El edificio corporativo de Montero Enterprises era un coloso de vidrio y acero que dominaba el corazón de la ciudad. Los elevadores, cápsulas de cristal que se deslizaban silenciosamente entre los pisos, transportaban a los empleados con una eficiencia casi mecánica. En uno de estos elevadores, estaba a punto de ocurrir un encuentro que cambiaría el destino de dos vidas.
Valeria Sánchez, con una carpeta de documentos en una mano y un café en la otra, se apresuró para entrar en el elevador en el último segundo. El sonido de las puertas cerrándose marcó el inicio de su ascenso, pero antes de que pudiera presionar el botón de su piso, la puerta se abrió de nuevo.
Un hombre alto, de apariencia impecable y vestido con un traje hecho a medida, entró en el elevador con una confianza innata en cada paso. Su cabello oscuro, perfectamente peinado hacia atrás, reflejaba una meticulosidad envidiable. Sus ojos, profundos e intensos, recorrieron el interior del elevador antes de posarse en Valeria.
Valeria sintió el peso de su mirada, una mezcla de evaluación y curiosidad, pero logró mantener la compostura. Le devolvió una sonrisa cortés, ocultando su sorpresa.
—Buenos días —saludó Valeria, esforzándose por parecer tranquila mientras ajustaba la carpeta en su brazo.
El hombre asintió con cortesía y murmuró un suave —Buenos días— antes de presionar el botón de su destino. El silencio llenó el espacio entre ellos, pero la tensión era palpable, como si una corriente eléctrica hubiera cobrado vida en el aire.
Los números en el panel del elevador descendían lentamente, marcando su avance a través del edificio. Valeria se sentía observada, como si el hombre de traje estuviera tomando nota de cada detalle suyo. Decidió no dejarse intimidar y desvió la mirada hacia el exterior del elevador, aunque seguía sintiendo su presencia cercana.
Finalmente, las puertas se abrieron en un piso intermedio y un grupo de empleados entró, trayendo consigo un bullicio de voces y risas que rompió la tensión. Valeria aprovechó la distracción para sumergirse en su café y centrarse en las conversaciones ajenas.
Sin embargo, justo cuando pensaba que la situación había vuelto a la normalidad, una voz profunda y ligeramente burlona se alzó por encima del murmullo.
—Interesante elección de café —comentó el hombre del traje, con un tono que sugería un toque de diversión.
Valeria giró la cabeza, encontrándose con una sonrisa juguetona en los labios de él. Sorprendida, se sintió momentáneamente desconcertada.
—¿Cómo así?, ¿Que tiene el café? —preguntó, arqueando una ceja y decidiendo seguirle el juego.
El hombre se encogió de hombros, y Valeria no pudo evitar notar cómo el movimiento resaltaba la musculatura de sus hombros.
—En un mundo lleno de opciones, elegir un café simple dice mucho de una persona —respondió, sus ojos brillando con una chispa traviesa.
Valeria sonrió ante la respuesta inesperada. Mientras los demás pasajeros abandonaban el elevador en los siguientes pisos, dejando a ambos solos de nuevo, el espacio entre ellos se sintió más reducido.
—Supongo que prefiero mantener las cosas simples, a usted que le importa si tomo cualquier café de la calle.. Aunque, usted no parece alguien acostumbrado a la simplicidad —dijo Valeria, bajando la mirada por un instante antes de volver a encontrarse con sus ojos.
El hombre asintió, como aprobando su respuesta. Su expresión se volvió un poco más seria, como si estuviera sopesando algo.
—Te propongo un reto: en el próximo piso, di el primer número que te venga a la mente.
Valeria lo miró con incredulidad, sin poder evitar sentirse intrigada por la propuesta. Las puertas del elevador se abrieron en ese momento, revelando el siguiente piso.
—Cinco —dijo Valeria sin pensarlo, su corazón latiendo con anticipación.
El hombre sonrió, con un destello divertido en los ojos, y presionó el botón con el número cinco. Las puertas se cerraron de nuevo, y Valeria se sintió envuelta en una sensación de emoción inesperada.
—Espero que esto no me lleve a una trampa o algo así, no quiero salir en la noticias como secuestrada —bromeó Valeria, tratando de mantener el tono ligero.
El hombre rió, un sonido cálido y agradable que llenó el espacio entre ellos.
—No temas, no soy un villano de película —dijo con una sonrisa encantadora.
El ascenso continuó, y Valeria se sintió más relajada de lo que hubiera imaginado. Aunque el encuentro había sido completamente inesperado, no pudo evitar preguntarse qué otros desafíos y momentos emocionantes le deparaba el destino.
Y así, mientras el elevador continuaba su ascenso, Daniel Montero y Valeria Sánchez compartieron un momento que marcaría el inicio de una conexión única y desafiante. En un mundo donde las sorpresas eran escasas y la rutina lo dominaba todo, este encuentro inesperado había encendido una chispa que podría cambiar sus vidas para siempre.
A medida que el elevador se acercaba al quinto piso, Valeria experimentó una mezcla de emoción y nerviosismo. ¿Qué la esperaba en ese piso? Se preguntó si este desafío la llevaría a algún lugar desconocido o simplemente a un piso de oficinas como cualquier otro. Aunque sabía que todo esto era un juego, no pudo evitar sentir una anticipación creciente.
Las puertas del elevador se abrieron suavemente, revelando el quinto piso. Valeria miró a su alrededor, encontrándose en un vestíbulo diferente a los demás. Las paredes exhibían arte contemporáneo, y una atmósfera creativa impregnaba el ambiente. Un letrero indicaba que este piso albergaba la galería corporativa de la empresa.
Valeria volvió la mirada hacia Daniel, quien la observaba con una sonrisa cómplice.
—Bienvenida a mi pequeño desafío personal —dijo él, con tono divertido.
Valeria rió, dándose cuenta de que él había orquestado todo desde el principio.
—Debo admitir que no esperaba encontrarme con una galería de arte —comentó Valeria, examinando el lugar con interés.
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Editado: 24.12.2024