Seducción a Narcóticos

Capítulo dos

Marc Vega

¿Periodista? Por supuesto que no. Tomé el agua y ella el trago. Sentados juntos en la barra de los solitarios.

—Me tengo que ir, tengo trabajo mañana y no quiero llegar ebrio al trabajo.

Ella me miró con sus ojos lindos y frágiles, obligándome a quedar; mis piernas no se movían, pero tenía que armar fuerzas. Esto puede pasar porque estoy tomando alcohol. Me levanté de la silla y salí con prisa; me fui directo a la habitación C4 donde esta noche me iba a hospedar. Ella me siguió con ojos llenos de preocupación.

Subí al ascensor y cerré las puertas antes de que ella entrara. Suspiré, mi cuerpo empezó a sudar de los nervios. ¿Qué era esta maldita sensación?

Llegué a mi habitación, cerré la puerta, vi un tacón fino de color negro y escuché una voz decir:

—Necesito hablar contigo, Marc. —Era Rachel...

Ya estaba aquí, la dejé pasar, con una sonrisa leve; la habitación realmente era bonita, pero aún así ella no tenía que estar aquí, ella no puede ser una periodista.

Entró a la habitación, suspirando muy preocupada. ¿Qué le pasa? Cierra la habitación con llave, y prepara mi arma sigilosamente. Sin que ella se diera cuenta.

Me di la vuelta y me imaginé esto: apunté con el arma fijamente, mientras ella sonreía con su propia arma que combinaba con su ajustado vestido negro.

—Marie Castiel.

Me acerqué a ella apuntando el arma. Ella arrojó su arma, pero su sonrisa no paraba aquí; era una sonrisa muy linda y psicópata. Baje el arma, ante una mujer peligrosa. Ella tomó mi arma; estaba asustado, pensé que la tomaría y este sería mi fin.

—Oh... Detective Vega, si fuese periodista, hubiese redactado mi vida en la prensa, pero mire… —Se acercaba hacia mí, retrocedía como cobarde, sin soltar el arma; ambos estábamos tomando el arma como algo valioso—. Muchas personas escriben cosas de mí y ninguna es real. Imagínese si su muerte también fuera una mentira.

—¿Mematará?

Estaba contra la puerta de la habitación; la tensión entre nosotros era demasiada. Su sonrisa seguía ahí; era muy incómoda. Y-yo no sabía qué hacer en estos momentos; con una de sus manos empezó a acariciar mi cabello. Por favor... ya mátenme.

—Su caso se trata de buscarme, arrestarme y luego seguir con otro caso... pero será muy difícil hacerlo. Me gustan las relaciones duraderas.

Golpeó mi miembro provocando que tirara el arma. Ahora solo estábamos ella y yo sin nada de por medio. Tomé su mano libre, la empujé hacia atrás para liberarme de estar contra la puerta. Colocó sus manos atrás y, como ganadora, ella quedó contra la pared; su cara estaba en la pared fría de la habitación, pero a ella parecía no molestarle.

—Está arrestada por incumplimiento de condena legal.

—Vaya... desde que su nefasta Enora se casó con su amigo, su vida ha sido un puto infierno,¿verdad, detective? Sabe, estar contra la pared hace que me duelan los pechos; usted es muy fuerte. No puede invadir su enojo conmigo.

Ella estaba tratando de incomodarme; la mantuve en esa posición con una sola mano, busqué mi teléfono en mis bolsillos, pero no estaba.

—¿Buscas tu teléfono?

Sabía que ella lo tenía en algún lado; el poblema es que... ¿En ónde? Ella no trajo bolso, solo su cuerpo. Tenía que exaar su cuerpo y encontrarlo; las mujeres suelen... colocar varias cosas en sus pechos, conociendo la perversión de esta mujer, el probable.

—¿Cómo tiene mi teléfono?

Le di la vuelta, siempre manteniéndola contra la pared; sus ojos eran hipnotizantes y diabólicos. Sus dientes podrían ser nitratos todo el tiempo por esa sonrisa descarada que traía encima. Su vestido era muy abierto; podría ver piel en cualquier momento.

—Las mujeres tenemos más ventajas que los hombres, detective Vega. Pregúntese, ¿dónde una mujer podría esconder una P365 en un vestido muy abierto?

Pues... tenía una buena pregunta. Su vestido era largo; miré sus tacones finos y lentamente miré su cuerpo hasta llegar a su cabeza. Por supuesto, entre las piernas.

La miré a los ojos; ella simplemente reía como una tonta. Sin dejar de verla a los ojos, le agaché mirando sus tacones y pensando si de verdad es tan urgente llamar a la policía en esta situación tan incómoda. Toqué sus rodillas y no había nada. No quería llegar a nada más; era una mujer al final.

Me levanté del suelo. Y sostuve sus manos. —No si es una especie de seducción esta con la persona equivocada, señorita Castiel. Fui por las llaves de mi auto, estaban en la mesa, las tomé y luego tomé la mano de esa mujer.

—Si no puedo llamar a la policía, iré aunque peligre de usted. Mi deber es llevarla a la cárcel donde nunca debió salir.

Se quedó en silencio. Intenté abrir la habitación, pero era algo imposible; no podía poner la llave en el cerrajero. Mi mente se volvía borrosa; un dolor de cabeza comenzaba. Solté la mano de esa mujer, fui al baño para avisarme que me inyectó esa mujer loca. Recordé el agua.

Todo a mi alrededor se detuvo... El agua contenía algo. Volví a la habitación; ella estaba sentada en la cama, con una pierna encima de la otra, mordiendo uno de sus delgados dedos. Me subí a la cama, la acosté en la cama y comencé a ahorcarla.

—¿Qué tenía el agua? Perra es celo—Mis manos estaban llenas de fuerzas, su cuello delgado era fácil de tomar.

—Haz lo que quieras, te dormirás y no volverás a despertar. Me gustan las relaciones duraderas, pero parece que no soy tu tipo; no me iría de esta habitación hasta amanecer desnudos en esta cama.

Solo sentí sus labios antes de que mis ojos se cerraran.

Cuando desperté estaba envuelto en sábanas, me sentía cansado y, por alguna extraña razón, estaba desnudo. Miré al otro extremo de la cama y esa mujer...

Me senté muy asustado, estaba completamente desnuda, no tenía sábanas. Estaba tan asustado que me levanté y busqué mi ropa interior.

Ella se despertó muy relajada; se despertó como una pequeña princesa. Estaba loco, me coloqué el pantalón mientras que ella se colocaba sus bragas.




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