Señor Amargado [serie Las Marías #1] Corrigiendo.

Capítulo 2. Rebeldía

Mafer

Suelto un pesado suspiro, sinceramente estoy aburrida, no sé, quiero irme de viaje; me hace falta. Mi celular vibra, asi que rápidamente respondo, pues solo hay una persona que  me escribe que no pertenece a mi familia, mi novio.

Moisés.

Moisés: Guapa, ¿quieres ir a divertirte un rato conmigo a un bar? Vamos a pasarla muy bien.

Yo: Está bien. ¿Vienes por mí?

Moisés: Claro que sí. Paso por ti a las 21:00. 

Te amo, guapa.

Yo: Y yo a ti. 

Ahora tengo un problema, no se como me voy a escapar. Como lo había manifestado antes, mi relación con mi padre no es buena y es más que seguro que no me dejará salir, pero me importa un bledo. Haré lo que se venga en gana, él no me va a mandar siempre, ya tengo suficiente con aguantar su críticas por no comportarme con una señorita de mi estatus, sino como una salvaje. 

Me dirijo al closet, buscando lo más femenino que tengo. Quiero verme muy femenina esta vez, no lo hago por mi padre, si no por Moises, quiero que se sienta digno de mí. El tema del permiso lo dejaré de lado, no es tan relevante. No me importa la opinión de mi padre.

Observo mi reflejo, sintiéndome muy sexi con la ropa ajustada. Tengo que aceptar que la ropa muy femenina me queda demasiado bien. Mi celular vibra llamando mi atención, reviso, y enseguida le contesto a Moises, que ya me está esperando. Rápidamente salgo de la habitación, bajo las escaleras, llegando a la sala, disminuyendo mis pasos para caminar sigilosamente al no ver a nadie de mi famila merodeando.

—¿A dónde te piensas ir María Fernanda? —Me detengo en seco— Sobre todo ¿con qué permiso?

Me doy la vuelta, sonriendo con prepotencia.

—Me voy con mi permiso.

—Regresa a tu habitación. No estoy de humor para una discusión. No vas a salir de casa —declara sin ninguna pizca de querer cambiar de opinión.

—Que pena, papá. Pues no te pienso obedecer, yo ya me voy.

Me echo a correr sin importarme su fuerte llamado. Papá cree que él puede gobernar mi vida y eso no es así, estoy en una edad donde debo disfrutar mi vida al máximo, no siguiendo reglas. Jadeando llego a la salida, visualizando el auto de mi novio.

—¡¡María Fernanda!!

Me apresuro a ingresar al auto de Moises. 

—¡Vayámonos rápido!

Moisés me escucha, poniendo en marcha su auto. Alejándonos de la gran casa de la familia Castillo. Espero que cuando llegue ya esté dormido, no quiero lidiar con los sermones innecesarios de  mi padre.

Observo el lujoso bar, es la primera vez que piso este lugar, pero me gusta, es de mi agrado. Le doy un pequeño sorbo a mi bebida -no quiero emborracharme y valer mierda en clases por culpa de la resaca-, deslizando mi mirada hacia Moisés que habla con mucha fluidez con sus amigos. Pues sí, al llegar al bar nos encontramos con sus amigos, y pues nos hemos quedado con ellos.

—Guapa, vamos a bailar.

—No sé bailar —dejo de lado mi bebida.

—Yo te enseño —saborea sus labios.

—Está bien, pero primero iré al tocador.

—Ve tranquila. Yo estaré en la pista. 

Con una sonrisa asiento, enseguida me pongo de pie, yendo al baño, necesito vaciar mi vejiga para poder bailar tranquila. Al llegar al baño rápidamente ingreso a uno de los cubículos, sintiéndome libre.

Llena de tranquilidad salgo del cubículo, lavo mis manos y a pasos rápidos me dirijo hacia mi novio, pero me detengo para pedir un cóctel, pues la bebida que mi novio y sus amigos están tomando es demasiado fuerte, aunque no quiera acabaré mal. Me acerco a la barra, haciendo mi pedido. 

—¡Mafer, mi amor, ven a bailar! —Grita Moisés en medio de la música.

—Su cóctel, señorita —me entrega el amable bartender.

Con una sonrisa de agradecimiento me doy la vuelta, caminando hacia la mesa mientras clavo la mirada mi novio, pero no me dura el gusto de mirarlo pues he chocado con alguien. Rápidamente lo miro para pedir disculpas, encontrándome con un hermoso rostro, que tiene como defecto una frívola mirada asesina que arruina su belleza.

—Lo siento mucho…

—¡¡Niña tonta!!

Los miro desconcertada… ¿cómo se atreve a decirme así? Acaso no ve que soy una hermosa chica. Furiosa lo asesino con la mirada, si hay algo que odio demasiado es que me llamen niña, pero esto no se va  a quedar así, le doy a dar una cucharada de su propio chocolate.

—¡¿A quién llama “niña”?! Viejo amargado.

Observo su aturdida reacción, al parecer no le gustó mi comentario; me siento feliz. 

—Tú…

—No le gusta que le digan viejo, ¿verdad? ¡Señor Amargado! —Me cruzo de brazo con una gran sonrisa victoriosa.

—No sabes con quien te estas metiendo, niña —enarco una ceja con burla.

—No me interesa saberlo, señor amargado —enfatizo en la última palabra.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.