Sempiterno: Libro I

Libertad

AD_4nXfXQboSl9n2koa1VQFg6UTQED4JN7ubjhgEG7MfJRTIfKzFxsWBfesCUmz_xy_TiPDx-2Rz8TNI76R1A3PnNUvLYEHzLut6_43CGaWTza0fVERvQfqC7L7f86ghhWRRquS8sYYj6uFRm86B17RZRPAV8HoQ?key=oMpBIB1LNM0xm45d198Vzw

Aquella mañana, el padre del príncipe había solicitado hablar con él para revisar algunas estrategias, asegurándose de que su plan no pusiera a nadie en peligro. Así, Lilith se había encontrado sola desde temprano. A medio día, decidió explorar el vasto palacio, consciente de que pronto tendría que regresar.

A diferencia de su reino, donde había un palacio para la reina y otro para el rey, en el Imperio parecía que ambos emperadores podían convivir sin problemas, lo que le resultó intrigante. Mientras caminaba, notó un salón rodeado de flores; le recordaba a la casa de cristal de su reino, aunque este era más grande y más frío. Al acercarse, fue atraída por una melodía hermosa que resonaba en el aire. Curiosa, se asomó y descubrió que el músico era Leo Conte.

La imagen de él tocando el violín encajaba perfectamente con su carácter serio. La intensidad de su postura, la forma en que sus dedos se deslizaban con precisión por las cuerdas, tenía algo hipnótico. La melodía era suave, pero cada nota parecía cargada de una energía contenida.

Lilith se quedó observando, quizá más de lo que debía.

— Me desconcentraste —dijo de repente Leo, sin dejar de mover el arco, pero con una sonrisa ladeada que delataba que había notado su presencia desde hacía rato. El violín emitió un sonido áspero cuando dejó de tocar—. Aunque si iba a distraerme con algo, no me quejo de que seas tú.

Lilith se sobresaltó, ruborizándose levemente.

— Lo siento, no era mi intención espiarte. Solo estaba paseando. —Su voz sonó un poco más tímida de lo que habría querido.

Leo la miró de reojo, con una expresión divertida.

— No deberías disculparte por eso. Podrías quedarte a escuchar. O, mejor aún, acompañarme. —Levantó el violín levemente, invitándola con la mirada—. Dime, ¿sabes tocar algo?

— No… pero me gustaría aprender. —Lilith bajó la mirada, avergonzada—. Ese sonido sería más hermoso acompañado de un piano.

Leo sonrió, intrigado por su respuesta.

— Interesante elección. El piano es elegante, pero el violín es… más íntimo.

— Tocas muy bien el instrumento.

Lilith trató de seguir la conversación, ignorando cómo la ahcía sentir estar a solas con él.

— Desde que era pequeño —respondió Leo, mirando el violín negro en sus manos con nostalgia—. Era el instrumento favorito de mi madre.

Lilith se sintió atrapada en un silencio incómodo. Sabía que su historia no era sencilla y que sus recuerdos no eran del todo felices.

— Hoy no te acompaña tu sombra —Leo suspiró, rompiendo la tensión que se había instalado entre ellos. Solía desviar la conversación cuando se tornaba incómoda, especialmente al hablar de su madre, aunque no siempre lograba deshacerse de la carga emocional que traía consigo.

— ¿Mi sombra? —preguntó Lilith, agradecida de que Leo hubiera cambiado de tema, aunque todavía no comprendía del todo a qué se refería.

— Hablo del príncipe —Leo observó a la reina, intrigado por ella, pero la constante presencia de Michaelis a su lado hacía que conocerla realmente fuera un desafío.

— Parezco más yo la sombra, ¿no? Siempre me está cuidando. Él es el sol brillante, incluso su personalidad y su físico son coherentes con esa imagen —Lilith no había entendido bien las palabras del caballero, creyendo que se refería a su aspecto.

— La luna también da luz, aunque solo se vea de noche. Tú eres así, irradias luz en la oscuridad. —Su voz bajó un tono, más grave, más personal—. Aunque... quizás yo podría ser la oscuridad misma.

Lilith lo miró con atención, pero antes de responder, él añadió con suavidad:

— O tal vez un eclipse. —Una sonrisa perezosa se dibujó en sus labios—. Capaz de cubrir cualquier luz si se lo propone.

Ella sintió cómo sus palabras se le adherían a la piel. No supo si fue el tono de su voz o la forma en que la miraba, pero hubo algo en esa comparación que la descolocó.

— Eres bastante poético para ser un caballero. —replicó, intentando desviar el calor que subía a sus mejillas.

Leo soltó una leve carcajada.

— Supongo que me adapto a la compañía. —Se inclinó apenas, acercándose lo suficiente para que su voz se volviera un susurro—. ¿O preferirías que fuera más directo?

Lilith contuvo el aliento, sintiendo cómo el ambiente se cargaba de tensión. Pero antes de que pudiera responder, Leo se separó un poco, dándole espacio.

— Hablar contigo es más fácil de lo que imaginaba. —Su tono recuperó la ligereza, pero la chispa seguía en sus ojos—. Pensé que serías más fría, pero eres… interesante.

— Hmmm —Lilith se detuvo de repente—. Creo que la presencia de Michaelis y la tuya me han cambiado. Ambos me hacen sentir cómoda; antes solo podía ser así con Sofía.

— ¿Dónde está tu sombra número dos? —Leo lanzó de nuevo la indirecta, y al ver la confusión seguida de indignación en el rostro de Lilith, no pudo evitar reírse.

— ¡A eso te referías! —su cara se encendió de vergüenza. Leo tenía el talento de hacerla sentir torpe—. Y yo diciéndote todo eso, eres horrible.

Leo se llevó la mano al pecho, fingiendo estar herido.

— No es para tanto. Solo pensé que te veías tan melancólica que no quise corregirte. Preferí escucharte... —sus palabras se deslizaron con una suavidad que rozaba la burla, pero también algo más genuino.

La risa se le escapó de los labios, y antes de poder reaccionar, Lilith le dio un pequeño empujón, suave, como una reprimenda juguetona. Sin embargo, Leo, exagerando el impacto, perdió el equilibrio y cayó de sentón al suelo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.