Secretos del corazón

capítulo II - Dios mío

Aria

El avión desciende suavemente hacia Roma, Italia, y siento que mi vida está a punto de dar un giro de 180 grados. Desciendo por las escaleras del avión y encuentro a los choferes de mi abuela esperándome.

─ Francisco ─ saludo al chofer mientras me recibe con un abrazo cálido.

─ Señorita Aria, ¡cuánto tiempo ─ responde él, devolviendo el abrazo.

Después de acomodarme en el auto, veo una llamada de Chiara en mi teléfono.

"Ari, lo siento, pero tengo que viajar a Italia porque mi abuela está enferma. Llevaré a Damon conmigo. Llegaré en unas horas", dice el mensaje.

Me llevo las manos a la cabeza al leerlo. Dejar a Damon en Italia no estaba en mis planes, pero si su abuela está enferma, no puedo evitarlo.

Maldición, siempre que tengo algo importante que hacer, algo sale mal. Damon estará aquí en Italia, y lo peor, en Roma, donde nací y donde viven los Corleone.

Sin darme cuenta, ya hemos llegado a nuestro destino. Frente a nosotros está la imponente empresa "Gret e'x company". Observo el gran edificio con asombro.

"Señorita", me interrumpe uno de los guardias, y veo cómo un mar de periodistas aparece frente a mí, grabándome y pidiendo entrevistas. Menos mal que aún no he salido del auto. Me pongo la mascarilla y los lentes y salgo del coche.

"La heredera de Gret e'x company llega a Italia", escucho entre los murmullos de los periodistas.

Los malditos flashes atraviesan mis gafas.

"Señorita, ¿podría aclarar algunos rumores?"

"Cámaras fuera, por favor", pido mientras camino rápidamente hacia el edificio, esquivando a los periodistas como puedo. Parece que sabían que estaría aquí, maldita sea.

Una vez dentro de la empresa, saludo a todos y continúo sin quitarme la mascarilla ni los lentes.

En el último piso tendrá lugar la reunión, donde se cerrará el contrato. Me apresuro a llegar, sin siquiera haber cambiado mi atuendo. Solo llevo puesto un traje negro, tacones y accesorios sencillos, lo que tenía en la maleta en el coche.

La asistente abre la puerta y entro en la oficina, donde todos me reciben con profesionalidad. Pero me quedo helada al ver al hombre que está sentado frente a la silla donde me sentaré: Lorenzo Corleone.

El hombre que quería evitar a toda costa. El hombre del que escapé.

Las palabras se quedan atrapadas en mi garganta, pero las fuerzo a salir.

─ Buenos días, perdón por la tardanza ─ me disculpo, quitándome la mascarilla y los lentes. Lorenzo me mira durante largos segundos, dándose cuenta de que soy yo, la misma mujer que un día fue su esposa.

"Pasa nada, siempre pasa", interviene la asistente.

Después de unas miradas entre Lorenzo y yo, comienzo a hablar.

─ Buenos días a todos. Agradezco su presencia en esta reunión para cerrar este importante contrato. Estoy segura de que esta asociación traerá grandes beneficios para ambas partes ─ digo con firmeza.

─ Buenos días, señora Valentí. Estoy completamente de acuerdo. Nuestros equipos han trabajado arduamente para llegar a este punto y estoy convencido del potencial que tiene esta colaboración─ responde él, en un tono firme pero distante.

─ Señora Valentí, hemos revisado detenidamente los términos del contrato y estamos confiados en que cumpliremos con todas las expectativas planteadas por el equipo del señor Corleone − agrega la asistente de Lorenzo.

─ Además, quiero resaltar el compromiso de nuestra empresa en garantizar la calidad y eficiencia en cada etapa del proyecto. Estamos listos para trabajar codo a codo con el equipo del señor Corleone para lograr nuestros objetivos comunes ─ expresa la gerente de la empresa de Lorenzo.

─ Por nuestra parte, queremos asegurarles que estaremos disponibles en todo momento para atender cualquier necesidad o inquietud que surja durante la ejecución del contrato. Queremos establecer una comunicación fluida y efectiva entre ambos equipos ─ nterviene mi asistente, Hale.

─ Me alegra escuchar eso. Confío plenamente en nuestras capacidades colectivas para llevar adelante este proyecto con éxito. Espero poder construir una relación sólida basada en la transparencia y el trabajo conjunto − dice Lorenzo, aunque su mente parece estar en otro lado.

Agradezco internamente que la reunión haya terminado y que pronto firmaremos el contrato.

─ Les agradezco mucho su compromiso y dedicación hasta ahora. Estoy segura de que juntos alcanzaremos metas extraordinarias e impulsaremos el crecimiento tanto de nuestras empresas como del mercado al cual servimos ─ concluyo en un tono de voz firme.

Después de firmar el contrato, me encuentro en el baño, sintiéndome sudorosa por la intensidad de volver a encontrarme con ese hombre. Ahora entiendo el misterio de mi abuela.

Cuando me preparo para salir, alguien entra. Y es él. Trato de evitarlo y salir corriendo, pero me detiene con su enorme cuerpo.

─ Después de tanto tiempo, señora Corleone − dice con sarcasmo, un tono que no me gusta para nada.

─ Para tu información, soy Valentí, no Corleone, cabeza dura. Y déjame pasar ─ le pido, molesta.

─ Sigues siendo mi esposa, no se te olvide − susurra cerca de mi oído, algo que no me esperaba.

Él no firmó el divorcio, ¿por qué dice eso?

─ En tus sueños, y déjame pasar, por favor ─ le pido, ya cansada.

Él se ríe y me mira fijamente a los ojos, sus grises ojos provocando un revuelo en mi estómago sin razón aparente.

Cuando intento empujarlo, él me sujeta de los hombros y me mira a los ojos.

─ Dime, maldita pelirroja, ¿por qué escapaste? ─ pregunta, ahora más serio.

Porque escaparía siempre, obviamente porque no lo amaba.

─ Por que no soy animal para que me entreguen como forma de pago ─ respondo con amargura, recordando el día de la boda y todo lo que conllevó.

─ Tus padres te entregaron como forma de pago─ dice con insolencia.

Espera, ¿ellos hicieron eso? Son inútiles, pero dudo que llegaran a tanto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.