James estaba sentado en el estudio de Sophie, mirando los diseños de joyas esparcidos por su escritorio. Sus ojos, sin embargo, estaban clavados, como un anzuelo, en Sophie. Ella estaba de pie frente a la ventana, de espaldas a él, y una salpicadura de luz solar reflejaba su silueta como si quisiera añadir un filtro a aquella conversación, y por el contrario, el olor a tensión seguía en el aire.
──«Escúchame». La voz de James era tan baja que podría haber goteado agua, y su resolución era más dura que una roca.
Sophie deslizó los dedos suavemente sobre el diseño y se preguntó: «¿Eso es todo lo que tienes para impresionarme?». Sabía que estaba envuelta en una situación delicada, pero eso no significaba que no pudiera dejarse tranquilamente una salida. Se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con los de James con un poco más de alarma en ellos, como diciendo: «Además, ¿no tienes miedo de que me defienda?».
──«Dímelo tú». Preguntó con calma, la frialdad en su tono casi congelando el aire.
James respiró hondo y, en lugar de mirar de un lado a otro, clavó sus ojos en los de ella como un barco con rumbo fijo. ──«Una gran exposición de joyas, y necesito que diseñes una joya para mí. Pero no es sólo una exposición, hay algo más entre bastidores». Hizo una pausa, como si intentara encontrar una excusa sólida para sí mismo, ──«La joya tiene que ser capaz de ocultar mi verdadero objetivo, y no dejar que mis competidores huelan lo que estoy haciendo».
Aquella mirada, como si hubiera un antiguo pozo escondido en su corazón, cuanto más la miraba, más profunda se sentía. El corazón de Sophie se hundió con fuerza. Sí, había adivinado que había algo más que las joyas, y el plan de James podía envolverla entera, temía. Inmediatamente su mente retrocedió a su propia miseria cuando casi había sido arrastrada por el vórtice de los negocios hacía unos años. De verdad Dios, por favor no me dejes caer en estos negocios de mierda sin valor otra vez.
──«Para ti es fácil decirlo». Preguntó con calma, ──«¿Qué joyas necesitas realmente que diseñe? ¿Por qué tengo que ser yo?»
James se levantó y caminó hacia ella, un poco de suavidad en sus ojos que casi la hizo preguntarse si no estaba un poco alucinando. El aire se enfrió unos grados con él.
──«Porque confío en ti». Lo dijo sin rodeos y con fuerza, como si se estuviera dando una razón, y como si tratara esa confianza como un grillete ineludible.
El estado de ánimo de Sophie bajó y bajó por un momento, y prácticamente pudo darse un mental: «Oye, cálmate, ya sabes, este tipo de cosas no son tan sencillas». Pero no pudo mostrar ningún quebranto en su rostro. Respiró hondo:──«Puedo ayudarte, pero tienes que darme algo. No voy a trabajar como una herramienta, voy a tener pleno control sobre mi diseño y mi futuro».
James se quedó helado, con las cejas enarcadas, pero enseguida recuperó la compostura, parecía que no era la primera vez que oía algo así. ──«Tendrás el control de la iniciativa». Lo dijo secamente, pero había una pizca de urgencia oculta en su tono, como un silencio antes de una tormenta.
Sophie asintió, pero una ola indescriptible de emociones complejas recorrió su corazón. Tenía ante sí la oportunidad de recuperar el equilibrio, pero detrás de eso, ¿quién sabía qué precio había que pagar? Se dio la vuelta y empezó a ordenar la pila de diseños, cada línea, cada joya, parecían ser un recordatorio silencioso: ¿podrás darle la vuelta a las cosas? ¿O se verá arrastrada más profundamente en la vorágine?
James permanecía a un lado, con la mirada perdida en la ventana, como esperando su decisión, y había una presión en el silencio que ella no podía ignorar. En el estudio, el aire estaba a punto de congelarse. El silencio era como un duelo sin líneas.
De repente, unos pasos suaves llegaron del otro lado de la puerta. Eran casi como los pasos de un fantasma, e incluso el aire no pudo evitar tensarse un poco. Sophie se detuvo inconscientemente, sus ojos se volvieron involuntariamente hacia la puerta. El corazón le latía un poco deprisa.
Abrió las cortinas en secreto y vio una figura familiar: Víctor. De pie frente a la puerta, como un espectador, o como un huésped no invitado, su mirada atravesó la ventana y la miró fijamente, como esperando a que cometiera un gran error.
Con el corazón palpitante, Sophie se quedó inmóvil unos segundos. ──«Hecho». Murmuró para sus adentros: «¿Por qué otra vez esta persona?». No se precipitó en su reacción, frotando las yemas de los dedos sobre el diseño, pero su corazón se tensó, ──«¿Qué significa la presencia de Víctor? ¿Qué está haciendo aquí?»
──«¿No te parece raro que siempre esté cerca de ti?». James apareció detrás de ella, con un deje de frialdad en el tono, como si estuviera amargándole el humor.
Sophie agachó la cabeza de inmediato. Sabía que James se refería a Víctor, el hombre que una vez estuvo a punto de arruinar su carrera. Sus dedos se tensaron y sus uñas rozaron el papel con un suave sonido: era la rabia que había reprimido, el complejo de inferioridad que no se atrevía a explotar.
──No sé lo que pensará ──su voz se entrecortó con una pizca de sarcasmo──, pero nunca me ha dado paz».
James se acercó más, casi apretándose contra su espalda. El aire frío de su cuerpo se transfirió a su piel, y Sophie se sintió ligeramente incómoda, pensando para sí misma: «¿Qué quieres, viejo? ¿Planeas un intercambio de almas?».
──«Ya no tienes que preocuparte por él». Susurró James, como un susurro, ──«No voy a dejar que estropee nuestros planes».
Sus ojos parpadearon por un momento, y una pizca de desdén se levantó en la comisura de sus labios. Sabía que Víctor no era fácil de manejar, especialmente con la expresión «jurada» de James, pero le daban ganas de reírse a carcajadas.
Respiró hondo y se dio la vuelta, su mirada una vez más saliendo por la ventana. En ese momento, una red de dudas y ambivalencia se había enredado en su mente. Empezó a darse cuenta de que no se trataba sólo de un plan de negocios. Era un juego de emoción y razón, en el que cada decisión entre bastidores podía hacer o deshacer su futuro. Y si ella, de hecho, podía o no controlar realmente la iniciativa era lo más importante a tener en cuenta.