Secretos De Villa Gris

2. YOB, JUNIOR Y LA SELECCIÓN DE JIMSTINE

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YOB, JUNIOR Y LA SELECCIÓN DE JIMSTINE

De mis penurias previas al inicio de clases

 

A la mañana siguiente a los eventos narrados en el capítulo anterior, de los cuales yo no tenía la menor idea, el sol salió, como de costumbre, iluminando el extenso jardín de la mansión de la familia Platas. Se trataba de mi familia, pues yo soy Jaime Platas, y si alguno no está familiarizado con mis anteriores aventuras, creo que haría falta hacer un recuento de ellas.

Hace tres meses llegué a la Isla de Farland[1], un lugar tan remoto y alejado del mundo que pareciera pertenecer a otro universo. Villa Gris, la ciudad donde ahora vivíamos, era habitada no sólo por humanos, sino por toda clase de criaturas míticas y seres prehistóricos. Mis amigos los Splitz, por ejemplo, tenían un rancho de dinosaurios, sin mencionar el curioso repertorio de personajes que conformaban sus doce hijos. Jon Splitz, el mayor de ellos, un conocido exterminador de demonios[2]; Ériol y Yesi, actualmente perdidos en el bosque de Farland[3], luchando con toda clase de seres monstruosos que habitan el bosque, según me enteré de la boca de Vivian Splitz, una niña bastante bromista[4], pero que por alguna razón me inspiraba confianza. Otro de sus hijos, Samuel, actualmente se encontraba trabajando para los Defensores, un grupo de héroes profesionales que había crecido en popularidad los últimos días[5]. También estaba Sue Splitz, a voto popular una de las chicas más bellas de la isla, aunque para mí era más famosa por los rumores sobre sus amistades robots[6]. Al resto de los hijos no los conocía aún, excepto a Al Splitz, el único de ellos de mi edad, un chico bastante sereno y bonachón que trabajaba en la tienda de mascotas de Villa Gris. En pocas palabras, la familia Splitz era una de las más conocidas en Villa Gris, y su historia se remontaba a la singularidad de sus personajes incluso en generaciones muy antiguas[7] ¿Por qué menciono a los Splitz antes que a mi propia familia? Porque quizás sean importantes más adelante.

Mis amigos, Abraham y Lily, también eran bastante singulares. Mi amigo era una especie de joven justiciero conocido en toda la isla, cuyas hazañas eran tan míticas que a veces ni siquiera yo podía creérmelas. En cuanto a Lily, es bastante reservada, a diferencia de Abraham. Recientemente comencé a conocerla un poco más, y me enteré que trabajaba en una fuente de sodas para pagar su membrecía del club de tenis, deporte en el que pensaba competir ahora que se aproximaba el campeonato escolar de Jimstine. Sin embargo, en una de nuestras últimas aventuras, ella había perdido su empleo y se había unido, al igual que yo, a las filas de Pizza Farland[8].

¿Qué puedo decirles sobre Pizza Farland que no sepan ya? Me había unido a ese negocio tras ser culpado de romper una ventana, pero con el tiempo el trabajo me pareció tan emocionante que cuando se me presentó la oportunidad, no pude dejarlo[9]. ¿Qué tiene de emocionante repartir pizzas? Que en Farland la gente se traslada entre pueblos con la ayuda de catapultas enormes, teletransportadores, alfombras mágicas, aves gigantes y yo había tenido la oportunidad de probar todos y cada uno de esos transportes antes de ser bendecido con mi uniforme especial para planear sobre la ciudad como un héroe enmascarado. Lamentablemente, recientemente se había descubierto mi identidad, por lo que ahora volvía a ser un repartidor común y corriente[10].

Con todo esto, aún no menciono a mi familia: mi padre y mi hermano Alex, nuestro mayordomo Fransuá y nuestras diez sirvientas, las cuales habían sobrevivido con nosotros a nuestra llegada a la isla de Farland, esa trágica mañana que nuestro avión se había apagado y estrellado contra el mar[11]. ¿Por qué había pasado eso? Al principio creí que se debía a la extraña energía que más tarde supe era originada por los temibles Orbes Cósmicos, pero después comprendí que ningún avión puede acercarse a la isla sin quedar pulverizado.

La civilización farlandiana está millones de años adelantada a la del resto del mundo. Los libros de Historia de Farland dicen que los farlandianos ya habían conquistado el espacio cuando nuestros antepasados de América y Europa habían aprendido a afilar piedras para cazar. 3 meses me habían bastado para descubrir que los farlandianos no bromeaban al decir esto. Las calles y las casas estaban hechas de material autorregenerable, al igual que el vidrio y los metales. La gente en Farland caminaba acompañada por pequeños discos flotantes llamados Drox, que servían de teléfonos, reproductores, electrovisores, encendedores, mapas, navegadores, abrelatas y sabrá Dios qué tantas cosas más. Los farlandianos habían pasado tantos millones de años de evolución física que su cabello y ojos adoptaron colores meramente estéticos, que variaban desde el verde fluorescente hasta el rosa neón. También, en su mayoría, eran bastante fuertes, y su esperanza de vida era del triple de años que la de la gente que vivía fuera de la isla.

Con todos estos puntos a favor, a mi familia y a mí no nos había importado olvidarnos del mundo exterior y optamos por vivir en Farland, teniendo en poca importancia las constantes amenazas de reptiles humanoides, monstruos espaciales, zombis, bandidos, dinosaurios, máquinas mutantes y más recientemente demonios.[12] Claro que nada de lo que habíamos vivido hasta ahora había afectado tanto nuestras vidas como lo había hecho la llegada de mi prometida y actual novia, Jenny. Su llegada al principio nos había traído muchos problemas, pero con el tiempo, ella también había terminado por encariñarse con la isla.




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