El gimnasio olía a madera nueva, sudor fresco y sueños deportivos. Las pelotas rebotaban como si marcaran el ritmo de los latidos de Akira.
—¡Bienvenido al club de baloncesto masculino! —le dijo un estudiante mayor mientras le lanzaba un balón sin previo aviso.
Akira lo atrapó de puro reflejo… y con una pose que parecía sacada de un comercial de bebidas energéticas.
—Gracias, gracias. Estoy listo para volar... —dijo, mientras una zapatilla mal amarrada le jugaba una mala pasada y tropezaba justo frente al grupo.
Todos rieron. Incluso Hinata, que observaba desde el otro extremo del gimnasio, con su cabello atado y una mirada que mezclaba dulzura con competitividad.
—Ahí va el héroe de los seis clubes —dijo su primo Sota desde las gradas, comiéndose una barra energética como si fuera espectador en un torneo mundial.
—¡Y ahí viene mi primer oponente! —gritó su hermano Yuu, ya vestido con la camiseta del club y listo para el entrenamiento.
La práctica comenzó con ejercicios básicos, pero el ambiente era todo menos aburrido.
El entrenador Kamura marcaba ritmo con el silbato mientras uno de los jugadores —el que siempre se tropezaba— caía por tercera vez en cinco minutos… y aun así encestaba de espaldas.
—¿Cómo haces eso? —le preguntó Akira.
—Caigo con estilo —respondió, sobándose la rodilla con orgullo.
Después de unos pases y tiros de calentamiento, Kamura llamó a todos al centro.
—Tenemos nuevos integrantes. Pero uno en particular... está en seis clubes —dijo, señalando a Akira—. Así que veamos si sus piernas pueden con eso. ¡Uno contra uno con su hermano!
—¿Estás seguro, profe? —preguntó Yuu, girando el balón en un dedo—. Yo no me mido.
—Yo tampoco —dijo Akira, con media sonrisa—. Y hoy… no pienso perder.
El duelo fue corto pero intenso. Akira se movía rápido, ligero, con un estilo algo caótico pero efectivo. Yuu era más técnico, frío y calculador. Hinata los miraba con atención desde el otro lado del gimnasio, sin decir nada… pero con una sonrisa escondida.
En la última jugada, Akira fingió ir a la derecha, se deslizó hacia la izquierda y… ¡saltó! El balón voló… pegó en el tablero, rebotó en el aro… y cayó.
—¡Punto para Akira! —gritó el entrenador.
—¿¡Ganó!? —dijeron varios a la vez, incluyendo al primo que casi se atraganta.
—Fue pura suerte —bromeó Yuu, levantando a su hermano del suelo para felicitarlo.
—O puro corazón —dijo Akira, jadeando con una sonrisa enorme.
Al final del entrenamiento, Hinata se acercó con una toalla en la mano.
—Te vi jugar —dijo, entregándosela—. No está mal para alguien que se unió por “diversión”.
Akira se sonrojó, bajó la mirada… y murmuró:
—Es que hay ciertas cosas… que me motivan más que el balón.
Hinata lo miró, entre divertida y confundida.
—¿Qué cosas?
—Tú.
Ella se dio la vuelta rápidamente… pero Akira no pudo evitar notar que sus mejillas estaban igual de rojas que las suyas.
—Nos vemos mañana —dijo ella, caminando hacia la salida.
Akira se dejó caer en el piso del gimnasio, sonriendo como tonto.
—Primer club: sobrevivido.
Corazón: completamente derrotado.