Secretos del corazón

Capítulo VI-Una vez más

Era hora de irse. Todos se despedían, pero yo ni loca soltaba el brazo de Nicolás. Era más fácil matarme que hacerme dejarlo ir.

Un flash me cegó cuando alguien tomó una foto. Odiaba esas cosas. Apenas había recostado mi cabeza en el brazo de Nico cuando la maldita mujer que sacó la foto casi me dejó ciega. Nicolás, sin decir nada, levantó la mano y tapó mi rostro, protegiéndome de la luz.

En la salida, mis padres no querían dejarme ir. Bratt intentaba convencerme de que me quedara.

─ Aria, no eres una niña ─ regañó Elena.

Rodé los ojos, sabiendo que había gente grabando la escena.

─ No, pero soy una mujer adulta ─ respondí, antes de darme la vuelta y marcharme.

Subí al auto y, sin más, pedí silencio. Lo único que quería era llevar a Nicolás a su casa. Durante el trayecto, el silencio nos envolvía, como si el auto estuviera flotando en el vacío. Al llegar, Nicolás se despidió con un gesto breve y bajó.

─ ¿Quiere ir a otro lugar? ─ preguntó el chofer al verme mirando por la ventanilla, perdida en mis pensamientos.

Tras unos segundos de silencio, me atreví a responder.

─ Llévame a la casa de Lorenzo ─ ordené sin dar opción a réplica.

Minutos después, el auto se detuvo frente a un imponente edificio. La confusión me invadió de inmediato.

─ ¿Vive aquí? ─ pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

Sin más, bajé del auto y me dirigí al edificio. Un guardia me detuvo por unos segundos, pero al confirmar que era la esposa de Corleone, me dejó pasar. Ser su esposa tenía sus beneficios.

Logré quitarle las llaves al guardia y abrí la puerta del departamento. El lugar estaba sumido en una oscuridad pesada, como si el tiempo se hubiera detenido. Un departamento de tres habitaciones, una sala de cine, un gimnasio, y la cocina, todo completamente vacío. Lo único que había eran botellas de licor y vino esparcidas por el suelo.

─ Dios, este hombre está loco ─ murmuré al ver el desorden.

La curiosidad me llevó hasta su habitación. Encendí la luz y fui recibida por una decoración simple y fría. Una mesa de noche, una cama enorme, el clóset, un espejo, la puerta al baño, pinturas, una televisión y más botellas de licor. ¿Qué más podía esperar de él?

Al abrir el clóset, una fotografía al fondo capturó mi atención. La tomé entre mis manos. Era una foto de nosotros dos. Yo, una adolescente de cabello rojo, sonriendo vestida de novia. Él, fingiendo una felicidad que nunca fue real. Todo bien, pero… ¿por qué esa foto seguía aquí? ¿No se supone que me odiaba?

Dejé la foto en su lugar y probé la suavidad de la cama. Era tan cómoda y relajante que no pude evitar soltar una carcajada al darme cuenta de lo loca que estaba por estar allí.

De repente, sentí una mano acariciando suavemente mi rostro. Fue un toque cuidadoso, como si no quisiera despertarme. Pero recordé dónde estaba, y mi corazón comenzó a latir frenéticamente. Abrí los ojos poco a poco, y ahí estaba él, el hombre que tanto había querido evitar.

─ ¿Cómo conseguiste entrar? ─ preguntó Lorenzo, dándome la espalda.

Me senté en la cama, sintiendo el peso de la culpa. No tenía palabras para responder.

─ Mi apellido ayuda ─ dije, aunque sabía que era otra cosa la que realmente me había permitido entrar.

Lorenzo se giró para mirarme. Su rostro estaba completamente inmutable, sin una pizca de emoción.

─ ¿Qué haces aquí, Aria? Esa es la verdadera pregunta.

─ No lo sé... ni yo misma lo entiendo. Tal vez, por lo mucho que insistes en que soy tu esposa ─ murmuré, dudando de mis propias palabras.

Su rostro se endureció ante mi respuesta.

─ ¿Por qué te fuiste? ─ lanzó la pregunta como una daga. No tenía una respuesta clara, pero lo sabía.

─ No lo sé ─ respondí, aunque la verdad ardía en mi interior.

Intentaba llegar a mí, pero el silencio pesaba más que cualquier palabra. Finalmente, dejé escapar una respuesta que me costó formular.

─ No quería estar casada contigo.

Me levanté de la cama, caminando hacia la puerta. Quería escapar, desaparecer, irme a un lugar donde solo existiera yo.

─ Existe un contrato, Aria. Sabes los problemas que causaste. La enemistad, las preguntas de tu familia... No podías haber hecho más daño.

Sabía lo que había provocado. No era tonta, había desatado un infierno entre nuestras familias.

─ Mi familia fue la más afectada ─ dije, con la amargura de la verdad en cada palabra.

El silencio volvió a envolvernos, más pesado que antes. Lorenzo se levantó y se acercó, acorralándome contra la pared. Sus ojos eran intensos, llenos de preguntas que no necesitaban ser formuladas.

─ Dime, Aria... ¿tú y él tienen algo? ¿O solo intentas darme celos?

Mis labios temblaron al tratar de responder, pero no pude. Mi silencio decía más que cualquier palabra.

─ ¿Quién es "Damon"? ─ preguntó finalmente, dejando caer la pregunta como una sentencia.

Sabía que esta vez no podía mentir.

─ Damon... Damon es alguien normal, como tú y yo.

Pero la verdad era mucho más cruel. Damon no era alguien externo a nosotros. Damon era nuestro hijo.

Trato de mejorar la redacción y revisión, así que los capítulos serán un poco más cortos




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.