Secretos de Oficina: El jefe que me Desea

Juego peligroso con el CEO

—El trabajo supongo que puede esperar, ya que eres el Ceo jefe de la empresa, me gustaría saber mas de tu galería, aparte soy curiosa, espero eso no le moleste —añadió con una sonrisa.

—Como dicen, la curiosidad mato al gato —agrego él con una sonrisa mirándola de arriba abajo.

—Quiero ver más, hazlo antes de que me arrepienta —anuncio mirándolo a los ojos con, al punto que el rubor de sus mejillas notaba ese nerviosismo.

—Ven —dijo él.

Después de unos minutos. Valeria intentó mantenerse distante, pero había algo en la manera en que Daniel la miraba que desbordaba cualquier intento de resistencia. Su presencia no era solo física, sino algo más, una energía que parecía absorber el aire entre ellos, envolviendo cada palabra, cada gesto, cada silencio, mientras recorrían la galería.

Una hora despues.

Cuando salieron de la galería, el bullicio del edificio volvió a envolverlos, como si el mundo real hubiera reclamado su espacio. Pero Valeria no podía dejar de pensar en lo que acababa de suceder, en ese juego que, aunque había comenzado como algo inocente, ahora parecía mucho más significativo.

—¿Volverás al trabajo después de esto? Como mi empleada claramente ¿Verdad? —preguntó Daniel, su tono casual, pero con algo más detrás, como si esperara su respuesta con cierta expectación.

Valeria miró al frente, insegura de cómo responder. No era la primera vez que se encontraba con alguien como él: audaz, desafiante, pero había algo en él que la desarmaba, algo que la hacía preguntarse si realmente podía controlar la situación.

—¿Y tú? —respondió, eligiendo la evasión en lugar de confrontar directamente su pregunta.

El ascensor apareció en su camino de regreso, y los dos se acercaron al mismo tiempo, casi sin pensar. Las puertas se abrieron con suavidad, como si el universo estuviera perfectamente alineado para que entraran juntos, una vez más. El espacio dentro era reducido, pero ninguno de los dos se apartó. El aire entre ellos se tensó al instante.

Daniel presionó el botón para el piso de Valeria y luego, casi en un susurro, dijo:

—No sé qué es lo que tienes, Valeria, pero quiero descubrirlo.

Sus palabras no fueron una amenaza, ni una promesa vacía. Había una certeza en su voz, algo que la hizo sentir como si su propia vida estuviera a punto de cambiar, de ser arrastrada por una corriente que no podría detener.

Valeria sintió cómo su estómago se tensaba. ¿Qué estaba pasando con ella? No era la típica mujer que caía fácilmente ante las insinuaciones de un hombre, y sin embargo, ahí estaba, temblando con la idea de lo que podría suceder a continuación. El hombre frente a ella no solo la desafiaba, la estaba invitando a un juego peligroso. Y, por primera vez, Valeria no tenía claro si quería jugar.

El elevador comenzó a moverse hacia el piso de Valeria, pero el silencio entre ellos se volvió pesado, denso, como si las palabras no pudieran salir sin perder algo esencial en el proceso. De repente, el sonido del ascensor al detenerse en su destino la despertó de sus pensamientos.

Las puertas se abrieron, y Valeria se encontró mirando a Daniel por última vez antes de salir.

—Nos veremos pronto, ¿verdad? —preguntó él, con una sonrisa que desbordaba confianza.

Valeria no pudo evitar sonreír también, aunque no estaba segura de qué futuro les esperaba. ¿Sería este un encuentro pasajero o el comienzo de algo mucho más grande, algo que desbordaría su control? Sin saberlo, ella ya había dado el primer paso en una danza peligrosa, y no podía evitar sentirse atraída por lo que vendría.

—Quizás, aunque en mi registro de esta empresa está mi número —respondió dándole una posible idea, con una calma que intentaba ocultar el caos que se desataba en su interior.

Salió del ascensor sin mirar atrás, pero sabía que su vida nunca volvería a ser la misma. En algún rincón de su mente, ya estaba preparada para lo que Daniel Montero le tenía preparado.

Valeria caminó por el pasillo, el sonido de sus tacones resonando en el silencio del edificio. Su mente seguía atrapada en la conversación con Daniel, y aunque intentaba centrarse en el trabajo que le esperaba, no podía sacudirse la sensación de que algo había cambiado, algo había encendido una chispa que no podía ignorar.

El resto del día pasó en un velo de pensamientos dispersos, el sonido de su teclado de fondo, las llamadas telefónicas, las reuniones. Pero cada vez que levantaba la vista, sentía la presencia de Daniel, como si él estuviera allí, observándola desde algún rincón invisible del edificio. Y la idea de esa mirada, tan fija, tan intensa, la perseguía.

Al final de su jornada, Valeria decidió salir a caminar un poco para despejarse. Necesitaba aclarar sus pensamientos, encontrar algo de paz en su agitada mente. Mientras recorría las calles de la ciudad, las luces de los grandes edificios se reflejaban en los charcos de la acera. El aire fresco de la tarde la envolvía, pero, aún así, sentía el calor de la interacción con Daniel, algo que seguía ardiendo en su pecho.

Fue entonces cuando su teléfono vibró, rompiendo el silencio de su mente. Miró la pantalla y vio el mensaje: ¿Te gustaría cenar conmigo esta noche?

Era Daniel.

Valeria no pudo evitar sonreír, aunque un nudo de incertidumbre se formó en su estómago. La tentación era innegable. Cada fibra de su ser le decía que debía rechazarlo, que no debía dejarse llevar por el impulso de algo que parecía peligroso, pero… ¿y si simplemente se dejaba llevar?

La respuesta fue casi automática.

Sí, me encantaría.

La respuesta fue enviada con la misma rapidez con la que su mente se adentraba en un territorio desconocido. El teléfono vibró de nuevo casi al instante: Entonces, nos vemos a las 8 en el restaurante Rocco. No acepto un no por respuesta.

Era una invitación tan directa como él mismo. El tipo de hombre que no dejaba espacio para el rechazo. Y eso, en su extraña manera, lo hacía aún más fascinante. Valeria se encontró mirando la pantalla de su teléfono, el reflejo de su propio rostro en el vidrio.




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