Los señores Bennett, formados por una señora no tan alta esbelta, con el pelo marrón y ojos cafés y su esposo un hombre alto con el cabello pelirrojo y ojos verdes esto lo había heredado de su padre un hombre tan malicioso y perverso como él que para suerte de todos ya había muerto dejando una herencia millonaria de siembras de arroz y siendo el único hijo conocido quedó con todo, sus hijos pelirrojos al igual que Malkier y su madre Beatríz tenían parte de esa herencia; pero él era el que la dirigía, él se encargaría de gastarla solo hasta que llegó este momento. Beatriz había nacido de una infidelidad con una criada que su padre había cometido y por tal razón nunca fue reconocida como su hija.
—No creó que sea necesario Eladio, sabes perfectamente que no quieres hacerlo —El señor Bennett se acercó a Eladio cruzado de brazos.
—Parece como si el que no quiere que suceda es usted señor —Contestó Eladio desafiandolo con la mirada.
—No, para nada, si fue usted que quiso alejar a su hija de su padre —Contestó el hombre, obviamente estaba mintiendo, Eladio se mordió la lengua para no decirle mentiroso en su cara.
—Yo estoy aquí —Interrumpió Lorena—. Yo quiero conocerlo, y yo sé que el quiere conocerme —Lo último lo dijo sin dudarlo.
—Si eso es, lo llamaré, está en la ciudad —Comentó Melquisedec ya convencido, aunque eso al joven le molestaba no podía negar que ver a sus padres sufrimiento lo hacía sentir mejor, Melquisedec sabía que sus padres no querían que su hijo reconociera a la niña ya que, eso traería sospechas de cosas raras la gente comenzaría a preguntar dónde está la madre y de su nacimiento y ellos no querían murmullos. ¿Qué diría la gente de su familia? ¿Que comenzarían a especular? El señor Bennett ya estaba planeando que mentira le ofrecería a la prensa a la hora de conocerse sobre la nieta de la que nunca hablaron.
Horas más tardes se encontraban todos sentados en la mesa del comedor, por primera vez Lorena se había sentado con ellos, Michael aún no llegaba y eso le dió tiempo a los señores para hacerle algunas preguntas.
—Sabes, si no lo conociste antes fue culpa de tu abuelo y su rincor —Comentó la señora después de unas cuantas preguntas.
—¿Por qué mi abuelo tendría rincor? —Lorena trataba de hacerse la que no sabía de nada, sabiendo todo.
—Al morir tu madre en el parto, tu abuelo se llenó de odio —Lo dijo con una pequeña sonrisa cínica.
—¿De parto? murió de parto, papi nunca me dijo, pero ahora que sé que fui yo la culpable de que mi madre muriera me siento mucho mejor —Lorena miró a la señora con un rostro muy serio y amable pero nada de eso sentía por dentro, pensó en arrancarle la enorme argolla que llevaba en la oreja pero se contuvo.
—Es bastante cruel que no te lo haya contado. Vez! Tu abuelo es malo, pero no te culpes por la muerte de tu madre esa muchacha era muy joven para eso y así quiso tenerte —Dicho esto sonrió acomodando su blusa de lino fino.
—Entonces es verdad —Michael se acercó a Lorena, la levanto de la silla y la abrazó—. ¿Ya sabes quién soy nena? sabes que soy tu papá —Lorena afirmó con la cabeza mirando los flequillos rojizos que se escapaban de su cabello bien peinado. El hombre la volvió abrazar.
Se sentó a su lado en el comedor y no dejo de mirarla durante la cena, Lorena se sentía muy incómoda, tener los hermanos Bennett al rededor no se sentía bien, había algo raro, algo que la asustaba.

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Editado: 09.08.2022