Akira pensó que lo peor que podía pasar era quedarse sin voz en el club de música… hasta que se encontró de pie frente al gimnasio número 2, donde el ambiente olía a guantes sudados y esfuerzo puro.
—Bienvenido, Yoshida —dijo una voz grave y potente.
Frente a él estaba el profesor Genjiro Iwata, un exboxeador profesional con brazos más grandes que las piernas de Akira. Lo miraba como si ya supiera que iba a desmayarse antes de terminar la primera vuelta.
—Te estábamos esperando —agregó con una sonrisa tan intimidante como su gancho de derecha.
Akira tragó saliva.
—¿Y si... solo observo hoy?
—¡Todos dicen eso antes de conocer a Tanaka!
—¿Tanaka? ¿Quién es Tanaka?
—Tanaka es nuestro saco de boxeo —dijo una voz femenina detrás de él.
Akira se volteó y vio a Kaede Shinozaki, la presidenta del club. Alta, seria, fuerte… y con una sonrisa leve, como si leyera chistes internos en su cabeza.
—Tanaka tiene personalidad —dijo ella—. Si no le hablas, se enoja.
—¿Estoy en el club de boxeo o en una secta?
—Sí.
El entrenamiento comenzó con estiramientos, pero a diferencia de los otros clubes… aquí nadie hablaba. Solo se escuchaban los golpes, las respiraciones marcadas, el silbato del profe y de vez en cuando… el susurro:
—Vamos, Tanaka… hoy caerás.
Era uno de los miembros del club, mirándole al saco con odio. El saco, por supuesto, no respondía. Pero todos lo trataban como si pudiera.
Luego tocó turno de Akira.
—Listo, chico. Póntelos —dijo Genjiro, entregándole unos guantes que parecían pesar lo mismo que un perro pequeño.
—¿Y qué hago ahora?
—Golpea. ¡Con fuerza! ¡Tanaka quiere conocerte!
Akira dio su primer golpe. Tanaka ni se movió. Dio otro… y sintió cómo su hombro le hablaba con rencor.
—Esto... es más duro que cantar con dolor de garganta —jadeó.
—Habla con él —sugirió Kaede.
—¡¿Qué?! ¿De verdad?
—Hazlo —dijo ella, seria.
Akira miró al saco.
—Ehhh… Hola, Tanaka. ¿Puedes... ser suave conmigo?
Tanaka no respondió. Obvio.
—Perfecto. Silencio pasivo-agresivo.
Después de varias rondas, Akira estaba sudando como si hubiera corrido una maratón en invierno con abrigo de lana.
—Buen trabajo —dijo Kaede—. No esquivaste bien, pero tienes instinto.
—Gracias. Creo que le caigo bien a Tanaka.
—No te emociones. Hoy estaba de buen humor.
Cuando terminó el entrenamiento, Genjiro aplaudió con fuerza.
—¡Yoshida! Si te presentas en el torneo interno de primavera, te dejo elegir el nombre del otro saco nuevo.
—¿¡En serio!? ¿Puedo ponerle "Hinata"?
—Solo si estás dispuesto a pelear contra ella también —dijo Kaede, dándole un golpecito en el hombro que casi lo lanza al suelo.
Al salir del gimnasio, Akira caminó lento, con los brazos colgando como fideos cocidos.
—Sexto club: sobrevivido.
Golpes recibidos: cero.
Golpes emocionales: múltiples.
Tanaka: el verdadero protagonista de este capítulo.
Pero mientras se alejaba, una sonrisa cansada apareció en su rostro.
—No sabía que golpear algo… podía calmar tanto.