Secreto

Introducción

SECRETO ©
 


 

VOLUMEN I: ORÍGENES
 


 

Metrópolis
 


Un chico colgaba de cabeza dentro de un cuarto oscuro. Temblaba de miedo, lo último que recordaba era caminar de regreso a casa después de salir de la escuela y ahora estaba colgando del techo atado con cadenas de pies y manos. El sitio era frío y silencioso, y el pañuelo metido en su boca no dejaba escapar los gritos de terror que querían salir desde su interior. Tratando de soltarse se mecía generando un rechinar del gancho del que colgaba. Pasaron minutos de incertidumbre donde el chico temía quedarse ahí, sin ninguna razón para morir. Pero entonces, alguien entró al cuarto dejando entrar una poca de luz, los pasos se acercaban lentamente. Los cuales lejos de tranquilizar al individuo lo atormentaban más. La persona llegó detrás de él y le quitó de tajo el pañuelo que estaba amarrado desde detrás de su nuca para dejarlo gritar.

—¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres de mí?!—preguntó el chico con un nudo en la garganta—, ¿Qué quiere?—alzó la voz.

—Seth Cornell—lo nombró una voz gruesa con calma mientras caminaba en círculos alrededor de él.

El joven solo podía ver un pantalón de vestir negro y un par de zapatos lustrados que le rodeaban.

—¿Quien es usted y porque me tiene aquí?—preguntó el joven con la voz temblorosa.

—Ejemplar—dijo el hombre ignorando sus preguntas—, miembro del cuadro de honor dos años seguidos. Miembro de la sociedad de alumnos y excelente en tiro con arco—dictó el sujeto y después de una pausa se detuvo frente a él—. Hasta ahí todo es normal, un chico común—.

El joven pasó saliva preocupado al escuchar lo que decía el hombre. Parecía saber todo, haberlo investigado a fondo. Pero ¿Porqué? ¿Que lo hacía tan valioso? Su cabeza daba vueltas hasta que pensó en una única razón que podía haberlo llevado a esa situacion. El tipo raspo la garganta y después retomó el caminar en círculos alrededor de él.

—Hasta que descubriste que puedes mover cosas con la mente, Seth—dijo el hombre y el joven confirmó sus sospechas. Su secreto, el que solo sabían sus dos amigos y él había sido revelado.

—¿Qué? No, no, no sé de qué habla—dijo Jorge tartamudeando.

—Una habilidad peligrosa, incontrolable—dijo el hombre dejando caer una cadena dorada que quedó colgando de su mano, era un collar con una cruz de oro reluciente.

—Escuche—dijo el joven desesperado pasando saliva—, yo no le hago daño a nadie. Yo.....—.

—Aún no—lo interrumpió el tipo del traje.

—Prometo que no lo haré. Soy un buen chico—dijo el joven alarmado—, ¡Por favor! ¡Solo déjeme ir!—pedía en llanto.

El hombre se hincó y el joven al fin pudo ver a su captor. Un tipo de cabello perfectamente peinado hacia atrás con un mechón cano, llevaba un parche en el ojo derecho y barba de candado. Usaba un traje elegante como el de las asociaciones del gobierno y en una de sus manos llevaba una daga, de la cual colgaba el collar con la cruz de oro.

—Yo soy Jeremías, y me aseguraré de que no harás nada, abominación—dictó y en un movimiento rápido le cortó la garganta.

El chico comenzó a desangrarse dejando salir sangre por su boca también. El sujeto se levantó la manga izquierda, tenía cuatro cortadas arriba de la muñeca en el antebrazo. Con la daga se hizo una más.

—Uno menos—afirmó.

Limpio la daga con un pañuelo que sacó de su pantalón mientras miraba tranquilamente la muerte del chico. Quien se sacudió segundos para después morir trágicamente.




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