Mafer
El chofer nos lleva por el recorrido diario hacia el mejor establecimiento educativo del condado: “Athenea”, que abarca desde la primaria hasta la universidad. Se detiene frente a la entrada de la primaria, donde mi hermana menor, Magi, baja del vehículo con una sonrisa radiante, iluminada por el brillo de sus ojos celestes y su cabello rubio. El chofer continúa el trayecto hasta la universidad, específicamente a la facultad de Ciencias Administrativas y Contables, donde se queda Maru, mi hermana mayor. Ella baja del auto con una expresión que claramente refleja su mal humor.
Pocos metros más adelante, aparece frente a mis ojos la facultad de Artes. Mi segunda hermana mayor se baja del auto y, antes de entrar a su facultad, nos recuerda que mantengamos un buen comportamiento en la preparatoria. Finalmente, el chofer se dirige a la preparatoria, donde nos quedamos mi hermana menor y yo. Al salir del auto, acaparamos miradas, especialmente mi hermana, ya que yo, con mi actitud y mirada severa, siempre causo una impresión negativa. Pero, sinceramente, eso me es indiferente.
Entramos a la preparatoria y nos dirigimos a nuestros respectivos salones. Majo se queda primero, corriendo a saludar a sus amigas. Siempre ha sido tan sociable, a diferencia de mí, que prefiero mantenerme al margen. No es que necesite amigas; a veces es mejor evitar a las personas hipócritas e innecesarias.
Al llegar a mi salón de clases, encuentro a mi novio, Moisés, quien me recibe con una sonrisa que correspondo con gusto. Lo único que realmente aprecio de mi tortura estudiantil es Moisés.
—Hola, guapa —dice, rodeándome con sus brazos y estampando sus labios contra los míos en un beso que calienta mis orejas. Aún me cuesta acostumbrarme a tener un novio.
Moisés es el típico chico guapo y capitán del equipo de béisbol, el que hace suspirar a todas las chicas solteras. ¿Y cómo no suspirar si es tan atractivo? Me siento muy afortunada de que sea mi novio, a pesar de que no soy la novia más dulce del mundo. Muchas se preguntan y hacen preguntas absurdas: “¿Qué le vio de bueno a esa?” “¿Por qué con la peor de las Castillo?” “¿Qué tiene de bueno la medio macho?” “¿Acaso se le insinuó?” Son solo envidiosas.
—Hola —susurro sobre sus labios, antes de alejarnos.
Siento una mirada hostil y, al mirar hacia esa dirección, encuentro los ojos de víbora de Francesca. Siempre me ha tenido rencor y, desde que empecé a salir con Moisés, el odio que me profesa se ha intensificado. Sonrío con burla ante su inminente derrota en el juego del amor.
—Tomen asiento, por favor —dice la maestra al ingresar al salón.
—Ya quiero que llegue el descanso para seguir besándote —susurra Moisés antes de irse a sentar.
Me acomodo en mi lugar, soltando un pesado suspiro. Tengo una materia que no es nada agradable para mí: contabilidad. Los números son extremadamente aburridos. Si mi padre me viera, seguramente me estaría regañando. No soy una estudiante ejemplar; podría decirse que estoy entre las peores, pero gracias a mi padre, no tengo que enfrentar las consecuencias de mi desinterés en clase. Ser hija de un influyente empresario tiene sus ventajas.
Soy María Fernanda Castillo, conocida como Mafer, la tercera de cinco hermanas, la más rebelde y, se podría decir, la más molesta, aunque solo con quienes no me agradan. Actualmente tengo diecisiete años, la edad en la que la terquedad puede intensificarse. Tengo dos hermanas mayores, María Eugenia y María Lourdes, y dos hermanas menores, María José y María Gisel. Sí, todas llevamos el nombre María como primer nombre. ¿Cómo es mi relación con ellas? Es bastante buena con dos de ellas, mientras que con las otras dos es relativamente aceptable.
Mi hermana mayor, Maru, es hermética, fría, indiferente con quienes no forman parte de su círculo social y distante con la familia. María Lourdes, mi segunda hermana mayor, es reservada y de pocas palabras, debido a un doloroso suceso que vivió, que la marcó y la llevó a desarrollar un odio hacia los hombres.
Majo, mi hermana menor, es la más sociable de las tres mayores y muy coqueta; le encanta tener amigos y divertirse. La más pequeña de las Marías, Magi, es una niña dulce y amorosa, como se espera de alguien de siete años, aún sin lidiar con las complicaciones de la adolescencia. Por último, yo soy poco amigable y a menudo desobediente.
Siempre me han llamado “la medio macho”. ¿Por qué? Porque no me dejo pisotear por nadie y, si es necesario, enfrento a cualquiera, sin importar si es hombre o mujer, y siempre termino ganando. Mis habilidades en defensa personal, específicamente en karate, son muy buenas. Comencé a entrenar desde los cinco años y soy cinturón marrón. Me considero un verdadero peligro.
Algo que también contribuye a mi poco atractivo apodo es que no me identifico con el grupo de chicas que se preocupan por su apariencia. Mi peinado habitual es un sencillo recogido, y mi uniforme es holgado, ya que mostrar mi figura no es lo mío. Soy reservada. Pero no todo en mí es negativo; me considero una persona que quiere mucho, aunque no sabe cómo expresar lo que siente. Puedo llegar a ser tan vulnerable que eso me asusta. No me gusta mostrar las debilidades de mi corazón.
[***]
Salgo de la preparatoria tomada de la mano de mi novio. Llevamos casi siete meses juntos, y esos meses han sido maravillosos. Antes pensaba que Moisés era el típico mujeriego, pero al conocerlo, descubrí que no era así, y eso me conquistó. Es mi primer novio, y espero que sea el único. Aún no hemos ido más allá de los besos, ya que no me siento lista para dar ese gran paso. Considero que mi primera vez debe ser especial, algo muy bonito para recordar. Aunque Moisés me ha propuesto hacer el amor en varias ocasiones, siempre respeta mi decisión. Es un caballero, y quiero quedarme a su lado mucho tiempo.