Sedición

Prólogo

-Existen profesiones que conllevan ciertos beneficios, como por ejemplo, los médicos con el respeto que despiertan en las personas, la solidez y la confianza; no se siente bien contarle tus penurias a nadie, pero a un médico podrías confesarle cualquier cosa; si te pide que dejes el cigarrillo, aunque no lo hagas te queda una especie de incertidumbre cada vez que abres el paquete, ciertamente, confías en sus diagnósticos e incluso las preocupaciones desaparecen si el médico te tranquiliza con alguna frase circunspecta. Los doctores inspiran solidez porque comprenden cosas que casi nadie maneja, saben de química, de morfología... Los nombres de todo, los usos... Son eruditos...- decía ella.

-Está divagando- regañó el hombre.

-Intento llegar a una idea...- se excusó.

-Muy bien, continue.

-Decía que... las personas son influenciables por naturaleza, se inclinan ante los sabios, les temen y los respetan, como a los doctores- concluyó ella.

-¿Crees que son influenciables, porque los sabios, como los llamas, son superiores?- preguntó el hombre anotando la palabra "superioridad" en la libreta que llevaba en una mano.

-Analice su pregunta, doctor. Son sabios, estudian al menos 14 años de su vida cosas que prácticamente solo el uno por ciento de la población mundial conoce, son jodidamente superiores- dijo ella y soltó una risita irónica. -Pero ese no era el punto.

Por seguridad el doctor evitó soltar la mirada reprobatoria que normalmente les dirigía a los pacientes comunes.

-¿Y cuál es, entonces?- dijo él siguiendo el patrón de preguntas de las sesiones, pero conocía los juegos mentales de la paciente, -¿Quizá el propio temor? Las personas obedecemos las críticas del doctor por el temor a la muerte, a la enfermedad, a la debilidad… ¿No es eso, señorita Marlow?

Lia Marlow era una sociopata, o al menos ese era el diagnóstico de base, pero no era una paciente normal, dentro de su enfermedad había cierta conciencia de ella, o para explicarlo más claramente, Lia conocía qué exactamente y cómo, estaba funcionando mal en su mente, podía describirlo incluso, pero le gustaba, lo usaba a placer, lo mismo que su prodigiosa inteligencia.

-Doctor, no me creo superior a los demás- dijo y su voz acariciante se tornó muy seria. -También soy humana, aunque aquí manejen otra teoría, también siento temor, como es natural, seguiría las órdenes de los doctores si estos tuvieran razón.

El doctor detuvo el paso del bolígrafo sobre la libreta, había escrito la palabra “Temor” con una floritura temblorosa debajo de la palabra “humana” y se sorprendió al notar el cambio en su propia letra.

-Srta. Marlow, si hace eso sabe que no podré ayudarla- dijo y miró de reojo el botón rojo junto a su silla, su voz haciendo énfasis en un tono imperativo.

-Porque- continuó ella ignorando la orden del hombre, -no existe ninguna persona plenamente digna de obedecer... Ni usted, con su título de genio… porque siente temor como el resto.

-Ha progresado aquí Srta. Marlow...

-Vine aquí voluntariamente, doctor, pese a las cadenas y el plexiglass- dijo ella desde su posición tras el vidrio de seguridad, -porque necesitaba encontrarle un sentido a lo que me ocurre, porque quería saber exactamente qué fue lo que me hicieron, pero lo único que he conseguido son hombres que intentan parecer dominantes y son iguales a todos. Se doblegan temblorosos cuando ven mis ojos y no saben explicar nada.

-Srta. Marlow- dijo el hombre con la vista fija en la libreta mientras organizaba ideas rápidamente. -Si yo tuviera sus habilidades, no trataría de encontrarle un origen o un sentido, las usaría para ayudar a las personas- dijo él y entonces sujetó el bolígrafo de nuevo con firmeza, tratando de dejar de lado el temblor de sus dedos. -Que sencillo sería terminar con adicciones, reestructurar una vida o prohibir deseos insanos con una única mirada, la meca de la psiquiatría, sanaría mentes con un parpadeo.

-¿Sería usted el mejor, el más prodigioso médico?- preguntó ella sin alterar el tono severo.

-Si- respondió el hombre demasiado rápido, antes de percatarse de su error.

Lia soltó una risita espeluznante con su suave vocecilla demasiado dulce para pertenecerle.

-Lo ve, usted también- afirmó ella soltando la tensión de su cuerpo dejándose sostener por las cintas de seguridad y los precintos que la mantenían en una sola posición. -Le diré que pasaría... usted lo usaría una vez, y luego otra, y otra... entonces se daría cuenta de lo que tendría, de la fama, de la influencia, se creería el único mesías de la verdad y luego se perdería el ideal... me dieron nombres en la Tv... El Manipulador... El Titiritero... dijeron que podría coronarme emperador del mundo ¿recuerda? ¿Eso es lo que usted desea? Porque es lo que haría en su condición de sabio cuando notara la putrefacción que hay en las personas. Quiere sanar las mentes… no tienen remedio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.