Seis club,un corazón

Goles, Gritos y Novias Imaginarias

El campo de fútbol de la escuela no era gran cosa, pero tenía algo que lo hacía especial: una red floja en uno de los arcos que parecía estar siempre a punto de romperse… y una banca que crujía como si se quejara de tener que ver tanto desastre.

—¡Akiraaaa! —gritó Sota, su primo, agitando los brazos como si estuviera dirigiendo tráfico aéreo.

—¡Llegué! Aunque mis piernas me están pidiendo vacaciones después del baloncesto…

—¡Nada que no cure una buena goleada! —rió Sota mientras le lanzaba un balón de lado. Akira lo esquivó por instinto, y este fue a parar directo en la cabeza del portero.

—¡Mi novia! —gritó el portero, cayendo dramáticamente al suelo mientras abrazaba el balón.

Akira parpadeó.

—¿Tu… qué?

—¡Mi novia balón! ¡¿Cómo te atreves a lanzármela tan fuerte?! ¡Podías haberla dañado!

—...¿Está bien?

—¡Más que bien! Se salvó gracias a mi sacrificio —dijo, acariciando el balón como si fuera de porcelana.

—Y ese, primo mío, es Riku Hoshino: portero, presidente del club… y completamente loco —dijo Sota, muerto de risa.

El entrenamiento empezó con una ronda de pases y tiros al arco. Akira no era el mejor con los pies, pero tenía buena coordinación. Aunque cada tanto, terminaba girando más que el balón.

—¡Akira, gira menos y patea más! —gritó Sota desde el otro lado del campo.

—¡No es mi culpa! ¡Mis piernas creen que están en clase de baile!

Entre risas y bromas, los jugadores calentaban para una mini práctica. Al final, el profesor Aoi Tanaka, una fan obsesionada del fútbol europeo, les ordenó formar equipos para un partidito rápido.

—Equipo A, liderado por Riku. Equipo B, por Sota. Akira… eres comodín. Juegas para el que tenga menos goles —dijo la profesora, como si eso fuera lo más normal del mundo.

—¿Soy qué?

—¡Comodín! ¡El que más corre y menos entiende lo que está pasando! —explicó Riku con orgullo.

El partido comenzó, y los gritos no se hicieron esperar.

—¡Coreografía 3! —gritó uno.

—¡¿Qué?! —dijo Akira, justo antes de que tres jugadores hicieran una secuencia ridículamente coordinada con pasos de baile y remate de taco… que falló por cinco metros.

—¿Qué rayos fue eso?

—¡Fútbol artístico, papá! —gritó Sota, celebrando aunque no hubieran metido el gol.

En la segunda mitad, el marcador iba empatado, y Akira recibió un pase inesperado. Corrió, esquivó, giró (otra vez), saltó sin razón, y pateó… con tanta fuerza que la pelota rebotó en el travesaño, golpeó la cabeza de Riku, y entró.

—¡GOOOOL! —gritaron todos.

—¡Eso fue pura suerte! —gritó Riku… aún con el balón pegado en la cara.

—O puro estilo —dijo Akira, levantando los brazos.

Al final del día, sudado, cansado, con la camiseta llena de pasto y tierra, Akira se sentó en la banca floja.

—Segundo club: sobrevivido.
Piernas: nivel espagueti.
Dignidad: perdida en algún regate.

Pero lo más extraño era… que quería volver.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.