Secuestrando a la novia |kth|

La propuesta

Cuando tenia catorce años gane las olimpiadas de la escuela con el primer lugar en la carrera de cien metros planos, gracias al estricto entrenamiento que mi padre me hacía pasar. Desde entonces, correr había sido mi cosa favorita en el mundo, pues era algo con lo que mi papá estaba de acuerdo conmigo.

Él siempre intento que fuera buena en todo por el simple hecho de llevar Mayer en mi apellido; pero papá había fracasado. Era una total decepción con lo que respecta a mis calificaciones, aunque no era relativamente mala en ello, tenía un promedio bastante aceptable pero no alcanzaba la excelencia que mi padre quería, así que en uno de sus intentos para poder presumirle a sus amigos algo que yo hiciera bien, intento que practicara ballet como una de las hijas de sus presuntuosos camaradas, pero mi pie se había fracturado en mi primer intento. Natación, me había dado un calambre en mi intento de nadar que fue un completo fracaso. Ajedrez, era inútil en esa clase de juegos, y después de pasar por diversos deportes, descubrimos que el atletismo era algo que se me daba bien.

Y gracias a ello, pude detener al apuesto ladrón de jarrones llenos de dinero.

Jadeantes y sudorosos por la carrera, nos habíamos detenido en quien sabe donde, aún me encontraba algo perdida con lo que respecta a las calles de corea.

– Bien, ahora que has sido atrapado, devuelve el dinero que tomaste – dije sosteniendo al chico del saco azul de empleado que traía puesto.

Él aún se encontraba jadeando debido al esfuerzo que había hecho al correr y después de unas bocanadas de aire, respondió: – ¿Qué te hace creer que aún tengo el dinero?

– Entonces llamaré a la policía – dije en un ademán de sacar el celular de la pequeña bolsa que traía conmigo.

– No, espera. No fue un robo, de hecho.. es un préstamo –

– Dices que el acto de ir a media noche a la casa de un desconocido y llevarse un jarrón repleto de dinero es un ¿préstamo? –

El chico rió mostrando esa geométrica sonrisa suya que provocaba que mi corazón se acelerara por lo tierna que era, pero no iba a caer por más adorable que esta fuera.

– No te hace falta y planeo devolverte el dinero. ¿Puedes soltarme? –. Lo miré suspicaz ante su pregunta, era obvio que intentaría escapar.

– No voy a escaparme, lo prometo. De todas formas ya sabes donde encontrarme –. Lo miré con sospecha una vez más pero no pude resistirme ante esa mirada de súplica.

Que la persona que se había robado mi dinero fuera un coreano adorable hacía las cosas complicadas. En vez de querer reclamarle por robarme, me daban ganas de entregarle todo lo que tengo, si lo pidiera con esos ojos cafés suplicantes y una sonrisa rectangular.

Lo solté con desconfianza, pero tal como había dicho, él no se fue. Se acomodó el saco que yo había arrugado por mi agarre y se sentó en la acera que estaba junto a nosotros.

– ¿Acaso eres una maratonista? –

– No diré ninguna información privada a alguien que me robo dinero –. El chico rodó los ojos.

– Dije que es un préstamo, necesitaba el dinero y tú lo tenías de sobra.. –

– ¿Así que decidiste robarme? – pregunté interrumpiendo lo que él estaba diciendo.

– Es algo que no suelo hacer a menudo, como vez, tengo un trabajo y asisto a una universidad – dijo enseñándome su credencial de estudiante que traía en el bolsillo de su pantalón.

– ¿Entonces robarle a personas adineradas es tu hobbie? ¿como robin hood? –

Él hizo una mueca con sus labios y se alborotó el cabello con frustración. No iba a engañarme con su intento de ser una persona civilizada, estaba frustrado por la idea de ser atrapado por una chica quien apenas había llegado al país y eso era lo que le molestaba.

– No es así, bueno, si es algo así, pero si planeo devolverte a ti el dinero – contestó recalcando el a ti mientras me señalaba.

– ¿Porqué? ¿porque fui la única que logró atraparte? – pregunté sintiéndome más tranquila. Me senté a un lado de él en la acera de la carretera, no sin antes a ver puesto una revista que había traído de la tienda de convivencia, en un intento de arma para defenderme, pero que ahora serviría para evitar que mi pantalón blanco se ensuciara.

– Exacto –

– Si, bien, tu excusa de préstamo apesta, así que devuélveme el dinero y no llamaré a la policía –

– Pero lo del préstamo es verdad, necesitaba el dinero y cuando gane lo suficiente lo voy a devolver, así que no llames a la policía –. Me miró suplicante, con sus esbeltas manos juntas en posición de rezo y yo quise apartar la mirada, pero lucía tan adorable que me era difícil hacerlo.

– Debes firmar un pagaré entonces. Iré a buscarte mañana a la tienda de convivencia y si no estas ahí, te buscaré en todos los rincones del mundo y no sabrás lo que hará mi padre al encontrarte – dije socarrona, como todo hija de papi y mami que era. Aunque a decir verdad, si llamara a papá, la única que no sabría que le iba a pasar, sería yo.

– Ahí estaré, es una promesa – Sonrió.

Me había metido en una situación completamente absurda y sabía que se debía a la debilidad que había desarrollado hacia los coreanos.

Corea iba a ser mi perdición y el culpable de que me quedara en bancarrota si todos los ladrones fueran igual de lindos que él.




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