Secretos en la niebla

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EXTRAÑOS

—Todo listo —dice el hombre. Bajo de la máquina y con cuidado me ayuda a subir a la silla de ruedas.

—¿Me hicieron un estudio?

—Sí, como te mencioné antes, te haremos solo unos pocos estudios para descubrir qué te sucede, y el porqué de no recordar. Pero no te preocupes, seguro lo descubriremos.

Asiento, acariciando mis manos en un intento de mantener la calma. Creía estar sola en este lugar, pero la presencia de este hombre, el Dr. Samuel, me ofrece un destello de seguridad.

Quiero creer eso.

Mientras me guía por los pasillos oscuros, le comento lo que siento, las notas, incluso sobre las fotografías, además de que no puedo recordar con exactitud dos años de mi vida.

Al principio, dijo que seguramente era porque acabo de despertar, pero luego mencionó que podría ser un paciente psiquiátrico el creador de esas notas tan peculiares. Pues dice que el piso de psiquiatría está cerca, y algunos pacientes suelen pasear.

Me ha llevado al piso de psiquiatría para que lo vea por mí misma; me ha sorprendido el ambiente, se veía tranquilo y a lo lejos la luz resplandecía en las paredes blancas. Pero en cuanto entré, sentí una sensación de asfixia en mi cuerpo, como si hubiese estado aquí antes. Había una puerta en particular que me provocaba un indescriptible cosquilleo en la palma de la mano.

El doctor Samuel me tranquilizó con un vaso de té que, por cierto, estaba delicioso.

Cuando salimos de ese lugar aterrador, su sonrisa amable al llegar a la central de enfermeras refuerza la idea de que puedo confiar en él. Giramos suavemente hacia mi habitación, y por un instante, la tensión parece disiparse. Sin embargo, la tranquilidad se quiebra cuando veo una nota en el suelo, frente a la puerta. Mi corazón late con fuerza, pues la nota es parecida a las que encontré en la habitación.

Exactamente igual, carajo.

Rápidamente tomo la nota, y esa tinta roja mancha de nuevo mis dedos. Pero ahora no parece tinta, sino… sangre.

Mis dedos apenas rozan la nota cuando el Dr. Samuel la arranca de mi alcance con un movimiento tan brusco que me deja paralizada. Su respiración se corta y sus ojos se clavan en las palabras con una intensidad casi antinatural. La luz tenue de la habitación acentúa las sombras en su rostro, y por un instante parece que su piel ha palidecido más de lo habitual. Su mano tiembla al sostener el papel, pero lo que realmente me estremece es su expresión: no es miedo, es reconocimiento.

Un reconocimiento que me hiela el alma.

—¿Qué dice? —exijo, intentando que mi voz no traicione el temblor que siento en todo mi cuerpo. Pero él no me responde. Sus labios se mueven ligeramente, como si estuviera repitiendo las palabras en silencio, tratando de procesarlas.

De repente, Samuel alza la mirada, pero no hacia mí. Sus ojos se desvían hacia la habitación detrás de mí, hacia la penumbra. Mi piel se eriza cuando veo algo indescriptible en su mirada: no solo horror, sino una especie de resignación, como si hubiera esperado este momento desde hace mucho.

—Sarah, no... no leas esto. Por favor. —Su voz, casi un susurro, está cargada de una urgencia que me inquieta aún más.

Mi garganta se cierra y aprieto las manos contra la tela de mi bata, intentando detener el temblor en vano. Las palabras que no dice me golpean más fuerte que las que pronuncia. Hay algo en esa nota que lo aterroriza, algo que él sabe y que yo no. Mis piernas se tensan, como si quisieran salir corriendo, pero estoy clavada en el lugar, incapaz de moverme.

Él da un paso hacia la habitación, la nota apretada contra su pecho, como si quisiera protegerla de mis ojos. Mi respiración se acelera, el aire se siente más denso, y la opresión en mi pecho se vuelve insoportable.

Sé que hay algo ahí. Algo que él no quiere que vea. Pero no pienso entrar.

Me giro bruscamente hacia el marco de la puerta, mis manos aferrándose a la madera con tal fuerza que mis uñas se clavan en ella. La tinta roja de la nota traspasa el papel, como si estuviera viva, revelando el contorno borroso de las palabras. No puedo resistirlo. Miro la nota desde atrás, entrecerrando los ojos para descifrarla.

—¡No! —Samuel intenta guardarla apresuradamente, pero mis manos se mueven antes de que pueda detenerme. Se la arrebato con un tirón, el papel rasgándose levemente en los bordes.

El contacto con la nota es un golpe directo a mi sistema nervioso. Está húmeda, pegajosa, y su textura me produce un escalofrío que recorre toda mi columna. Levanto la vista hacia Samuel. Su rostro ahora está rígido, sus ojos fijos en mí con una mezcla de desesperación y algo más... algo que no puedo nombrar. Por un momento, el tiempo parece detenerse. Me pregunto si debería haber confiado en él.

Pero entonces lo leo.

—Aléjate ahora mismo. Ella está aquí. —Las palabras salen de mis labios en un susurro quebrado, pero su peso es devastador. La habitación parece vaciarse de todo sonido, salvo el eco de mi propia voz.

Levanto la vista hacia el doctor, buscando respuestas en sus ojos, pero lo único que encuentro es un vacío aterrador. Él no me está mirando a mí. Su mirada está fija más allá de mi hombro, dentro de la habitación, hacia la oscuridad que se siente como una presencia palpable.

No estoy sola. Y él lo sabe.

Mis piernas retroceden instintivamente, pero mis ojos se niegan a apartarse de su rostro. Su expresión se endurece de repente, como si hubiera visto algo que confirmara sus peores temores. Entonces lo entiendo: lo que sea que está aquí, no es nuevo para él.

—Samuel... —empiezo, pero mi voz se rompe. Algo helado roza la nuca, y mi corazón se detiene por un instante que parece eterno.

Aún no he cruzado el umbral, pero siento que podría encogerme en las cuatro paredes.

Cuando giro mi rostro, un extraño olor invade mis fosas nasales, advirtiéndome de una presencia inminente, quizás la misma que mencionaba la nota. Mi cuerpo se tensa al instante al observar una silueta negra frente al ventanal, ocultando parte de la ventana estrellada. Contengo la respiración, evitando inhalar ese aroma suave y cítrico que flota en el aire.



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En el texto hay: misterio, suspenso drama, darkromance

Editado: 21.11.2024

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