Secretos de una conejita

Capítulo 3: Besando sapos

Capítulo 3: Besando sapos

 

 

En el último mes de venirme a mi ciudad a culminar mis estudios, conocí a un chico, creo que se llamaba Luis; por si no me falla la memoria, era guapo, iba en el último año de la carrera, muy inteligente. Nos conocimos en la cola del comedor, él me quedó mirando de la nada, lo miré también sin saber por qué me estaba viendo y ahí fue cuando me sonrió.

Una simple sonrisa bastó para que me sonrojara y me fuera de la cola.

Ese día no comí para no verlo otra vez, ¿era rara? Sí, yo sé que sí.

Pero no podía evitar verlo más, todos los días tenía clases y todos los días tenía que comer, así que al día siguiente volvimos a coincidir y él se acercó a preguntarme la hora.

A mí.

Dentro del montón de la cola, se acercó a preguntarme la hora.

Se la di y entonces notó mi acento y empezó a sacarme conversación, así duramos hasta que me pidió el numero, dudé, pero, estudiar una carrera de hombres ya me había hecho relacionarme mejor con el sexo opuesto así que finalmente se lo di, retiramos nuestras comidas y tomamos caminos separados.

Esa noche me escribió y no paramos de hablar hasta vernos al día siguiente, era creo que la primera vez que hablaba con un hombre sin plan de ser amigos, sino algo más que eso.

Fue una semana antes de que me retirara, estaba hablando con Luis cuando culminamos clases cuando él se acercó y me besó, no respiré, no me moví, sí, mi primer beso real fue a los 19 años.

Luego durante la semana le siguieron otros besos más profundos (y raros porque no me gustaba la saliva que me dejaba en la cara) y una salida al cine hasta que entraron las vacaciones y no lo vi más cuando me trasladaron de carrera a mi ciudad.

Ahora me tocaba adaptarme a mi ciudad nuevamente, otra vez vivir con mis padres, tener nuevos amigos e... ir a la iglesia; ¿mencioné que toda mi familia es religiosa? Sí, yo era algo así como la oveja negra porque nunca me gustó la religión, no me malinterpreten, creo en Dios, no en la religión realmente, así que cuando empecé a ir a esa iglesia todo me pareció extraño pero iba para complacer a mi familia.

Algo emocionante de ahí, era ver a mi crush cada domingo, pero él pasaba de mí, ni siquiera me veía o me saludaba, ahora eramos dos desconocidos. No recuerdo exactamente cómo me enteré, pero sí supe que Angel tenía novia y que de hecho tenían planes de casarse pronto, solo que la chica no era de la misma ciudad; él tenía una relación a distancia con ella.

Me quedé tranquila con eso, de todas formas yo siempre vi a Angel como mi crush imposible, ¿lo peor? Que con el tiempo se volvía cada vez más guapo, la barba le había crecido, iba al gym y tenía músculos sobresalientes, además de que siempre andaba con una cámara profesional tomando fotos, eso le daba un atractivo extra, y no voy a mentir.

Hice algo estúpido.

Le busqué el instagram y le escribí un simple hola, a ver si... podíamos ser amigos, era mi crush ¿por qué no?

Me dejó el visto por siempre.

Que verguenza.

Para mi suerte, la iglesia era muy grande por lo que evitar verlo era bastante sencillo para empezar a superarlo.

Después de eso, en la universidad me gustó un chico; era militar, pero, cuando empezamos a salir, a la tercera salida me comentó que tenía dos hijos y MUJER, yo era la otra sin ni siquiera saberlo, así que le terminé y así pasé mi soltería hasta que dos años siguientes me gradué de la universidad.

Ahí fue cuando me rompieron por primera vez el corazón... ese día de mi graduación uno de mis profesores me invitó a salir.




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