Secuestrando a la novia |kth|

El chico de sonrisa geométrica

Una exhalación.

Dos exhalaciones.

Y antes de llegar a la tercera, pateé la piedra en mi camino con frustración.

Había intentado tranquilizarme y no entrar en pánico pero todo era un rotundo fracaso.

Estaba desesperada, aterrada y apestaba a sudor por caminar tanto.

Hace un día me había despedido de mi ciudad natal y había partido secretamente a hacia Corea, ya podía imaginar la cara de furia de mi padre en la mañana al notar que no me encontraba en mi habitación, para después buscarme desesperadamente por toda la casa. Imaginarme eso me había provocado sonreír como una tonta, pero no me importaba si alguien me veía sonreír en completa soledad, porque realmente no había ni una sola persona a mi alrededor, ni un alma transitaba por estos lugares y ese hecho me había puesto algo ansiosa.

Temía por mi apreciada y juvenil vida.

La señora Yon me había dicho que debía de ser alguien ordinario para no resaltar tanto entre las demás personas, pero sinceramente no había podido renunciar a mis zapatillas Gucci ni a mi bolso de la misma marca. Había tratado de lucir ordinaria, enserio lo había intentado, me había puesto una blusa completamente blanca que había comprado en el mercado de la ciudad junto con unos pantalones rasgados, pero había tenido la magnifica idea de traer zapatillas y un bolso de marca, cosas que me harían una presa fácil de los ladrones.

Escuche el ronroneo de mi gata en la mochila transportadora y en estos momentos me maldecía a mí misma por consentirla demasiado con sus golosinas porque ahora pesaba más que la maleta que traía.

– En un rato comerás honey, solo deja que encuentre esa maldita casa que dijo la señora Yon –. Lo único que recibí en respuesta fue un ronroneo de reproche de su parte.

Pero en verdad, estaba perdida. No había ninguna persona frecuentando las calles, así que no había nadie a quien pudiera preguntarle la dirección que traía anotada en mi teléfono.

Me había cansado de recorrer la misma calle por más de dos veces, que no me sorprendería si vinieran los policías por mí tras recibir una llamada de los vecinos por lucir sospechosa.

– ¿Estas perdida? – preguntó una voz algo gruesa a mis espaldas. Detuve mi andar ante su pregunta y me giré hacia la persona que me había hablado.

Al voltearme pude ver al apuesto chico que me miraba con una sonrisa geométrica que destellaba de amabilidad. Él realmente era la descripción de la palabra ordinario, vestía unos pantalones algo holgados color verde militar con varias bolsas a su alrededor, unos tenis desgastados color negro, una camisa color blanca y encima de ésta traía una sudadera color negra con la capucha en su cabeza y las manos en sus bolsillos.

Yo era una persona perspicaz, me negaba a confiar en las personas tan repentinamente porque yo era muy mala en juzgar a alguien, no podía deducir con facilidad las buenas personas de las malas y eso me había hecho una víctima frecuente de los fraudes. Y es por eso que me parecía una pésima idea darle mi dirección a un chico coreano a quien apenas conocía. Pero mis circunstancias eran difíciles en estos momentos y la perspicacia la había tirado a la basura al ver que ya estaba por anochecer y honey rogaba por su comida desde la mochila.

Solo iba a darle mi dirección para ir a lo que sería mi nuevo hogar, ¿qué podía salir mal?

– Quiero llegar a este lugar – dije mostrándole la dirección por el teléfono. Él solo asintió con esa sonrisa peculiar que poseía.

– Te llevaré ahí – respondió con amabilidad. Su voz era sensual, entre rasposa y gruesa, voz que no había escuchado en ningún otro lado. Me detuve de sentimientos insanos en mi mente porque no quería convertirme en Lisa Mayer y ser una play girl que le gustaba salir con cualquiera de cara bonita y voz sensual, y realmente no quería desarrollar un fetiche de voz por más melodiosa que ésta fuera.

Lo dejé guiarme por el camino hasta llegar a la casa de la señora Yon, todo había salido bien. El camino había sido totalmente tranquilo y no había notado ningún comportamiento extraño en ese chico de sonrisa rectangular, así que no había porque sospechar de él.

Pero una vez más, me había equivocado al juzgar a alguien y me arrepentiría de ello en unas horas.




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