Senda

Capítulo 2: Troll y magia

¡Imposible! Justo hoy, en este momento del día y en esta zona del bosque. Casualidad o no, debo pensar rápido o estaremos muertas.

El troll nos observa atónito. Nuestra presencia le resulta tan extraña como la de él a nosotras. Pero el troll sonríe, un regalo caído desde el mismísimo cielo. Sus dientes son desproporcionados a su boca y rostro, sobresalen como dedos entrelazados; de seguro no puede articular bien las palabras. Eso es lo de menos, si está vivo es porque puede comer, y si bajó de las montañas hasta aquí significa que está hambriento.

Es el doble de alto que un hombre promedio, y de no ser por su joroba chocaría contra las ramas de los árboles. Viene despacio, despreocupado. Sabe que somos presa fácil para su garrote, adornado con clavos rectos y doblados de otros golpes.

—Nalay, Gala —dice Ylriana en voz baja—, tenemos que correr. —Su rostro está tenso y serio como nunca antes lo había visto. Sostiene a su hermana con fuerza de la muñeca. Su cuerpo está listo para huir, pero su mente no lo tiene claro—. Nalay, no te separes de mi lado.

Ylriana puede lograrlo. La belleza de sus piernas fuertes no son heredadas de su madre, y aunque parezca una persona perezosa, si se trata de su físico es capaz de esforzarse. Sin embargo, su hermana la retrasará. No alcanzará la luz de día con ella a cuestas.

—Huyan ustedes —digo—, yo no puedo correr.

Hago una seña con la mirada hacia atrás.

—Gala, tu espalda...

Ylriana no sabe qué decir. Sonrío levemente para que no se detenga por mi culpa.

—Tengo pensado unirme al Consejo de Senda. Si no puedo detener a un troll con un palo con mi magia, entonces no era mi destino.

—Es una locura. —Niega con la cabeza.

Me toma de la mano. En su rostro puedo ver desesperación, y la piel de su pecho cristalina me indican que ahora mismo su mayor enemigo está en su cabeza. ¿Ylriana siempre fue así? Oculta bajo su carácter rudo se encontraba una persona insospechable. Me pregunto si es solo la situación decisiva, o que las personas se muestran como son en realidad cuando están bajo las garras de la muerta.

Le quito la mano y la incito a irse con un leve empujón.

—Te esperan en casa. —Le doy la espalda y miro a la criatura que empieza a tomar paso rápido—. Las esperan en casa, mejor dicho. A mí no me espera nadie.

—No digas eso, mis padres te aprecian mucho, toda la gente del pueblo te aprecia también.

—Olvida eso último que dije, que vergüenza. Ya te lo dije, no planeo morir. Apúrate y comienza con el almuerzo, yo me voy a tardar un poco más. Espérenme con un enorme plato de estofado y un poco de vino. Que sea del bueno, me lo voy a merecer.

El troll está a menos de cincuenta metros. Es rápido, pero su exceso de confianza nos dio tiempo de poner la mente en paño frío.

Ylriana sale corriendo con Nalay lo más veloz que pueden. Pero Nalay apenas tiene once años y su hermana apenas puede lograr la mitad de la velocidad de lo que en realidad podría. Esto es malo.

Tengo que actuar. El tiempo se acaba.

Al permanecer quieta el troll irá detrás de ellas. Supongo que no es tan tonto como para pasarme por al lado sin más. Un vapuleo de pasada me dejará fuera y ni siquiera tendrá que frenar un segundo para hacerlo. No puedo esperar a que me ignore. Mi primera opción será bloquearlo con magia. Sin embargo, eso de seguro que atraerá toda su atención a mí, y si bien salvaré a las hermanas me terminará matando. Tengo que distraerlo una vez lo evada.

Me dejo caer al suelo y cierro los ojos. Su risa es horrenda, como si un gordo jabalí intentara imitar a un humano. ¿Fingir un desmayo funcionó? Por suerte, oigo como el retumbar de sus pasos se alejan en dirección al pueblo. Abro un ojo y lo veo pasar de largo. Excelente, pero tengo que hacer algo o las alcanzará.

Me pongo de pie. No hay tiempo que perder, entre más se aleje menos podré defenderlas.

—¡Troll ven aquí!

Sin un catalizador será difícil, aunque no es como si hubiera practicado con uno antes en Pie Agusto. Si la distancia es muy amplia no podré usar magia. Cada centímetro cuenta, ocupará más energía y después no podré defenderme a mí. Por eso lo óptimo es que el hechizo salga desde mis manos, pero lo óptimo no siempre es lo mejor.

Desde mi espalda hacia mi pecho, desde mi pecho a mis brazos. Es la fuerza que los obeliscos de Senda propinan magia a la humanidad. Una sensación cálida que culmina en mis manos y usa cada uno de mis dedos como disparadores.

—Esta es mi magia de rango dos —manifiesto el hechizo—. Magia de arena: Perdición de Arena.

Al tocar con la tierra con mis manos, imploro que mi hechizo alcance sus pies. Es muy lejos y mi energía empleada limitada. Alzo la cabeza con fé. La arena atrapó sus pies hasta los tobillos, hundiéndolo un poco sobre el nivel de la tierra. El troll se gira hacia mi, jadea y grita separando esa horrenda prisión de dientes. Y con un poco de esfuerzo retira un pie, luego el otro. Babea como un perro rabioso. No fue mucho tiempo, pero fue el suficiente para que Ylriana y Nalay se alejaran, y también ganar cierta distancia para enfrentarlo.

—Eres el troll más feo que vi en mi vida —lo insulto—, y eso que de por sí ustedes son espantosos.




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