Secretos & Venganza

Capítulo 44

Narrador omnisciente.

 

Las horas contiguas al accidente fueron una tortura para el menor de los hermanos Campbell, quien recientemente se encontraba en una habitación gélida de hospital. Su brazo estaba inmovilizado por un yeso, sentía un picor intenso por dentro y la cabeza le zumbaba como si dentro de ella estuviera viviendo una colonia de abejas.

Se sentía aturdido y entre más intentaba adaptarse a la iluminación pálida del cuarto más percibía incomodidad en los párpados. Intento varias veces levantarse de la camilla, mas su motricidad estaba fuertemente afectada por los medicamentos suministrados vía intravenosa.

No memorizaba mucho, solo que una serie de vehículos perseguían al suyo. La entrega de un arma tendida por su primo y los nervios agobiando a su cuñada. Luego un golpe, sangre manando de su sien y otro golpe provocando dolor caliente en el brazo, seguido de ello el derrape hacia un lado y oscuridad. La bruma lóbrega induciéndolo a una pesadilla donde una voz femenina vociferaba el nombre de un niño, la desesperación e incluso el llanto ahogando la insistencia de una petición para que le regresaran a su pequeño.

—Ian —pronunció abriendo los ojos con pánico.

Las memorias fragmentadas regresaron aturdiendo sus sentidos. Aún así, consiguió incorporarse y quitarse la aguja insertada en dorso izquierdo de su mano amoratada. Le dolía el cuerpo en una escala que sobrepasaba la numeración de diez, pero necesitaba despertar y salir a preguntar donde se encontraba el pequeño diablillo, su sobrino.

Pero sus intenciones se vieron perjudicadas ante el ingreso de una enfermera en la habitación. La joven mujer noto que su paciente asignado se acababa de despertar tras horas de permanecer sedado y eso la alerto, se aproximó a él sujetándolo con amabilidad y haciendo la petición que regresara a rescatarse.

—Señor, por favor. Vuelva a su lugar —pidió.

—Mi familia… Había un niño y tres adultos conmigo, ¿dónde están? —cuestionó formando una mueca dolorida sobre sus labios evidentemente maltratados.

—Se encuentran en revisión. Por favor, regrese. Aún estamos comprobando su estado —advirtió.

—Estoy bien —masculló llevándose la mano libre de yeso sobre la otra totalmente cubierta—. ¿Qué pasó?

—Un accidente —simplificó ella, tomando la intravenosa que no dejaba de gotear medicina sobre los mosaicos blancos de la habitación.

—Mis hermanos… ¿ellos saben que estoy aquí? —la mujer asintió volviendo a sujetarle la mano para volver a ingresar la intravenosa—. No quiero eso puesto en mí. Quiero ver a mi familia —espetó alejándose de ella, observándola con severidad advertida.

—Necesita recuperarse para ser dado de alta —contestó—. Verá a sus familiares cuando el horario de visita inicie.

Demon sintió que la justificación era boba. Necesitaba verlos ahora y no quién sabía en que horario, por ello enredó la mano sana alrededor de la muñeca de la enfermera, apretó y apretó hasta conseguir que ella lo observó con un poco de disgusto aunado al temor.

—No me gusta jugar esta carta, pero no sabes quién carajo soy. Por tu maldito bien ve y búscalos o te prometo que mañana no verás la luz del jodido día —advirtió entre dientes, llenándose de fastidio pese a las dolencias azotando su anatomía.

—Haré lo que esté a mi alcance, ahora suélteme y permita que vuelva a conectarlo —pidió tranquila, comprendiendo que el paciente necesita más medicamentos y no una reprimenda que incluso podría atentar contra su vida.

Él asintió levemente. La soltó y de inmediato percibió una nueva aguja enterrándose en su dorso, fue raudo, sólido y sin despertar un mayor dolor del que ya sentía subiendo y bajando por todo su cuerpo magullado.

Instantes después de cambiar el vendaje en su sien izquierda y de redactar sus signos en un sujeta papeles a los pies de la camilla, la enfermera llamada Harriet abandonó la habitación asegurando que buscaría a sus hermanos en la sala de espera. Y volvió a quedarse solo, los pensamientos se despertaron ante el silencio y los recuerdos de la persecución lo idiotizaron al punto de sentirse culpable no nunca antes percatarse de haber permanecido bajo vigilancia.

La culpa remordió su consciencia. Enloquecería si por su negligencia su único sobrino pagaba las consecuencias, perdería los estribos y bien sabía que su autocontrol se perdería y acabaría con todo a su paso hasta encontrarlo. No volvería a perder a nadie más, se lo había jurado ante la pérdida de sus progenitores. No, estaba convencido en no dejar a ningún portador del apellido atrás, primero se convertiría en un depredador como sus hermanos. Estaba dispuesto.

La puerta de la habitación volvió a abrirse, el primero en pasar fue Kaleb. La expresión de su rostro era melancólica, deprimente y sus ojos brillan bajo un halo rojizo que reconoció proveniente de un llanto incontrolable. El siguiente en entrar fue Xander, quien tenía la mirada ensombrecida por furia y seriedad hosca.

—¿Cómo te sientes? —consulto este último, su voz apenas un susurro displicente.

—No es relevante. ¿Dónde están los demás? —inquirió, desesperado por una respuesta buena.

—Scarlett sigue en la sala de traumatismo. Tú también pasaste por allí, te operaron el brazo, Demon. No puedes moverlo por varias semanas —replicó su hermano mayor—. Marcos está en otro hospital y Zacarías sigue en el quirófano. Todo esto es una mierda —farfulló—. Perdimos a Dylan y no sabemos cómo está Ian, solo tenemos la ubicación y que debemos recuperarlo está misma noche —torció el gesto, afligido, demasiado dolido por la situación.

—Se lo llevaron —murmuró Kaleb, sus párpados nuevamente siendo inundados.

Demon sintió a su corazón latiéndole en las costillas con miedo, el pánico lo envolvió. La desesperación se percibió en su respiración errática y en la prisa de sus dedos por nuevamente deshacerse de la aguja clavada a su piel. Ahogó un grito proveniente del más agudo dolor y las lágrimas se anticiparon a su rostro mucho antes de poder notarlo.



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En el texto hay: mafia, romance, amor y venganza

Editado: 01.03.2023

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