí dentro?
—Te lo explicaré si me sacas de aquí.
— ¿Y cómo te saco?
— Y yo que sé, pídeles ayuda a tus amigos los raritos.
—Te estamos escuchando, genia —escuchó la voz de Erlik.
— ¿Me vais a sacar de aquí?
— ¿Por qué deberíamos hacerlo? —habló esta vez Abaddón.
—Abaddón, por favor, estoy aquí escondida por una buena causa.
Los cuatro chicos se miraron entre ellos.
— ¿Estás escondida o encerrada? —volvió a hablar Erlik.
—Al principio escondida, pero ahora encerrada.
Samael, que era el que había estado callado todo este rato, pasó por el lado de sus amigos y quedó en frente de la puerta.
—Dejarme esto a mí —los demás se quedaron callados, observándolo con atención.
Con una fuerza que parecía irreal, cogió la manilla de la puerta con una sola mano, y tiró de ella, no pasaron ni diez segundos cuando la puerta ya se encontraba totalmente abierta. Todos se quedaron mirando a Samael, perplejos.
— ¿Cómo?... —decía Ada mientras por fin salía de aquella pequeña habitación que tanta ansiedad le había causado.
—Has roto la manilla, idiota —le insultó Abaddón, mientras la movía.
— ¿Lo importante es que ya está fuera, no?
— ¿Qué hacías ahí dentro, Ada? —preguntó Erlik mientras se acercaba a ella, quería abrazarla, no sabía muy bien porque, pero no lo hizo, simplemente se quedó quieto a su lado pero mantenido las distancias.
—Iba hacia la sala de profesores...
—Eso no es la sala de profesores —Samael se cruza de brazos y la examina con la mirada, una mirada indagadora y fría que logró poner la piel de gallina a Ada.
—Ya lo sé, es solo que estaba intentando... investigar —dijo lo último en un murmuro y un tanto avergonzada.
— ¿Investigar? —repitió Erlik, conteniendo la risa.
—No te rias, idiota.
—Sigue contando —suspiró Samael ya cansado de todo lo que estaba ocurriendo.
—He estado pensando mucho sobre lo de las mordidas y, se me ha ocurrido investigar...
— ¿Investigar? ¿A caso sabías lo que debías investigar? —le interrumpió Erlik.
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Editado: 25.08.2021