– ¿De dónde sacaste la peluca? – pregunté al verla salir de la casa con una peluca rojiza en su cabeza.
– Jungkook me la dio – respondió con simpleza mientras caminaba hacia la salida.
– ¿De donde sacó Jungkook una peluca? – volví a cuestionar confundido.
– No tengo idea del porque tenía una peluca, pero es muy útil para que yo pueda salir sin ser reconocida.
Sonreí al ver su atuendo, estaba más que seguro que con esa peluca pelirroja en su cabeza, los lentes y el cubrebocas que traía parecía una celebridad y llamaría más que solo la atención, pero no dije nada, al menos dudo que su padre fuera a reconocerla.
Después de que Erin decidiera hacer su obra altruista del año, su pequeña cabeza comenzó a formular un plan que yo desconocía, pero que esperaba que funcionara al ver su rostro resplandecer debido a su iniciativa.
– ¿A donde iremos? – pregunté al ver que caminábamos por las calles de Daegu sin un rumbo decidido, o al menos yo desconocía hacia a donde nos dirigíamos.
– Voy hacer que mi padre se enfurezca aún más.
Tal vez me estaba arrepintiendo de ayudarla. Erin parecía tan decidida de ayudar a la señora Choi y a las personas con enfermedades mentales que había olvidado que era una completa tonta que tomaba decisiones apresuradas e impulsivas.
Este plan iba a ser un desastre. Erin en sí era un desastre.
Después de unos minutos de camino, llegamos a la oficina de correos, y fue ahí cuando recaí en el sobre color beige que Erin había sostenido todo el camino y la razón por la cual había estado este par de días tan ensimismada en la única computadora que había en casa, aunque ninguno de los chicos le reprocho por ello, suponía que eso les daba la excusa que ellos necesitaban para no hacer sus trabajos escolares.
Omití la idea de preguntar sobre lo que hacíamos en la oficina de correos de Daegu y me limite a sentarme sobre las escaleras mientras esperaba a que Erin saliera, vagando entre mis pensamientos mucho antes de que ella llegara a mi vida. No era una persona con una historia emocionante y estaba tan acostumbrado a la monotonía, que el hecho de tener a Erin conmigo era un gran paso fuera de mi zona de confort. Mi vida había dado un pequeño giro después de tantos años viviendo una vida repetitiva, ahora me levantaba todas las mañanas temprano para asegurarme que la bola de pelos de Erin hiciera sus necesidades fuera de la cama de Hoseok, venía a casa tan rápido sonara la campana del fin de clases para evitar que Erin se quedara mucho tiempo sola en casa y comenzara a compartir los delirios de la señora Choi. Eran pequeñas acciones, pequeños y casi insignificantes cambios, como poner un plato mas en la mesa o comprar medicamentos para la alergia, pero los cambios estaban ahí, diciéndome que no tenía que comenzar a acostumbrarme a ellos, porque eventualmente Erin tenía que irse cuando fuera encontrada o en un dado caso, cuando ella se aburriera de estar lejos de aquella vida de lujos de donde había venido y la cual, obviamente, yo no podía ofrecerle.
– Taehyung.
Su voz susurrando mi nombre me trajo devuelta a la realidad, deteniendo mis divagues que estaban comenzando a salirse de mi control. Observe su risueña mirada y la enorme sonrisa de dientes blancos que poseía.
– ¿Qué fue lo que hiciste? – inquirí curioso. Me levante de mi asiento en las escaleras y sacudí el polvo de mis pantalones para caminar junto a ella devuelta a casa.
– Estuve escribiendo una propuesta para la empresa y espero que sea aceptada.
La emoción en su voz me hizo sonreír. Erin realmente lucía convencida, como si hubiera encontrado su objetivo en la vida que había estado oculto por mucho tiempo.
– Así sera – musite tan bajo para evitar ser escuchado, pero la sonrisa de Erin se agrando, comprobando que si me había escuchado.
Seguimos nuestro camino en completo silencio. Erin se encargaba de observar cada parte de las calles de Daegu, sin ninguna clase de paranoia porque su padre pudiera encontrarla y quizá eso se debía a la confianza que le otorgaba su peluca rojiza, la que según ella la hacía pasar desapercibida pero que realmente la hacía destacar entre todas las personas de corea, una cabellera roja no era algo que se viera muy a menudo y eso es lo que hacía que algunas miradas curiosas se centraran en ella, aunque a decir verdad Erin en sí destacaba en cualquier lugar que fuera por su extravagante personalidad.
– ¡Oh! Taehyungie – murmuró deteniéndose abruptamente. Yo me detuve con ella, convencido que su “Taehyungie” no me llevaría a nada bueno.
– Honey se quedó sin alimento.
– Entonces podemos darle lo que nos sobre de la comida.
Seguí mi camino sin intenciones de seguir con aquella conversación. No le compraría comida a ese gato, era suficiente con mantenerla a ella.
– Ella no esta acostumbrada a comer comida de humanos.
Suspiré sonoramente al dar por hecho que Erin no tendría intenciones de rendirse, no cuando el problema involucraba a su bola de pelos.
– Bien. Voy por la comida.
Entré a la tienda de alimentos donde Erin se había detenido hace unos segundos y correspondí a comprar el alimento para la mimada gata. Cuando salí del lugar, Erin sonreía.
– Ahora es mi turno de llevarte a comer – dijo con emoción.
Yo la miré ofuscado, a sabiendas que no tenía ni un solo centavo y que la semana pasada tuvimos que comprar ropa del mercado porque no le alcanzaba el dinero por habérselo gastado en su gata.
– Mi madre me envío dinero en una carta por correo, a veces es algo ingeniosa – sonrió, pero yo me quede con una expresión sombría en mi lugar.
– Entonces, ¿cuál es el objetivo de hacerme comprar el alimento de tu gato si tenías dinero?
– Probar si eres digno de invitarte un desayuno – dijo enseñándome la lengua como una niña pequeña, para después comenzar a caminar hacia una de las cafeterías que estaban alrededor de la plaza.
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Editado: 15.04.2021