Selina

—¡Las tres! Maldita sea —tiré el despertador al suelo. Había quedado a las cinco con Madison para tomar algo juntas e ir a comprar su vestido de Halloween, y aún tenía que comer y ducharme, a este paso no iría a ninguna parte.

Había dormido bastante bien esta noche, a pesar de haber tenido una extraña pesadilla. No recordaba mucho de ella, pero la añadiría a los sueños raros a lo largo de mi vida. Daba gracias el estar bien descansada para esta noche, aunque me pareció extraño que mi tía no me hubiera despertado, era una persona que si antes de las doce no te veía fuera de la cama, te hacia levantarte en menos que cantaba un gallo. Separé las cortinas para que entrara un poco de luz, no hacía mal tiempo, no parecía que fuera a llover. Las tripas comenzaron a rugir cuan león hambriento.

—¡Felicidades, Selina! —gritaron tres personas en el salón cuando abrí la puerta de la habitación.

Madison meneó su cabello oscuro mientras se acercaba a mí con una gran sonrisa y una pequeña tarta de chocolate con el número dieciocho sobre sus manos. Mi tía y Caleb me estaban cantando el cumpleaños feliz. Cerré los ojos y soplé las velas, no pedí ningún deseo, no creía en que con solo pedir algo se te cumpliera, era demasiado fácil para ser real.

—Me encanta tu nuevo look, muy exótico —me la quedé mirando sin entender a qué se refería y agarró un mechón dándome un tirón.

—¡Auch! ¿Qué haces? —la di un golpe en la mano y eché el cabello hacia atrás.

—¿Así que de verdad te teñiste el cabello de blanco? ¿Y eso de los ojos son lentillas? ¿No habrás dormido con ellas, verdad?

Al oír esas palabras miré a los presentes y salí corriendo hacia el espejo del pasillo, pegué tal grito que no me extrañaría que me hubiera quedado afónica. Esto había sido cosa de mi tía. Mi precioso cabello castaño, ahora era de un tono plateado, me acerqué al espejo hasta dejar unos simples milímetros de distancia, mis ojos eran más grises de lo normal. Toqué mi melena para percatarme de que era totalmente real y no se trataba de una peluca. Volví al lugar donde se encontraban todos hecha una furia, estaban hablando entre sí como si no ocurriera nada.

—¿Qué demonios le pasó a mi cabello y a mis ojos? ¿Fue cosa tuya verdad? —acusé a mi tía y esta se rascó la nuca. Madison estaba aguantándose la risa y era normal, con el look con el que había amanecido, parecía la protagonista de Juego de Tronos. Solo me faltaban los dragones.

—¿Por qué tendría que ser cosa de Sharon?

—¡No te entrometas, Caleb! Ambos sabemos que siempre está haciendo experimentos raros con hierbas. ¿Me diste algo anoche para qué me aclarara los ojos, verdad? ¿Y me teñiste el cabello, cómo pudiste ser capaz?

Ahora que oía esas palabras salir de mi boca, me daba cuenta de lo estúpidas que sonaban. Aunque en mi cabeza no parecía una acusación tan loca.

—Uno, no soy bruja y dos, sabes que yo no llego tan lejos, cariño —era cierto, ¿pero entonces qué había pasado? El cabello no se aclaraba por arte de magia, y mucho menos los ojos.

—¿Qué te pasó en la mano? —le pregunté al chico al vérsela vendada. Se la cogí mientras esperaba su respuesta. Parecía nervioso, se la guardó en el bolsillo del pantalón e intentó sonreír.

—No te preocupes, me quemé con el horno.

No me acababa de creer aquellas palabras, pero no podía obligarlo a decirme lo que le había ocurrido. También dejé pasar el tema del cabello, me había quedado sin culpables.

Me di prisa en comer con ellos la tarta para ir a prepararme. Había decidido ir a una peluquería con Madi para ver si podrían hacer algo con el color que me había aparecido de la nada, a lo mejor compré un champú o acondicionador para decolorar sin darme cuenta, no estaba segura y tampoco tenía explicación alguna. Vistiendome vi que la marca de nacimiento se me había vuelto de un rojo intenso. Me fijé en su forma y vi que parecía una cruz invertida, pasé los dedos por encima y sentí el calor que aún emanaba, esto era muy raro, la marca, el cabello... No entendía nada. ¿Qué era lo que estaba pasando?

—¿Sel, estás bien? ¿Quieres qué entre? —la voz de mi amiga me sacó de mis pensamientos. Estaba dándole tantas vueltas al tema que no me di cuenta que llevaba parada en el mismo sitio quince minutos.

Tiré por la ventana hasta el césped una mochila con el disfraz y los zapatos para esta noche. Quien diría que siendo mayor de edad, estuviera haciendo aquello.

—Hazme el favor de llegar antes de que anochezca —asentí por décima vez a mi tía mientras Madi sujetaba la puerta.

En cuanto Sharon dejó de darme la charla y vi que no estaba asomada a ninguna de las ventanas, agarré la mochila de la hierba y corrí al coche de Madison. El centro comercial estaba a poco más de quince minutos. Durante el trayecto no dejé de mirarme en el pequeño espejo que tenía en frente.

—Seguramente fue tu tía, recuerda la vez que me quedé a dormir en tu casa y llegué a la mía con dos dedos menos de cabello. ¡Eso qué solo la dije que no me gustaba lo que cocinó! —ambas nos reímos. Mi tía podía ser muy convincente y creíble incontables veces, así que podría tratarse de una venganza por levantarla la voz el día anterior. Si, seguramente era eso —. Pero yo que tú me dejaba así el cabello, te favorece —me coloqué un mechón tras la oreja, tenía razón.

 

Lo primero que hicimos nada más llegar fue ir directas a la peluquería, yo necesitaba lavarme el cabello y mi amiga quería alisárselo. Estuvimos como diez minutos esperando hasta que un hombre me atendió a mí y seguidamente una mujer a Madi. 


Salimos de la peluquería un par de horas después. Tenía el cuello destrozado con la postura que tuve que poner para que el señor me lavara, por eso casi nunca pisaba esos lugares. Antes de ir a por el disfraz, quedamos en sentarnos en un bar y tomar algo.

—¿No le dijiste a Sharon qué iríamos a la fiesta?

—Ayer discutí con ella porque al final no me dejaba ir —la confesé y di un último sorbo a la pajita del batido de chocolate.



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En el texto hay: angeles y demonios, de todo, amor

Editado: 13.08.2021

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