Selina

25°

A la hora de la cena tuvimos que esperar a que los chicos se limpiaran toda la suciedad que les había dejado el demonio que habían matado. Entre tanto yo me encargué de colocar el primer plato con la ayuda de Kim, que se sentó a mi lado izquierdo.

—He pensado en que sería buena idea adornar entre todos algunas partes del castillo. ¿Qué os parece? —Caleb nos miró esperando una respuesta.

—A mí me da igual —habló primero Eros mientras se comía las patatas del plato.

—Seguimos teniendo el árbol del año pasado, podríamos ponerlo en el salón —añadió Kim con entusiasmo.

—Entonces está decidido, mañana adornaremos un poco este viejo castillo y le daremos algo de vida al menos por unos días —el ángel sonrió, vi de reojo como el rubio ponía los ojos en blanco.

—¿Cómo puedes controlar a tantos niños? —oí preguntar a mi tía a Sandy que estaba enfrente suya.

—Soy mayor, pero sigo teniendo mi genio, aún así ninguno da problemas, uno no habla mucho, el otro hace como que nada va con él y la chica....ella es la más madura.

—¿Sabes qué te estamos oyendo, no? —replicó el rubio y Yumi y Kim observaron a la abuela.

—No me digáis que no tengo razón, niños.

Todos los de la mesa estábamos pendientes de esa conversación, la abuela tenía razón. Di un sorbo al agua de la copa y miré a Eros.

—Yo no soy así. ¿A ver, de qué se supone que voy a hablar con un niño, dos chicas que seguramente solo conversaran de chicos o con una anciana que no deja de ver aburridas telenovelas?

Me atraganté con el agua. Mi tía me dio unas palmadas en la espalda y escupí el líquido en la mesa.

—¡Oye! ¡Nosotras no...no hablamos de chicos! —mentí y me limpié la cara con la servilleta que tenía Kim cerca de su plato ya que la mía se había empapado.

—Las telenovelas no son aburridas, niño. Además uno de mis actores Nephilim favoritos sale en la de "La tentación de  Rodolfo" —añadió la abuela Sandy con acento español.

—¿Rodolfo el reno? —preguntó en broma Eros y todos nos echamos a reír.

—Muy gracioso, hoy recogerás la mesa y limpiaras los platos.

—¡No es justo! Hoy le tocaba a Kim —exclamó indignado.

—Deberías haber cerrado la boca —la pelirroja se encogió de hombros cuando este la miró.

Sonreí por la divertida escena. 
Tomé una manzana como postre y procuré terminarla rápido ya que estaba cansada. Todos seguían con sus bromas, en un momento dado percibí la atenta mirada de alguien. Di una ojeada a la silla que se encontraba en frente mía, el chico me sonrió y pegó un mordisco a su manzana escarlata, si seguía sonriéndome como si nada, llegaría a pensar que le gustaba, pero tratándose de él, seguro que solo quería fastidiar. Rodé los ojos y aparté la mirada de su perfecto rostro.

Sandy, Caleb y mi tía se quedaron a ver una película en el salón, el resto nos dispersamos por los rincones del castillo. Eros estaría limpiando los platos, Kim leyendo algún libro, Yumi se habría ido a dormir, cosa que haría yo enseguida y Mikkel, él no sabía que estaría haciendo.

A la tarde siguiente todos ayudamos a sacar los adornos de navidad de una de las habitaciones que usaban como almacén. Quedamos en dividirnos por lugares, Yumi y yo estaríamos en el salón, Sandy y Sharon en el comedor en el que cenaríamos mañana, Eros y Kim en la entrada principal y Caleb ayudaría a cualquiera que lo necesitase, mientras tanto, Mikkel solo mirada a la gente trabajar.

Abrí la caja de cartón y comencé a sacar los espumillones de colores que irían por las paredes y cuadros, Yumi abrió la otra en la que estaban las figuritas para poner en el falso árbol de más de dos metros que estaba al lado de la enorme ventana de cristal que dejaba entrar los rayos de sol a todo el salón.

Me recogí el cabello en un moño y deje unos mechones sueltos. Yumi llevó la caja arrastras hasta el árbol y yo los regalos falsos envueltos en papel de purpurina de diferentes tonos para no confundirlos con los de verdad.

—Me encantan estos ángeles de cristal — me enseñó cuatro pequeños ángeles cristalinos, eran muy bellos, agarré uno y tomé una rama del pino.

—¿Lo pongo aquí? –pregunté al niño y el asintió con la cabeza. Lo colgué del fino hilo plateado esperando que no se cayera.

Adornamos el árbol en poco más de media hora, la mayoría de las figuras u objetos eran preciosos y de materiales muy delicados. Habíamos puesto ángeles, bolas de cristal con paisajes dentro, llaves, estrellas de Swarovski, botas pequeñas de lana, Santa Claus, renos y no podían faltar las típicas bolas. Las ramas del árbol estaban repletas de adornos y su tronco rodeado por regalos falsos y tarros de cristal con decoración dentro, pero faltaba una cosa, lo más importante.

—Coge la estrella. ¿Estás listo? —alzó los brazos con la estrella dorada en sus pequeñas manos.

Me agaché y puse mis manos en su diminuta cintura, lo elevé con el mínimo esfuerzo por lo pequeño y delgado que era y le acerqué a lo más alto del árbol. Yumi irguió su cuerpo hacia delante y estiró sus delgados brazos, con cuidado colocó la estrella en la copa, le dejé en el suelo y chocamos los cinco.

—Ha quedado chulo, ¿no? —pregunté emocionada, teníamos ambos una enorme sonrisa en nuestros rostros.

—No sé para qué decorar tanto si luego lo vais a quitar —eché la vista al sillón que tenía detrás, donde el pelinegro estaba sentado. Se aburría.

Llevaba días sin hablarle y ya me había cansado, me fui a por la escalera que estaba puesta en la pared y la llevé hasta el ventanal, la abrí y cogí dos espumillones.

—No sé para qué te vistes si luego te tienes que desvestir, no sé para que te duchas si luego te vas a ensuciar, no sé para que haces la cama si luego la tienes que volver a deshacer...

—Vale, vale, quedó claro, te gusta la navidad.

—Yumi, tú ves pasándome los adornos —se sentó en el suelo cerca de la caja.

Las ventanas median como tres metros de alto y aunque me subiera en la escalera seguía sin llegar al final de estas. Me puse de puntillas y estiré bien mis brazos hacia delante, la escalera se movía un poco, por lo que procuré no hacer movimientos bruscos.



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En el texto hay: angeles y demonios, de todo, amor

Editado: 13.08.2021

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