Capítulo 45

Kaleb.

Scarlett aún no despertaba.

El médico que la atendía aseguraba que despertaría pronto, también me hizo jurar que ante la petición de alta prematura yo asumiría toda responsabilidad culposa si su sanidad llegaba a desmejorar. Y asentí, firme una orden que no leí porque me importaba un maldito demonio asumir la culpa de eventos que todavía no se desarrollaban, solo quería que mi mujer despertará. Deseaba que su regreso a la realidad fuera todo lo opuesto a Demon porque sabría como calmarla. Sabía cómo explicarle el daño que nos estaba causando el maldito de su padre. Con ella lucida podría maniobrar y llegar a hacerla comprender que la necesita, nuestro hijo nos necesitaba juntos.

—¿Alguna noticia? —inquirió Xander, tendiéndome la segunda tasa de café en lo que iba de noche.

—Los amigos de Eider están en camino —dejé la bebida a un lado—. El doctor acaba de ingresar. No sé cuánto más tardará ahí dentro, Xander. Me siento inservible —confesé, cabizbajo.

Solo tenía un móvil a punto de morir y las actualizaciones no dejaban de llegar. A kilómetros tenía a mis hombres esperando por una mínima señal para dirigirse a la ubicación dónde se hallaba mi hijo, teníamos a Smith liberando los espacios y a Luka haciendo tantas llamadas como su poder lo permitía. Incluso mi hermano estaba realizando trabajos que no le concernían y yo… Yo me encontraba sentado, nervioso y molesto por la tardanza del jodido experto que monitoreaba la salud física de mi mujer.

Scarlett había sufrido heridas; sin embargo su cabeza estaba bien… Eso explicó el médico. Solo necesitaría un torrente de analgésicos y regresar a control cada determinado tiempo, simplemente por si surgía una novedad que hubiesen pasado por alto. Internamente, se encontraba en buen estado, mas su exterior se avistaba rasguñado, su rostro tenía laceraciones profundas, su frente se encontraba cubierta de gasas y su muñeca derecha fue recolocada porque un bastardo la quitó de su lugar. Y había más, una de las enfermeras mencionó que los hematomas en su vientre eran signos de violencia profunda.

La patearon hasta no poder más, hirieron su cuerpo simplemente por cobardía y aun así ella no se rindió. El golpe culminante de sus sentidos fue el de su frente. Lo hicieron sin remordimiento, sin pensar que a quién estaban hiriendo se trataba de una mujer, una madre que daría su vida entera por el bienestar de su hijo: nuestro hijo. Y lo pagarían, estaba listo para romper el cuello del enfermo que lastimó a mi mujer. Estaba ardiendo lentamente y permanecer en estado de quietud solo incrementaba mis ansias por ir tras la cabeza de Lane.

—La rusa me acaba de decir que localizaron el rastreador de Ian —espetó Xander, ojeando la pantalla encendida de su móvil—. Dice que hace un tiempo le obsequio un collar que es rastreable. Emite frecuencia no muy lejos de donde dedujimos. Eso quiere decir que lo mantienen encerrado, Kaleb. Saben que iremos.

—Nos vamos en media hora —decreté.

No veía sentido aguardar por el despertar de Scarlett. Sí, quería que ella participara y fuera la primera en abrazar al niño, pero no podía arriesgarme a perder la oportunidad, pues tenía la sensación de que Lane no esperaría mucho antes de llevarlo a otro lugar, posiblemente a otro estado, país e incluso una isla donde no tuviéramos el más mínimo acceso y entonces lo perderíamos. Nunca podría llegar a conocerlo o tal vez cuando lo hiciera fuera un chico distinto, irreconocible y viviendo bajo las enseñanzas dañinas de su abuelo.

Debía impedirlo. No podía dejar que mi hijo, mi sangre, se convirtiera en la peor de las versiones existentes de un Campbell. No, él no. Ian nunca sería como su padre, menos como uno de sus tíos o el maldito enfermo de su abuelo. Él era un buen niño y le esperaba una vida lejos de toda la basura que rodeaba a familia.

Lo tenía decidido. Lo recuperaría y luego…, luego me alejaría de ellos. Tenerlos significaba peligro, un riesgo para ellos. Debía mantenerme lejos o tomar la decisión de alejarme de los negocios chuecos.

Yo…

—¿Familiares de Mila Ivanov? —la voz seca de doctor sonó frente a mí.

—Soy su esposo —me aproximé a él—. ¿Cómo está? ¿Puedo volver a verla? ¿Cuándo podré llevarla a casa? Sé que debería permanecer bajo el cuidado del hospital, pero le garantizo que lo tengo resuelto. La cuidaré bien. Es todo lo que tengo, doctor.

Joder, me sentí patético. Sin embargo, nada de lo que dije antes se sintió tan correcto y verdadero como eso. Scarlett, Mila o como le gustara llamarse era mi vida y la descuidé, la alejé de mí por creer que tenerla cerca me haría ver débil cuando lo único que ella me otorgaba era todo lo opuesto. Pero no más. No volvería a fallarle jamás.

—Se encuentra estable —anunció el hombre, observando un sujetapapeles—. Pero… —inspiró hondo, como si la demora no hubiese sido suficiente—. De ser posible queremos mantenerla un día más en observación. Uno de los pacientes involucrados en el accidente escapó, desconocemos el motivo, pero no es bueno. Normalmente en estos casos recurrimos a la policía, sin embargo, hasta ahora no tenemos respuesta de ningún agente —la desconfianza tiñó su tono.

—No escapó, decidió darse de alta —profirió Xander—. El hospital quedará al margen de cualquier complicación que surja. Tiene mi palabra.

Decía la verdad.

Dudaba que algo pudiera ocurrirle a Demon, mas si un contratiempo golpeaba su sanidad física, nosotros asumiríamos el cargo. Era nuestro deber como hermanos y también el compromiso que teníamos sobre todos y cada uno de los hombres que se mantenían bajo nuestro contrato. No haríamos caso omiso, nunca lo habíamos hecho. No sucedería ahora, menos cuando se trataba del menor de nuestra familia.

Charles, el doctor, endureció la expresión en su rostro. La incomodidad llenó su mirada y abrió la boca, mas no artículo palabra. Apeló al silencio como temiendo alegar cualquier objeción para regresar nuevamente al paciente bajo su responsabilidad.