El sol apenas asomaba entre las nubes cuando mi madre me dejó en la entrada del campus. El motor del coche aún rugía suavemente mientras ella se inclinaba hacia la ventana del copiloto.
—¿Estás segura de que no quieres que te recoja más tarde? —preguntó con esa mezcla de preocupación y cariño que solo una madre podría tener.
Sonreí, ajustando la correa de mi bolso en el hombro.
—Sí, mamá. No te preocupes, puedo tomar el bus de regreso.
Ella asintió, aunque su expresión me decía que seguía sin convencerse del todo.
—Está bien. Llámame si necesitas algo, ¿sí?
—Lo haré —prometí y me incliné para darle un beso en la mejilla antes de cerrar la puerta del coche.
Observé cómo se alejaba por la avenida principal, hasta que el vehículo desapareció entre el tráfico. Luego, me giré hacia el campus respirando hondo. El bullicio matutino ya comenzaba a sentirse; estudiantes caminando de un lado a otro, algunos aún con tazas de café en mano y otros revisando apresuradamente sus apuntes.
Miré el reloj en mi muñeca. Las 6:50. Todavía tenía diez minutos antes de mi “no-cita” con Jack. Caminé a paso lento disfrutando del fresco de la mañana mientras intentaba organizar mis pensamientos. ¿Qué demonios estaba haciendo? Aceptar algo así de él… No podía negar que la curiosidad me estaba ganando.
El café del campus estaba justo en la esquina, con su fachada de ladrillo y grandes ventanales que dejaban ver el interior acogedor. Empujé la puerta, y el sonido de la campanita me recibió junto con el aroma a café recién hecho.
Lo vi al instante. Estaba sentado en una de las mesas del fondo, con una taza humeante frente a él y su chaqueta de cuero sobre el respaldo de la silla. Sus ojos oscuros se levantaron de la pantalla de su móvil y se encontraron con los míos. Una sonrisa ladeada se formó en su rostro, como si mi llegada fuera algo que esperaba con total seguridad.
—Llegas justo a tiempo —dijo inclinándose hacia atrás en la silla y sus manos entrelazadas sobre la mesa.
—Me sorprende que hayas llegado temprano —repliqué mientras me acercaba y tomaba asiento frente a él.
Jack soltó una pequeña risa y se encogió de hombros.
—Digamos que tenía ganas de esta conversación.
—¿De verdad? —arqueé una ceja, dejando mi bolso a un lado —.¿Y qué clase de conversación te interesa tanto, Lehmann?
Él se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los míos.
—La clase en la que me cuentas por qué una chica como tú se interesa tanto en los secretos de los demás.
Abrí la boca para responder, pero la mesera se acercó en ese momento.
—¿Qué vas a tomar cariño? —preguntó con una sonrisa amable.
—Un capuchino, por favor —respondí y ella asintió antes de retirarse.
Jack seguía mirándome con esa expresión de curiosidad mientras sus dedos tamborileando suavemente sobre la mesa.
—¿Y bien? —insistió.
Me crucé de brazos, devolviéndole la mirada.
—¿Y tú por qué crees que me interesan los secretos?
—Porque te vi —contestó sin rodeos —.El otro día, cuando escuchaste la conversación con Amelia. No solo mirabas, Maeve. Observabas.
Mis mejillas se calentaron al recordar ese momento.
—Mirar y observar son lo mismo —rode los ojos —.Fue solo una casualidad.
—¿Sí? —Jack arqueó una ceja, claramente entretenido —.Porque parecías muy interesada en saber lo que estaba pasando.
—Supongo que me gusta enterarme de lo que sucede a mi alrededor —repliqué intentando sonar casual.
Jack se echó hacia atrás en su asiento, evaluándome.
—Entonces tal vez esto te interese… —dijo, y su tono bajó un poco, casi en un susurro —.¿Quieres saber qué pasaba realmente con Amelia?
Mi corazón se aceleró un poco, y por un segundo, me quedé en silencio. Finalmente, asentí.
—Sí, quiero saberlo.
Jack sonrió, como si hubiera estado esperando esa respuesta.
—Entonces tendrás que hacer algo por mí.
—¿Un trato? —dije un poco escéptica.
—Exactamente —respondió él entrelazando sus dedos sobre la mesa —.Yo te cuento sobre Amelia, y tú… bueno, me haces un pequeño favor.
—¿Qué clase de favor?
Jack sonrió, inclinándose un poco hacia mí.
—Uno que te va a encantar.
Mis ojos se entrecerraron, evaluando sus intenciones. Estaba jugando conmigo, lo sabía, pero la curiosidad era demasiado fuerte para resistirme.
—Está bien, Lehmann. Tenemos un trato.
Su sonrisa se amplió triunfante.
—Perfecto. Entonces… ¿nos vamos?
Mis ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Ahora?
—Claro —dijo levantándose de la mesa, tomando su chaqueta y lanzándomela sin previo aviso. La atrapé por puro reflejo, mirándolo con incredulidad.
—¿A dónde vamos? —pregunté poniéndome de pie mientras él caminaba hacia la salida.
Jack se giró para mirarme por encima del hombro, su sonrisa aún más grande que antes.
—A fuera, a descubrir secretos, Maeve.
Jack me guio hasta la salida del café, y mientras caminábamos por el campus, el silencio se apoderó de nosotros. Finalmente, después de unos minutos, se detuvo cerca de un banco apartado y se apoyó contra un árbol, cruzando los brazos.
—Bien —dijo mirándome con esos ojos oscuros llenos de misterio —.Supongo que es hora de cumplir mi parte del trato.
Observé la chaqueta que tenía entre mis manos y se la lancé.
—No soy tu empleada —bufé.
Jack solo sonrió ante aquello y yo me crucé de brazos, arqueando una ceja.
—Bien. Estoy escuchando.
Se tomó un segundo antes de hablar, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Amelia y yo… éramos algo así como novios.
Mis ojos se abrieron un poco por la sorpresa.
—¿Novios? —repetí tratando de procesar la información.
Él negó con la cabeza, esbozando una sonrisa irónica.
—Bueno, no exactamente. Nunca lo hicimos oficial, pero… ya sabes cómo son las cosas.
—No, no sé cómo son las cosas Jack —respondí, sin poder evitar la curiosidad en mi voz —.¿Estaban juntos o no?