Sencilla Obsesión

7

Trece años atrás

 

—No entiendo cómo me has convencido de que haga eso —se quejó Liza, observando a Íria que seguía metiendo cosas en su mochila.

—Vamos, Liz, es solo una acampada. Una sola noche.

—Una sola noche que vamos a pasarla sobre tierra dura, en un bosque lleno de peligros y acompañadas… oh, espera, ¿de quién?

Íria observó el retrato vivo de la indignación que era el rostro de su amiga. Con las manos en las caderas, Liza la miraba como si hubiera perdido un tornillo. A pesar de que intentaba cuidar el volumen de su voz y no atraer la atención de los padres de Íria, las palabras salían chilladas en frecuencia baja.

—No es como si Jared fuera un criminal buscado. Además, Cedric vendrá también.

—Oh, me has tranquilizado. El que copia sus pasos y lo sigue como una sombra —balbució Liza, aún sin estar convencida.

—Míralo como a una experiencia —se rio Íria, divertida con sus protestas que escuchaba solo con un oído.

Jared la había llamado y le había propuesto una salida de acampada en el bosque. No había encontrado un motivo consistente para negarse, y en honor a la verdad, en secreto, estaba encantada de que hubiera pensado en invitarla. No quería estropear su alegría, y el hecho de que Liza no opinara igual, no tenía mucha importancia. Las reacciones de su amiga al enterarse de sus planes habían pasado del horror inicial a una aceptación forzada, resultado de auto nombrarse su guardiana.

—Es exactamente lo que hago —resopló esta—. Bien, bien, me rindo. Aunque sigo sin entender por qué aceptaste. ¿Y cómo es que habéis llegado a simpatizar tanto? —preguntó, entrecerrando los ojos.

Íria encogió los hombros y aprovechó para cerrar la mochila y así evitar la mirada suspicaz de la muchacha.

—Nos vimos por casualidad unas veces.

—¿Os visteis por casualidad? ¡Dios mío! ¡Te gusta! —exclamó conmocionada por el descubrimiento—. ¡No me lo puedo creer!

—No seas melodramática, Liz. Nos vamos de excursión. —Íria colocó su mochila en la espalda y pasó por su lado, dándole un pequeño empujón en el hombro. Había escuchado el ruido del motor del coche de Jared.

No pensaba declarar sus sentimientos en voz alta, eran demasiado nuevos incluso para ella y no los entendía muy bien. Sabía con certeza que su cuerpo reaccionaba de un modo curioso al lado de Jared. Que se encontraba sonriendo sin darse cuenta cuando pensaba en él. Que tenía una necesitad casi física de tenerlo cerca, aunque fuera solo para mirarlo. Reconocía que de los datos que disponía, no era la mejor opción que podía elegir. Jared era a veces irritante, todo el tiempo más cerrado que un candado y bastante arrogante para ahuyentar a cualquiera que intentaba acercarse, ella incluida. Precisamente su tipo, al parecer.

—Vamos, bombones —Cedric gritó por la ventana abierta del coche, un Jeep Wrangler de color negro brillante, un regalo excesivo desde su punto de vista para un chico que ya lo tenía todo.

Liza se detuvo un momento en la puerta, farfullando por lo bajo.

—¿Bombones? ¿Con quién cree que habla el pringado?

—Toma aire, Liza. Nos vamos a divertir.

—Habla por ti —continuó, sin silenciar sus protestas pero Íria se adelantó hacia el coche y dejó de escucharla.

Los chicos ocupaban los asientos de delante y ellas se sentaron atrás. El olor a nuevo aún se sentía dentro y una canción de moda sonaba desde el potente equipo estéreo.

Los ojos de Íria se encontraron en el espejo retrovisor con los de Jared. Consiguió mantener el contacto visual por pocos segundos, la intensidad de su mirada la hacía sentirse asmática. Abrió la ventana, sin embargo, el aire caliente con olor a polvo no la ayudó para nada. Relajó las extremidades y cerró los ojos, encontrando en eso la mejor manera para resistirse a la tentación de no perderle de vista.

Permaneció en silencio el tiempo que duró el camino, escuchando la música y el combate verbal entre Cedric y Liza.

Entre que llegaron, organizaron el equipaje y montaron las tiendas de campaña, había pasado el mediodía.

—¿Qué os gustaría hacer? —preguntó Jared, mirando divertido a Liza que agitaba los brazos en un baile histérico para alejar los insectos.

Cedric se acercó y olió su hombro descubierto, poniendo una mueca exagerada de placer.

—Mmm… hueles de maravilla. A mí también me gustaría probarte.

—Muévete, idiota. —Liza le pegó en el bíceps, pero su protesta perdió importancia cuando sonrió halagada.

Jared e Íria rieron a la vez y sus miradas se encontraron en ese bucle temporal donde desaparecía la realidad junto con todo lo que los rodeaba.

—Daré una vuelta, quiero hacer unas fotografías —dijo ella, verificando su cámara a pesar de que sabía que todo estaba en orden. Necesitaba recuperarse y poner los pies en la tierra. Urgentemente. Bastaba que el chico la mirara y se sentía flotar por encima de las nubes.

—No te alejes mucho —le recomendó Jared—. Nosotros vamos a buscar madera y preparar una hoguera para cuando caiga la noche.




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