Secuestrando a la novia |kth|

Propósito

Desperté con la vaga ilusión de que estaba en mi cama, que las cientos de almohadas que parecían algodón de azúcar – no solo por los colores que éstas tenían, si no también por la suavidad que poseían-; estaban a mi alrededor junto con mi aterciopelada sabana color vino comprada en Australia el mes pasado. Pero la realidad era diferente, estaba despertando en el horroroso sofá color verde limón que era una tortura para mi espalda.

Al parecer Honey había decidido abandonarme y cambiar de dueño, ya que no se encontraba a mi lado al despertar. Es ahí cuando te das cuenta que la lealtad de un gato es escasa y te cambian con el primer humano que le de mimos.

Los rayos del sol habían entrado desde la ventana hasta impactar con recelo en mi cara, logrando así que despertara por completo.

– Ya era hora. Estoy por irme a la universidad, debes preparar el desayuno si vas a quedarte más tiempo aquí – dijo Taehyung parado frente a mí comiendo un emparedado. Volví a removerme en el sofá al oírlo, mis ánimos estaban hasta el suelo, había tenido una noche dura y lo menos que quería hacer era cocinar.

– Debes trabajar si estas en esta casa, no seas perezosa – Taehyung hizo un ademán de agarrarme del brazo para hacer que me pusiera de pie, y lo hubiera hecho si Yoongi no lo hubiera impedido.

– Erin durmió en ese duro sofá, ¿y quieres ponerla a trabajar tan temprano?, ¿acaso eres un monstruo sin corazón? –. Taehyung rodó los ojos ante lo dicho por su amigo, acomodó su mochila en su hombro, refunfuñando algo intangible mientras salía de la casa.

– Gracias Yoongi – dije risueña mientras acomodaba las sabanas en mi cuerpo antes de que éstas me fueran arrebatadas nuevamente.

– ¿Qué gracias? Solo dije que no debía obligarte a trabajar tan temprano, por eso limpiaras el patio en la tarde y limpiaras la casa en nuestra ausencia chica -no- universitaria – fue lo único que dijo para después subir a su habitación.

Preferiría el trato de Taehyung en lugar que el demonio con rostro de ángel que era Min Yoongi, pero ya no había elección, tenía que aceptarlo sí o sí si es que quería continuar con vida.

Mi madre me había llamado el día anterior, rogando para que volviera, petición a la que me había negado rotundamente. Aún no planeaba volver, no hasta demostrar que podía hacer algo para que mi padre reconociera que no soy una total perdedora, pero el dichoso plan no tenía pies ni cabeza ya que aún no había pensado en nada que solucionara mi problema, pero ya pensaría en ello mientras lavaba los platos, de alguna forma las mejores ideas siempre venían cuando lavaba las piezas de vajilla.

Cuando los chicos se fueron, solo quedamos Honey y yo en la pequeña casa. Me concentré en la tarea que Yoongi me había encomendado, como si fuera blanca nieves limpiando la casa de los siete enanitos mientras ellos iban a trabajar, y ese cuento no estaba tan lejos de la realidad, si la malvada bruja – que en este caso sería brujo-; me encontraba, estaría perdida.

Quería tener una vida normal donde yo tenía que elegir que rumbo iba a tomar mi vida, quería liberarme de esas paredes que me mantenían encerrada en esa gran casa, quería dejar de intentar ser esa chica perfecta que siempre me esforzaba en ser. Pero no podía pensar en nada, ¿como le demostraría a mi papá que soy capaz de dirigir una empresa si lo único que hago es ocultarme de él? Pero aún así me negaba a enfrentarlo, mi padre no entendería palabras y era difícil razonar con él, no iba a desistir de casarme con Adler porque según él, Adler Williams era el indicado para mi.

Deje salir un sonoro suspiro, perdiendo la cuenta de cuantas veces había suspirado en el día de hoy. Mi cabeza era un lio y no podía pensar en ningún plan para hacer que mi padre desistiera en la idea de casarme sin mi consentimiento, las ideas simplemente se habían esfumado de mi mente y no podía trazar ningún plan en mis pensamientos.

Suspire nuevamente para abrirle al grifo y enjuagar los trastes que ya había lavado, estaba por continuar con mi tarea hasta que escuche que alguien tocaba con insistencia la puerta de la entrada. Miré el reloj colgando en la pared de la cocina e hice una mueca de fastidio al ver que éste estaba descompuesto y se había detenido en las doce en punto. De todas formas podía calcular más o menos la hora y estaba segura que aún no deberían salir los chicos de la universidad.

Me encamine en silencio hacia la entrada, rezando internamente porque la persona detrás de la puerta no fuera mi padre.

Los toques en la puerta se incrementaron y mi temor se disparo en mi cuerpo al escuchar la voz de una señora de mayor edad rogando porque abriera la puerta. No dude ni un segundo más y abrí la puerta, encontrándome a una anciana con el cabello enmarañado en la entrada, traía una bata de dormir de cerditos cubriendo su no tan delgado cuerpo, calcetas amarillas en sus pies sin zapatos y sostenía un bate de beisbol.

– Él esta aquí – pronunció con sus ojos queriendo salirse de sus orbitas. Bien. Ahora si quería largarme a llorar debajo de la mesa. ¿Quién rayos era él?

– ¿Quién esta aquí? – pregunté con voz temblorosa. No me gustaba para nada el ambiente tenso que la rodeaba, realmente quería salir corriendo en este momento.

– Él – volvió a decir mientras afianzaba su agarre en el bate de beisbol que sostenía. Sentía mi piel ponerse de gallina ante la simple de mención de un ente desconocido y seguramente terrorífico que posiblemente estaba persiguiendo a la anciana. No era muy creyente de los fantasmas, pero en esta ocasión creer en ellos no era una opción, al ver el miedo en sus ojos y los temblores en su cuerpo por el supuesto él que la perseguía.

– ¡Esta aquí! – gritó con pánico girando su cuerpo hacia la pared vacía detrás de nosotros. Fue ahí cuando lo comprendí. No habían fantasmas persiguiéndola, la anciana tenía esquizofrenia y ese temor que la rodeaba era por un algo que solo ella veía.




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