Sello Con Destino

Capítulo 1

—¡Papá, ya llegué! Encontré unos trajes excelentes para ti. Como me dijiste que salías de viaje, decidí comprarte algo elegante para tus reuniones —dije con emoción, casi sin aliento.

—Alegra, no te hubieras molestado —respondió con una mezcla de ternura y nostalgia—. Desde que tu madre murió y tú eras apenas una niña… ya no tengo ojos para nadie más que para mis dos amores: tu madre y tú —añadió con tristeza, aunque su mirada se iluminó al verme.

Entré a mi habitación agotada. Realmente caminé muchísimo en el centro comercial y cargué todo sola. Mi padre aún no ha encontrado a alguien que me ayude cuando salgo de compras.

—¡Alegra, tengo buenas noticias! —gritó desde el pasillo—. Viene un policía, joven pero muy bueno en su trabajo.

Lo escuché emocionado, hacía mucho que no lo veía así de animado al contratar a alguien.

—He decidido que también te ayudará cuando no haya casos que atender en la empresa. ¿Quieres estar cuando lo entreviste?

—Papá… realmente solo quiero ducharme y descansar. Estoy exhausta —respondí, dejándome caer en la cama—. Pero ¡qué bueno que por fin te decidiste! Finalmente tendré a alguien que me ayude… y quizás pueda salir un poco, ¡ya que no me dejas!

—¡Es por tu seguridad, Alegra! Y lo sabes —advirtió con firmeza.

Me di un buen baño en mi jacuzzi.

—Uff… esto ha sido lo mejor que me ha regalado mi padre —susurré, disfrutando cómo el agua burbujeaba sobre mi cuerpo.

Salí con mi pijama puesta, lista para descansar. Mañana tenía que ir al curso… Ando de inventada y me metí a marketing digital. No me puedo quejar, voy bien. Son solo cuatro horas al día, así que me va súper y también me daban una excusa para salir de casa y sentir que hacía algo útil más allá de ser la hija del gran señor Ferragni.

¡Beep! ¡Beep!

Suena la alarma.

Despierto cansada. Me levanto cansada. Mi primer pensamiento cuando suena el despertador es: “Bendito curso al que me metí”. Son las seis en punto y apenas tengo el tiempo justo para ducharme, desayunar algo ligero, alistarme y salir a las carreras. Lo normal.

Como cada día, conduje hasta el curso. No me pregunten cómo llegaba viva cada mañana con ese tráfico de locos, pero hoy estaba particularmente feliz porque era la última vez que lo haría.

Sinceramente, no soy muy buena conduciendo. Dios tiene que estar de mi lado cada vez que agarro el volante.

—Salí de la cárcel, por fin —dije jugando.

—Alegra, eres dramática —dijo mi amiga entre risas.

—¡Sabes que sí! —contesté riendo y animada.

—¿Y se puede saber a qué se debe tanta felicidad? —preguntó con curiosidad.

—¡Ya tengo una persona que me va a ayudar con las cosas sencillas que no puedo hacer! —dije emocionada.

—¡Ay, Alegra! Solo porque tu familia tiene mucho dinero… ¿Cómo serías si fueras una mortal como nosotros? —respondió soltando una carcajada.

—Yo siempre he dicho que sería el personaje que muere primero en las películas —solté entre risas también.

—Bueno amiga, me voy. ¡Te quiero! ¡Te portas bien! —le dije, dejando un beso en su mejilla como despedida.

Al llegar a casa todo estaba tranquilo. Papá ya se había ido y no me dijo cuándo empezaba el nuevo ayudante, pero siendo hoy jueves, supongo que comienza el lunes.

Subí a cambiarme. Hacía calor, así que me puse unos shorts vaqueros, un top ajustado y unas zapatillas estilo canvas blancas. Bastante casual. Perfecto para salir a comer algo rápido.

—¡Petra! —grité entrando a la cocina—. ¿Cómo está mi cocinera estrella hoy? —pregunté con cariño, pero al cruzar la puerta me di cuenta de que no estaba sola. A su lado había un muchacho.

—Perdón, Petris —dije con una sonrisa avergonzada—, no sabía que tenías visita. Solo quería decirte que no voy a comer aquí, así que no te preocupes. Y disculpen por molestar… Estás en tu casa —añadí, mirando al chico, que apenas me observó sin decir palabra. No era muy amigable. Casi no sonreía.

— Petra, no niña, no es mi visita. Es el nuevo trabajador, el que tu padre contrató ayer —dijo sonriente.

—¡Ay! Perdóname, no sabía que empezarías hoy —dije apenada.

—No te preocupes, entiendo —me respondió en seco.

—Bueno, mucho gusto. Mi nombre es Alegra Ferragni, soy la hija del señor Ferragni. Es un gusto conocerte —dije en un tono amable pero firme.

—Me llamo Mason. El gusto es todo mío —respondió con respeto.

—Te comento, como ya hablaste con ella, Petra es la cocinera de la casa. Tiene años trabajando con nosotros. Le tenemos mucho cariño, respeto y, sobre todo, confianza… se la ha ganado con el tiempo —dije sonriendo mientras abrazaba a Petra.

—Petra, ¿me puedes dejar sola con él? Yo me encargo del resto, muchas gracias —añadí un poco más seria. Petra asintió y se retiró discretamente.

—La casa es muy grande —dijo él, mirando a su alrededor—. Y se nota que tienen todo muy bien coordinado —añadió, pensativo, tocándose la barbilla.

—Así es. Todo está organizado y bajo supervisión —le respondí con firmeza—. Bueno, ya que vamos a pasar más tiempo juntos, ¿te parece si vamos a comer algo? —pregunté amablemente.




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