Sophie estaba sentada en su despacho, mientras la lluvia crepitaba en el cristal de la ventana. Levantó la cabeza y contempló una borrosa escena callejera, con tan mal humor como el tiempo. Las palabras de Víctor seguían dando vueltas en su cabeza, como una espina clavada en la carne que le dolía por donde la sacara.
Su relación con James últimamente había sido, cómo decirlo, como un viejo abrigo que llevaba mucho tiempo desgastado, roto cada vez por más sitios y remendado cada vez más perfunctoriamente. Discusiones, guerras frías y más discusiones. Cada vez se sentía como si estuviera sobre un trozo de hielo que se resquebrajaba poco a poco, a punto de caerse en cualquier momento.
«¿Está enamorado de mí o sólo le gusta hacer el papel de buen novio?». Sophie no pudo evitar pensar. Su preocupación era siempre la justa, pero cuando pensaba en ello, le parecía una actuación. Y él nunca hablaba de sus problemas. Siempre era ella en el dolor y él en la comodidad. Misterioso como un extraterrestre.
Justo cuando estaba a punto de alcanzar un nuevo nivel de autodesprecio, Víctor abrió de un empujón la puerta de su despacho.
──Pareces alterada, Sophie.
La voz de Víctor era excesivamente tranquila, como una serpiente fría deslizándose en su oído. Ella lo miró mientras él estaba de pie en el umbral de la puerta con esa sonrisa en la cara que hacía que la gente luchara desde el fondo de su corazón.
──¿Qué quieres otra vez?
Sophie trató de sonar lo más distante posible, pero sabía que esa seriedad era completamente inadecuada frente a Víctor. Él entró despacio, con un paso pausado hasta el punto de resultar provocativo.
──Sólo pensé que te vendría bien un poco de ayuda, especialmente con James.
«Ya estamos otra vez». Sophie pensó para sí, aquel hombre siempre era capaz de pincharla en el punto débil con precisión.
──¿Crees que tu relación con James es realmente sólida?
Sophie se quedó estupefacta, con las cejas hechas un nudo. Aquello golpeó la parte de ella que no quería admitir.
──¿Qué quieres decir?
──Mi opinión es sencilla. ¿No tienes la sensación de que te oculta algo?
Víctor se sentó frente a ella, con un documento en la mano. Sophie le echó un vistazo, y las palabras que ponía en letras grandes casi hicieron que se le salieran los ojos: «Informe de investigación de escándalo empresarial».
──¿Quieres que le amenace con esto?
──Nunca amenazo a la gente, Sophie. Sólo creo que tienes derecho a saber de qué clase de persona estás rodeada.
Sophie se quedó mirando el documento, con la cabeza explotándole como un confuso fuego artificial. Le empezaron a sudar las palmas de las manos mientras una voz en su interior le decía: «¡No lo toques! No mires». Pero, por el contrario, ya no podía apartar los ojos de él.
──¿Qué quieres realmente?
Víctor sonrió, como si supiera que ella iba a preguntar eso. Había una frialdad oculta en su sonrisa que hizo que Sophie se sintiera atrapada en una enorme conspiración.
──La verdad, Sophie. Quiero que sepas la verdad.
Después se levantó, la miró fijamente como un cazador y se dio la vuelta para marcharse.
Los ojos de Sophie se posaron en los papeles que había sobre la mesa, y sus dedos temblaron ligeramente al acercarse y abrir la primera página. Sólo echó un vistazo y se le heló el corazón. El nombre de James ocupaba un lugar destacado en el informe, enganchado a un montón de ligues de los que ella no había oído hablar en absoluto.
«Esto no es real». Le zumbó la cabeza. «¿Cómo pudo...?»
Pero ella sabía en su corazón que Víctor no le habría dado esto sin ninguna razón. Él podría haber tenido motivos ocultos, pero lo que estaba en el informe, no podía ser falso.
Cerró los ojos y respiró hondo. Se sentía como si estuviera en una bifurcación de la que no había vuelta atrás, con la confianza a un lado y la duda al otro, e intentaba desesperadamente encontrar la manera de volver al pasado.
Pero no había vuelta atrás.